Es miércoles y, al margen de un buen puñado de papeles, quedan dos días para cerrar un círculo y comenzar a dibujar otro. Siete horas compartidas con los niños y nos despediremos. En tres meses retomaré la fascinante labor de ser tutor de niños de nueve y diez años, una edad maravillosa para estar a su lado.
Ayer leí un texto de Joselu que me encantó, así que lo comparto con ustedes. Joselu es probablemente mi mejor descubrimiento en la red. Es un lugar donde leer ideas densas, pausadas. Donde aprender títulos de muchos libros de lectura necesaria y donde se aprecia el trabajo de un profesor que intenta aportar a sus alumnos un punto de luz en medio de la oscuridad social a través del pensamiento. Allí he conocido a Fernando Pessoa, los Cronopios de Cortázar, referentes en la novela negra o de ficción, la atracción irresistible de la cultura africana, entre otros muchos regalos. También he conocido acciones muy especiales de una escuela que pretende algo más que pasar páginas de un libro de texto, como la de esos alumnos capaces de cortar el tráfico en hora punta mientras recitaban poesía. En sus palabras reconozco mis miedos y mis pesares, pues creo que compartimos una actitud vital de una manera singularmente cercana. Finalmente me ha acercado a otras palabras brillantes e imágenes relucientes, como las de Frikosal y Jordi Busqué. Allí he sabido de los amish que se alejan de la sociedad perdiéndose en la selva, de Carles Santasusagna y su aventura amazónica, de los magníficos cielos de
Me cuentan que hacer despegar un helicóptero puede costar varios miles de euros. Estos días vuelan sobre nuestras cabezas, a unos pocos metros del suelo, decenas de ellos en frenético ir y venir militar. Dicen que son maniobras. Hace dos días transité por su privilegiado terreno vallado de cientos de hectáreas considerando el valor de la quietud y el silencio sentido en ese lugar de la estepa cuando unos tipos aparecieron súbitamente saltando entre las matas de romero y esparto. Corrían, se escondían y disparaban. También hacían maniobras. En esta crisis de cachondeo, donde sólo se trata de mantener un sistema de producción basado en conceptos clave como destrucción y egoísmo, quizá podrían hacer esas maniobras menos amplias, más íntimas y humildes. Quizá podrían dejar de jugar a las guerras y de paso evitarían un ridículo espantoso en medio del monte. La especie superior, pensaban los alacranes mirándoles incrédulos y atónitos desde las piedras.
Hace muchos meses que no escribo sobre bajarme del barco; hoy les puedo decir que cada instante siento mayor rabia e impotencia ante el mundo en el que vivo. Hoy creo que quizá un pequeño pueblo pirenaico aún no arrasado no sea suficiente. Quizá el destino esté en otro país o en otro continente, donde poder vivir con miseria pero manteniendo la dignidad.