viernes, 2 de diciembre de 2005

Hoy he hablado con una persona muy cercana que trabaja en la docencia en secundaria en un colegio concertado en Zaragoza. Hay cosas que son como son y es que no pueden ser de otra manera. Me contaba sus problemas, grandes problemas, a la hora de cumplir con las programaciones, de controlar la (in)disciplina, de exigir que no puede llegar a las 8 a.m. y descubrir que el grupo no está porque se han ido de excursión y nadie le ha avisado. Una agradable sensación me ha recorrido el cuerpo al sentirme tan contento y feliz en mi colegio, tan alejado de todos esos problemas de la ciudad y de secundaria. Algún día contaré como un pobre muchacho como yo, de los que enseñan "volteretas" (Federico Jiménez Losantos dixit), acabó "enseñando" lengua a unos muchachos fieros, con barba y hormonas de 3º de ESO. (Dios mío).

Los problemas de esta persona son los problemas de mucha gente que trabaja en este contexto. Cada persona da sus explicaciones. Hace poco murió mi profesor de Física, Javier Faci (para mí es ese profesor que cada uno recuerda de un modo especial; maldita enfermedad), y él decía que cada generación de alumnos que le llegaban eran peores, y que no se refería a nada que tuviera que ver con distintas formas de ver la vida, de distintos intereses, etc; decía que sencillamente eran más vagos e indisciplinados. Lo que yo tengo claro es que cada miércoles del curso pasado me iba a casa a las 14h con sensación de enfado, tristeza, impotencia y resignación.

Estos días estoy descubriendo nuevos elementos de la red, del entramado educativo: son los consejos escolares, la intervención de los padres, las tensiones de éstos con el equipo directivo. No tengo aún clara mi opinión sobre el papel que deberían cumplir los padres en la escuela. Desde luego, estoy descubriendo algunos conflictos donde considero que el papel asignado a los mismos, su capacidad de intervención (de entorpecimiento, algunas veces) es excesivo.

En todo caso, el trato con éstos, dada su heterogeneidad de formación, de intereses, perspectivas, etc., me sigue pareciendo una de las cuestiones más difíciles de mi trabajo.

Guardo un recorte de periódico de un psicólogo italiano, Andrea Fiorenza, al hilo de la indisciplina del alumnado y del papel de los padres en la escuela, en la que afirma que "actualmente los roles de los padres y de los profesores están cambiados".

Me confirman que mis alumnos del CRIET han pasado una buena semana, y que mañana llegarán con mucho que contar. Parecerá una tontería, pero ya les echo de menos. Y, si el fin de semana me voy del pueblo, pronto tengo ganas de volver a la escuela el lunes. Supongo que esto explica fielmente el tipo de trabajo que tengo.