martes, 27 de noviembre de 2012

ESCRIBE, QUE ALGO QUEDA.


Llevo toda la tarde escribiendo. A una familia en apuros pedagógicos, a un niño, exalumno, magnífico, y ahora que me siento frente al blog y tecleo estas letras. Hay miles de vídeos y sentencias variadas que explican las razones de la escritura. Como en casi todo lo demás, yo creo que nadie lo sabe a ciencia cierta. Ocurre que nos encanta dar razones y explicaciones para todo. Hace un tiempo escuché una de estas explicaciones y me gustó, pues al menos resultaba tremendamente emocionante: la aportaba un escritor de prestigio y contaba la historia de un submarino a cuyos tripulantes les quedaban unos minutos de vida a causa de una grave avería. El capitán, me refiero al jefe del asunto, pues no domino la escala jerárquica submarinil, en una de sus últimas acciones vitales anotó en un pedazo de papel la situación del momento. Algo así como “6:53. El submarino no aguanta. Falla la válvula equis y la turbina jota. En unos minutos todos estaremos muertos”. ¿Para qué carajo busca papel y Boli un hombre al que le faltan cinco minutos de vida? Esto se preguntaba el escritor para posteriormente afirmar que justamente ahí encontraba él la semilla de la escritura, en el movimiento interior irrefrenable, irracional, que nos lleva a contar. En todo caso, después de ocho años, aquí sigo tecleando sin saber por qué. Lo hago y nada más, esperando que no me queden, ni siquiera hoy, tan sólo cinco minutos de vida. Espero que siempre me queden, en el peor de los casos, quince minutos. Qué menos, con todo lo que hay que hacer.