viernes, 28 de junio de 2013

NIÑOS LAGARTIJA EN MUNDOS IRREALES.

Mientras el curso va acabándose, indolente, ajeno, como empezó y como ha sido mientras ha estado, me he encontrado por el pasillo con la Niña Lagartija. En cinco minutos ha saltado veinte veces, ha realizado varios ejercicios gimnásticos, ha trepado por mi espalda, por la pared, me ha contado lo que ha hecho en los últimos días y lo que va a hacer en los siguientes, incluso ya tiene planes para el curso próximo. Ella no sabe que probablemente se inicie el procedimiento para que valoren si sufre algún trastorno moderno relacionado con la hiperactividad o el déficit de atención. Si esta evaluación concluye afirmativamente la Niña Lagartija tomará unas pastillas que la convertirán en una Niña Tranquila adaptada a las circunstancias: escuchará durante horas a los adultos sin molestar, estará sentada cinco horas, al menos, cada día sin moverse, etc. Una evaluación alternativa de la Niña Lagartija fácilmente podría concluir que es una niña con energía desbordante, con pasión por moverse y jugar, por aprender. Una niña que está descubriendo su cuerpo y el Mundo, en resumen. Una niña y nada más.

Este curso que en un par de horas desaparecerá del presente acudiendo al inexistente pasado ha planteado muchas analogías con la escuela de Peñarroya de Tastavíns en la que trabajé hace ya cinco años. La diferencia principal es que entonces mantuve una actitud negativa ante las situaciones que no comprendía y ahora he aprendido en alguna medida a centrarme en hacer mi trabajo del mejor modo posible y dejar pasar los problemas en los que no puedo aportar nada para su solución. Quizá tal como funcionan muchas escuelas debería ser esta una asignatura importante en nuestra formación: Didáctica subterránea o El maestro que siempre asiente podrían ser denominaciones acertadas.

Una de las mejores emociones de los últimos meses de curso, del curso realmente, ha sido la visita de los niños de Ansó al colegio Jean Piaget. Celebraban una actividad de convivencia por tercer año consecutivo y tuve la suerte de poder colaborar con ellos por haber participado en la idea los años precedentes. En primer lugar, para el órgano del afecto, allí donde se encuentre, es un gran privilegio reencontrarme con alumnos con los que tan feliz fui y comprobar que me recuerdan con cariño, que se despiden con un sentido abrazo. Es maravilloso también comprobar su maduración, la evolución de su expresión, de su pensamiento. Dentro de esos días de alegrías, otra enorme fue la de comprobar cómo mi excelente compañera en Ansó, Carmen, acompañante de los niños en este caso, disfrutaba la gran experiencia de conocer el Jean Piaget durante tres días: los niños, los maestros, los cientos de ideas que circulan atareadas por los pasillos de un sitio para otro en cada instante. Probablemente tuve mi mejor versión de maestro cuando trabajaba con Carmen; le he contado tantas cosas sobre esta escuela que me encantó que pudiera vivir en primera persona muchas de esas historias escuchadas y que acabara tan satisfecha con la actividad y agradecida por haber participado en ella. También me quedo con la combinación en la cara de los maestros participantes de cansancio por tres días llenos de trabajo y de alegría al observar a los niños que volvían a vivir una experiencia muy importante para su formación.

Ayer compartí con algunos compañeros, algunos de los mejores maestros del planeta, un tiempo que dedicamos en buena medida a hablar del curso. Después de tratar abundantes temas con variados puntos de vista, me fui a casa considerando por qué esta corriente que se impone en las escuelas nos obliga, o pretende obligar, a actuar de una forma tan artificial, de una forma que no funciona y que nadie aplica en su vida ordinaria, con sus amigos, con su familia. ¿Por qué en la escuela no actuamos con la normalidad que rige otros órdenes de la vida y nos empeñamos en aplicar normas y leyes que no tienen absolutamente nada que ver con la realidad?

lunes, 10 de junio de 2013

YA ES DIEZ DE JUNIO OTRA VEZ.

Para los que contamos nuestra vida con los ciclos escolares, junio significa otro año más de viejera, de echar la vista atrás y repasar lo trabajado, de hacer buenos propósitos para el próximo curso. Es nuestra navidad.

Este es con seguridad el curso en el que menos cosas he contado. Me da la sensación de que no han ocurrido sucesos interesantes durante el curso. Siento que apenas he hecho mi trabajo decorosamente.

Acabo de enviar un correo a una compañera y he escrito sin querer “El tiempo transcurre zigzagueante, sin sobresaltos ni emociones” (¿de dónde vendrán las palabras que surgen sin dar tiempo a ser pensadas?). Al aparecer esta frase frente a mí he considerado que quizá esto sea lo normal en un paisaje de llano. Igual que el río discurre mansamente, serpenteante mientras abraza con suavidad cada elemento del paisaje, las emociones también se adaptan al llano y surgen de forma tranquila, en un caudal ancho y controlado, apenas inundando unos pocos corazones en dos o tres riadas anuales. Quizá la dificultad sea precisamente sincronizar un espíritu lleno de barrancos e impetuosos torrentes con esta inmensa llanura previsible y calmada. O quizá lo anterior sólo sean palabras y la realidad no tenga nada que ver con ello.

Pensando en el curso he llegado a otra conclusión sobre la diferencia con otros años en los que he sido tutor. La labor de la tutoría me permitía recoger de los alumnos gran cantidad de experiencias, mensajes, aprendizajes… el trabajo establecía una especie de diálogo enriquecedor con ellos. Sin embargo, observo este curso y el diálogo se muestra más bien como un monólogo donde lanzo mi mensaje, lo niños hacen y pronto se van. Enseguida llega otro grupo y vuelta a empezar. Siento que la parte que los niños me devuelven es mucho menor en este caso.


En unos pocos días los alumnos de Ansó que tuve como tutor acudirán a la escuela Jean Piaget de Zaragoza para realizar por tercer año consecutivo una convivencia de varios días y celebrar esta vez el premio que ganamos el año pasado por nuestro trabajo compartido. Esta vez tendré la suerte de poder estar con ellos como invitado. Seguro que volverá a significar una experiencia valiosa para todos.