martes, 16 de septiembre de 2008

UNA SONRISA.

Pajarico realizando un curso de formación en su descanso migratorio

El desdichado zarcero, un pajarico de unos pocos gramos que está en plena migración, se acercó para decirme que tranquilo, que también pasan por aquí de vez en cuando esquivando coches y edificios. Que siempre habrá algún agujero para meter un rato la cabeza. Lógicamente, lo enseñamos en las clases, lo curamos, le dimos una buena ración de larvas de mosquito, y felizmente pudo continuar su increíble viaje.

Lo poco que he leído sobre evolución y psicología parece demostrar a las claras que los sentimientos que despiertan los niños en los adultos tienen relación con la conservación de la especie. Esa ternura que generan las crías de los humanos no es sino un mecanismo evolutivo para asegurar la perpetuación de la especie a través de la protección de los adultos. Una mera fórmula. Cuatro reacciones químicas que activan unos lugares concretos del sistema nervioso …

Conocer esta explicación de nuestro comportamiento, averiguar que no tenemos apenas control del mismo, sino que está determinado completamente por un mecanismo evolutivo, bien pudiera generar cierta frialdad: una explicación tan asépticamente científica sobre unas sensaciones y sentimientos tan personales representan una extraña combinación. Pero no, ni frialdad ni nada. Está claro que las razones de la evolución son mucho más poderosas que nuestros azarosos y variables pensamientos.

Bien, todo este embrollo para simplemente decir que cada día que pasa me encuentro más tranquilo en la escuela, más contento con los niños. Voy aprendiendo sus expresiones, sus gestos, sus sentimientos y emociones, y ellos van conociéndome también a mí. Y, a lo que iba, un niño que se acerca, tira de ti, te da un beso y se va, o una mano que se mueve dubitativa por el aire hasta rozar y agarrar la tuya, o unas miradas iniciales sorprendidas y curiosas que concluyen en una magnífica sonrisa que alegra el mes entero, seguirán significando, aquí o allá, algunas de las razones por la que ser maestro se encuentra entre las dos ocupaciones más bellas del planeta.