Perro y señorita de verde miran hacia el horizonte en un gran día azul
Era el primer día y las miradas corrían huidizas de unos a otros tratando de exprimir las primeras impresiones. La belleza y la fealdad, los gestos, la voz, cada paso, la ropa y los complementos, eran diseccionados para alcanzar las primeras sensaciones sobre las personas con las que iban a compartir un tiempo significativo de sus vidas. “Ese tipo es muy extraño, es demasiado serio y, además, lleva pantalones de pinzas”, dijeron algunos. Ese pobre desgraciado no tenía demasiada fortuna con las primeras impresiones. Al contrario se manejaba muy bien con las segundas. Más aún, podría decirse que era una tipo de terceras y cuartas impresiones.
En clase, hace unos días, trataba de ilustrar con un ejemplo que algunos sentimientos son estables y no dependen de acontecimientos puntuales: “el amor hacia tu padre o tu madre, por ejemplo. ¿Depende de un enfado que les dejes de querer?” La niña de mirada penetrante me dijo que ella no discutía nunca con sus padres y, por tanto, ese ejemplo no le resultaba demasiado útil. Cambié el ejemplo y seguimos con nuestras cosas, pero su respuesta se quedó esperando en alguna parte para después hacerme reconsiderarla. Ciertamente, la relación de esta niña con su familia es excepcional. De igual modo que la de sus hermanos. Todos son niños alegres, curiosos, muy inteligentes. Un caso no es la regla general, igual es justamente la excepción, pero quizá muestre algunos elementos interesantes: amor y cariño, tiempo dedicado, libros, cercanía, juego, libertad, confianza, viajes, amistades interesantes, responsabilidad, … ¿muestran estas palabras un camino hacia un destino concreto o son comunes a caminos muy diferentes? ¿se puede aplicar a la escuela este pensamiento sugerido?
Sigue nevando. La perrita que cada noche se acerca a casa no repara en la poesía ni en la melancolía de la nieve al caer. Simplemente frío y hambre. Ahora les desearé buenas noches y buena semana y le acercaré un poco de comida.