domingo, 19 de marzo de 2006

DESPEDIDAS.

Jaime sigue obligándome a que titule mis artículos, así que, una vez más (y ya son muchas), espero complacerle.

Los últimos días hablando de mi triste concurso de traslados siempre he recordado que entre mis ya varias despedidas de grupos recuerdo con especial cariño y pena la correspondiente a los grupos de gerontogimnasia de Huesca.

Esos años fueron muy especiales por muchas razones: vida independiente, ciudad bonita y agradable, buenos años de estudio, descubrimientos, ajetreo, etc. Pero esos alumnos tienen la mayor parte de culpa. Fue mi primer trabajo estable en que trabajé con muchos y variados grupos. Recuerdo un comienzo muy complicado, con muchas dudas, cuestionado a veces. Pero después, la experiencia, el cariño, los problemas, ..., de todas esas personas hicieron ese milagro de convertir ese trabajo en algo que va bastante más lejos, y acaba implicándote de manera muy personal. Ya he dicho otras veces que es por lo que me gusta mi trabajo.

Como digo, la despedida fue un trance para mí. En ese momento, las clases ya eran un poco más que sesiones de gimnasia. Muchas veces recuerdo muchas anécdotas, personas, cuento anécdotas de esta época a mis alumnos actuales, y cuando tengo la suerte de poder pasear por Huesca confío en encontrarme con alguna de estas personas.

Hoy me ha escrito unas de estas alumnas, Pilar, como suele hacer cada cierto tiempo. Pilar fue maestra, y siempre me animaba con mis estudios y me decía que tuviera paciencia y esperanza. Como le he dicho, cada uno de sus mensajes es una gran alegría. Además, me manda recuerdos de las otras compañeras que aún continúan ejercitando el cuerpo. Y que, tras varios años (3), me sigan recordando es todo un honor.

Creo que hasta este momento, los alumnos me han enseñado a mí mucho más que yo a ellos. Es una deuda que siempre quedará pendiente.