miércoles, 13 de noviembre de 2013

EN EL TERRITORIO DE LAS SONRISAS Y LA ALEGRÍA PERMANENTE.

He comprobado qué significado preciso da el diccionario a melancolía. Creo que es mi palabra favorita. Creo que su sonido tan maravilloso es una razón más que suficiente para desearla, querer ser melancólico o anhelar sus efectos. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente. Qué palabra tan perfecta que incluso su definición es bonita. Quién no desearía ser definido con palabras como profunda, sosegada, permanente. Era un tipo profundo, sosegado, permanente. Semejante definición no puede sino designar un concepto elevado y magnífico. Tristeza profunda y sosegada... tristeza otoñal, sin duda.

Comenzaba la clase con los niños de cuarto. La gimnasia rítmica es el pretexto para trabajar su sensibilidad, su motricidad orientada a generar movimientos estéticos, distintas habilidades, su capacidad de mostrar el trabajo desarrollado a los compañeros, entre otros asuntos. La música alternaba entre ritmos rápidos y lentos, más alegres o más nostálgicos. Ha comenzado a sonar una canción del pianista Ludovico Einaudi, he parado la clase un momento y les he contado que era una melodía muy especial para mí, asociada a viajes de vuelta de Ansó y finales de sesiones en la escuela Jean Piaget. Un niño se ha acercado y me ha dicho que si era del pianista en cuestión, que le encantaba a él y a sus padres y que esta canción era muy bonita. Que incluso la escuchó en directo hace poco. No deja de ser una pequeña anécdota, pero me ha provocado una gran alegría. La suerte de mi trabajo, lo digo una vez más (sabiendo pensar apenas dos o tres cosas, no tengo otra opción que repetirlas), está en poder compartir el tiempo con niños llenos de alegría, de sorpresas y de emoción. 

Frecuentemente escucho a personas vinculadas al mundo sanitario hablar de las tragedias con las que cada día se cruzan. Siempre pienso que no podría trabajar en ese ambiente de pena y dolor constante. Nuestro trabajo justamente está en el otro lado, en el de la energía desbordante y las sonrisas. Y esta creo que es mi gran suerte. Poder beber cada día un brebaje de los mejores ingredientes que la vida nos puede deparar.

En los últimos días he realizado con los alumnos de sexto varias actividades de carácter voluntario fuera del tiempo escolar. Son alumnos con buen nivel de autonomía y llenos de ganas que se prestan muy bien a este tipo de iniciativas. La participación ha sido muy buena, punto de partida básico para llevarlas a cabo. el tiempo compartido en tales situaciones permite conocer facetas de los niños desapercibidas de otro modo, más aún estando con ellos exclusivamente en las horas de EF en un colegio de dimensiones colosales. Pero la auténtica razón de su planteamiento es que cada día encuentro mayor placer en estas actividades clandestinas en las que hacemos lo que nos apetece, al margen del sistema oficial, al margen de sus malnacidos indicadores, instrumentos y criterios. Salimos a correr juntos, mejoramos nuestro control de la intensidad del esfuerzo, nuestra capacidad de autosuperación, etc., pero principalmente salimos a correr juntos disfrutando de la compañía, del esfuerzo, del viento que nos golpea con fuerza en la cara.

Y esperando la nieve en las montañas tan lejanas y tan cercanas, la luna llena inminente, y el frío que nos cubrirá con soledad y silencio, las clases de mañana, me despido una vez más.