domingo, 2 de agosto de 2015

EL SEGUNDO AÑO.

Creo que en el mundo de los maestros con plaza definitiva no he desarrollado un recorrido profesional demasiado típico: he estado en seis centros distintos un máximo de dos años. Ya he escrito en ocasiones que este hecho tiene su parte positiva y su lado negativo: conozco bien la realidad educativa general de Aragón (centros mastodónticos urbanos, pequeñas escuelas rurales, centros de educación especial, CRIEs, etc.) pero, por la otra cara, siempre he sentido con claridad que el segundo año en el centro permite un rendimiento muy superior al primero y me he quedado con las ganas de vivir el tercero, que imagino con más posibilidades aún de recoger beneficios de proyectos a medio plazo. Pienso en los maestros que han pasado veinticinco o treinta años en un mismo lugar con envidia ante las posibilidades que otorga tal estabilidad.

Considerada mi movilidad, los segundos años se plantean como momentos en los que tengo que esforzarme especialmente, pues representan lo más parecido al tiempo de recoger los beneficios del medio y largo plazo. Llevo unas semanas pensando en muchas ideas... tengo la suerte de haber trabajado con un grupo de niños magnífico, con alumnos muy implicados, con ilusión por la escuela... por tanto con muchas posibilidades ante propuestas variadas. Hay ya en movimiento ideas sobre la escritura de un libro, sobre proyectos en torno a la Naturaleza y la ciencia, una posible colaboración con otra escuela que resultaría, con seguridad, magnífica... La carpeta "Ideas" esta llena de líneas tan desordenadas como llenas de buenas intenciones.

Así se van descontando los días de vacaciones, mientras los días de la vida avanzan sobre una estrecha y destensada cuerda floja bajo la que surge un abismo negro e infinito. Espero la vuelta al trabajo porque los niños son capaces de llenar de sonrisas y trabajo optimista un buen porcentaje del día.