Entrenando la percepción: perspectiva del saltamontes (afortunadamente, parece ajena a la estrepitosa ciudad y sus avances).
En todos los aspectos de la vida los comportamientos y concepciones en torno a algo concreto se van modelando conforme se conoce y se interactúa con ello. Si, además, el objeto de consideración es profundamente especial, ese modelado que se produce en las percepciones es aún más sorprendente.
Comencé el curso desorientado, cada alumno me sorprendía e incluso asustaba, no sabía nada de sus vidas, de sus maneras de entender, de expresar, de sus modos de mirar y de sentir, no sabía de un sistema de trabajo que exigía grandes dosis de cooperación e ilusión, no sabía…
Ahora, cuando observo algunos avances notorios en algunos grupos o niños, me planteo si realmente es un avance, o simplemente he aprendido a mirar, a interpretar sonrisas, detalles, pequeños movimientos o intenciones que meses atrás me resultaban inaccesibles y desapercibidos.
Hemos conseguido alcanzar algunas situaciones de buena conexión entre alumno y maestro que echaba íntimamente de menos, pero por caminos diferentes. Hemos alcanzado el mismo punto que otros años, hemos sentido cosas parecidas, aún sin existir comunicación oral, estando la motricidad alterada, o los sentidos limitados.
Y jugando con la vida, con el trabajo, con lo interior o lo exterior, jugando…, confirmo que la normalidad no existe, que es una mentira, un pacto que aceptamos cada mañana, pero que se diluye cada instante.
Nota: he aprendido las pautas básicas de supervivencia que ya me permiten robar un pedazo de felicidad, pero aún no sé nada.
En todos los aspectos de la vida los comportamientos y concepciones en torno a algo concreto se van modelando conforme se conoce y se interactúa con ello. Si, además, el objeto de consideración es profundamente especial, ese modelado que se produce en las percepciones es aún más sorprendente.
Comencé el curso desorientado, cada alumno me sorprendía e incluso asustaba, no sabía nada de sus vidas, de sus maneras de entender, de expresar, de sus modos de mirar y de sentir, no sabía de un sistema de trabajo que exigía grandes dosis de cooperación e ilusión, no sabía…
Ahora, cuando observo algunos avances notorios en algunos grupos o niños, me planteo si realmente es un avance, o simplemente he aprendido a mirar, a interpretar sonrisas, detalles, pequeños movimientos o intenciones que meses atrás me resultaban inaccesibles y desapercibidos.
Hemos conseguido alcanzar algunas situaciones de buena conexión entre alumno y maestro que echaba íntimamente de menos, pero por caminos diferentes. Hemos alcanzado el mismo punto que otros años, hemos sentido cosas parecidas, aún sin existir comunicación oral, estando la motricidad alterada, o los sentidos limitados.
Y jugando con la vida, con el trabajo, con lo interior o lo exterior, jugando…, confirmo que la normalidad no existe, que es una mentira, un pacto que aceptamos cada mañana, pero que se diluye cada instante.
Nota: he aprendido las pautas básicas de supervivencia que ya me permiten robar un pedazo de felicidad, pero aún no sé nada.