El paisaje que les muestro es un lugar maravilloso e inspirador que descubrí hace unos días por casualidad buscando pájaros negros trepadores de hayas. Por supuesto, la foto no le hace justicia, pero quizá sirva para hacer una somera aproximación. La naturaleza me regaló unos minutos de plenitud a cambio de retirar de allí una bolsa enorme de plástico rígido, un tampón, varios envoltorios de papel de aluminio, una botella de lejía, un paquete de patatas fritas, y plásticos variados. No acierto a dar con una clave de esta conducta tan poco inteligente y tan extendida, pero es ciertamente desoladora.
El viernes, como ya anuncié, mi hermano acudió a la escuela para desarrollar algunas actividades con los alumnos. En primer lugar, en este extraño lugar de confidencias, expresaré la profunda emoción y alegría de compartir esas escasas horas con él y con mi novia, que también estuvo con nosotros. Hacer mi trabajo, que posee una carga emotiva muy intensa, rodeado de estas dos personas tan importantes fue una experiencia emocionante. Existen miradas que empequeñecen cualquier problema o incertidumbre. En cuanto a la clase, todas las actividades planteadas se desarrollaron perfectamente. Quizá de forma apresurada y superficial en algunos casos, pero cumpliendo la función inicial de motivación en torno a la ciencia, el conocimiento, la investigación.
Y ahora intentaré presentar un problema complejo en torno al cual se desarrollan los principales enfrentamientos pedagógicos actuales. Me refiero a los objetivos de la educación. Hace unas semanas en mi centro surgió la reflexión sobre qué asignaturas eran la importantes en el currículum para decidir la promoción al ciclo siguiente. Yo hice lo que mejor sé hacer: plantear dudas y no alcanzar ninguna certeza consistente. No sé qué asignaturas son más importantes, pero sí sé que citar las clásicas dos o tres sin argumentos no es aceptable en una discusión razonada. Desarrollando el pensamiento, finalmente llegamos a la tesitura de considerar cuál es la función de la escuela (y si seguimos, probablemente meditaremos sobre qué es la vida). ¿Qué pretende nuestra escuela con sus alumnos? Aquí creo que está el gran nudo. Encontramos posturas muy diversas y difícilmente compatibles: una importante orientación del currículum trata de formar trabajadores al servicio del sistema económico (lo cual es profundamente conflictivo con los puntos posteriores); el paradigma constructivista que determina la orientación pedagógica actual persigue objetivos como el desarrollo de la creatividad de los alumnos, de su capacidad de aprender a aprender, de la libertad en sus temas de aprendizaje; otros paradigmas que han surgido en los últimos años critican al anterior por su vacuidad, pobres resultados reales, y escaso estímulo para los alumnos buenos y esforzados. Es bueno señalar que ambas posturas coinciden en sus finalidades: posibilitar que el alumno se convierta en la mejor versión posible de sí mismo, prepararle para su vida adulta, acceso al mercado laboral incluido, del mejor modo posible a través de la apropiación de los códigos culturales de referencia. Como se observa, estos aspectos comunes se pueden intentar alcanzar por caminos muy diferentes. La pedagogía de la creatividad critica un sistema obsoleto, creado al servicio de la revolución industrial que no se adapta a los nuevos tiempos, a los nuevos trabajos, a los procesos comunicativos actuales, a la tecnología disponible, que hace y transmite lo mismo que hace cincuenta años, etc. Por su parte, la postura contraria critica que aprender a aprender no es realmente nada que no se fundamente en un conocimiento sólido, que los procesos comunicativos actuales efímeros, instantáneos, mareantes, precisamente requieren un poso (lectura lenta, capacidad de análisis, …) que permitan una atención crítica y selectiva de la información, que la creatividad surge cuando el trabajo y el esfuerzo ya han hecho su parte, y que el profesor no es un mero acompañante que sugiere, que plantea, que anima, …, sino que en un entorno tan incierto su papel es más importante que nunca.
Esbozada a grandes rasgos esta situación, ¿son más importantes las matemáticas y la lengua que la expresión artística y la educación física? ¿realmente tienen un carácter más instrumental y fundamental las primeras? ¿no depende en muchos casos la consideración de las asignaturas del profesor y del papel que les atribuye el currículum (carga horaria) y la tradición, pudiendo haber, por ejemplo, un profesor de arte que permita a sus alumnos alcanzar un conocimiento y una sensibilidad que constituyan pilares básicos de sus vidas?
Para añadir otro ángulo a la reflexión añadiré otra idea: hace unos días escuchaba una entrevista a uno de los fotógrafos españoles más reputados actualmente. Indicaba que su profesión había dado un vuelco absoluto en los últimos años. Antes el fotógrafo hacía algo que no estaba al alcance de la población: hacer fotos y cubrir lugares remotos. Hoy millones de personas hacen fotos geniales en cada rincón y en torno a cualquier tema, por tanto el gremio debe redefinir su profesión y aportar valores que les distingan y les hagan ser cosiderados por sus clientes (editores, compradores individuales, etc.) Así, el profesional actual se ocupa de planificar sus proyectos, hacer las fotos, buscarles salida, editar libros, promover conferencias, organizar cursos y viajes, etc. Los que no se han adaptado a estas nuevas condiciones, han sido apartados del proceso. Conforme escuchaba sus palabras, me planteaba si cabía la analogía con el sistema educativo. Hace unas décadas el profesor tenía acceso a un conocimiento que la gran población no poseía. Era el responsable de su transmisión. Hoy en día, en primaria al menos, el conocimiento que se transmite está al alcance de la mayor parte de la población. ¿Cuál es el papel entonces del maestro? ¿se ha ajustado a la nueva situación? ¿debe redefinirse su oficio como el del fotógrafo , aunque no corra peligro su puesto a diferencia del fotógrafo? ¿debe dejarse llevar y desempeñar el papel secundario que ahora parece tocarle? En definitiva: ¿qué ha de pretender la escuela y qué ha de hacer el maestro en consecuencia? ¿qué personas quiere la escuela que haya en el futuro? ¿cómo queremos que sea el futuro? ¿quién decide cómo ha de ser el futuro? ¿quién sabe cómo será el futuro? ¿están las personas con la sabiduría necesaria a cargo de estas decisiones o dependen en gran medida de ciclos y caprichos políticos?
No sé si les parecerán coherentes las dudas planteadas. Quizá las respuestas no sean vitales para hacer dignamente el trabajo cada día, pero sí para encarar con coherencia y rigor una gran cantidad de decisiones, con incidencia real y concreta en los alumnos, que se toman a lo largo del curso.
Para conocer una posición que defiende la transmisión de conocimientos, el papel central del profesor, la necesidad del esfuerzo, la lectura lenta y el análisis: La escuela contra el mundo, de Gregori Luri. Para un acercamiento a la pedagogía de la creatividad, del aprender a aprender, crítica con el sistema tradicional: Ken Robinson (entrevista en Redes) En el blog de Joselu, uno de sus interesantes artículos donde se exponen algunos puntos de vista del paradigma de la creatividad aquí nombrado.
Que tengan una buena semana y un buen comienzo de abril. En última instancia, estar vivos supone un milagro magnífico.