Eduardo Mendoza decía ayer que la crisis nos ha permitido recordar que este es un país pobre y cutre. Pero, y esto lo añado yo, muy coherente. Puestos a ser cutres y rancios, el primer español ha de dar ejemplo, y así lo hace nuestro rey. Tener un rey es algo curioso. Pienso que tengo un rey y me siento como en un cuentecico medieval. Lo imagino mirándome desde lo alto del caballo, con aire condescendiente, mientras doblo el lomo recogiendo la cebada de sus campos. Un tipo que dice representarme y que de cuando en cuando se va de viaje para cazar osos y elefantes. Con nuestro dinero, con nuestro trabajo. Mi rey me da vergüenza y mala gana. Mi amante no me deja alegrarme de las desgracias ajenas, pero tengo que reconocer que me alegro de la caída de mi rey, de que se haya estropeado la cadera y que no pueda pegar tiros a elefantes ni otros animales soberbios. Amor, discúlpame este sentimiento, aún no lo puedo evitar. Tener como representante a un tipo encantado de pegar tiros y ser fotografiado junto a animales colosales y muertos es bastante jodido de asumir. Este humilde blog lamenta tener un rey y, más aún, un rey deplorable.
Hace unos días me ocurrió algo increíble. Estaba en la cama, dormía. En el momento en que abrí los ojos y mi cuerpo se conecto a la realidad (¿?) tuve una sensación que yo identifico con una revelación. Lástima de ateísmo. Sentí claramente que todo era un milagro. Miré mis manos y me parecieron un milagro. Me incorporé, crucé la mirada con el perro filósofo que me observaba con curiosidad y me pareció un milagro. Más aún cuando mi pie rozó su cuerpo y sentí sus latidos, su vida. Continué con el desayuno y el aseo, y continúe con la experiencia milagrosa. Incluso orinar me resultó sorprendente. Ya en clase, con los niños mirándome y esperando las primeras palabras del día, les comuniqué este asunto. Compartí con ellos el secreto: "chicos, la vida es un milagro; esta mañana, al despertar, me he dado cuenta". Unos pocos rieron y siguieron con sus temas, pero otros escucharon serios y atentos: ellos ya sabían que este mundo es muy extraño y que la vida provoca tanta perplejidad como uno esté dispuesto a asumir.