Despegando
Hoy es tres de enero de 2015. En vistas de que el año en curso estaba resultando tan grotescamente desafortunado, decidí ponerle fin y comenzar uno nuevo lleno de buenos propósitos y ese tipo de cosas que las personas solemos hacer en estas fechas. De momento han sido tres días buenos. Y en el peor de los casos, poco costará saltar al dos mil dieciséis.
Quizá he entendido tan escasamente lo que ha ocurrido en los meses pasados porque dejé de escribir, aunque lo más probable es que dejara de escribir justo porque no entendía ni lo más elemental que ocurría alrededor.
En apenas nueve días estaré trabajando en una nueva escuela. Una escuela pequeña y sencilla, como mi cerebro. Por ello espero encontrar la sintonía habitual con estos lugares. Comenzaré con algo ganado y es que habré abandonado el anterior centro escolar, que probablemente se insertará en mi historial personal como el lugar de trabajo con el ambiente más represivo y degradante. Un centro en plena armonía con los tiempos actuales, donde la presión de la burocracia, de las medidas dictadas siguiendo la última ocurrencia, del "hacer por cubrirse las espaldas", están poniendo en apuros enormes cualquier intento o maestro centrado en aportar algo de valor a los niños.
Espera una clase con unos pocos niños y casi todo por hacer, una vez más.