domingo, 7 de diciembre de 2008

SOBRE LA MALDITA Y MARAVILLOSA BROMA QUE ES LA VIDA.

Un lugar de serenidad, regalo de Pablo.

Lo he escrito ya muchas veces, cada minuto aumenta mi obsesión por otra vida que sólo veo representada en el mundo rural, en un lugar alejado y ajeno de la vida actual, un sitio donde, como dice Joselu de los africanos, ser feliz por ser y no por tener. Cada película, cada libro, cada lectura, cada situación, aún la más insignificante, la acabo interpretando bajo este pensamiento y siempre llego a las mismas conclusiones: el sentido de mi vida se diluye, se pierde por completo, si soy miembro de una forma de vivir tan injusta e irracional. Vivo rodeado de imágenes que me entristecen, que me desorientan; necesito únicamente un lugar que me permita pensar, leer, mirar, o caminar con serenidad, que me devuelva un reflejo transparente y tranquilo de la vida.

Y es lo mismo cruzar la calle sin ver atisbo alguno de montañas; o volver a disfrutar de Ser y Tener y recordar que ya fui en alguna medida un maestro que pasa tardes deslizándose en trineo con los niños, que trabaja en el silencio y soledad de la noche, y que siente la fortuna de compartir cada día con sus variados y felices niños rurales; o encontrar el pequeño video sobre la historia de las cosas; o sorprenderse viendo Baraka, la recomendación del amigo islandés, con sus imágenes bellas, los preciosos contrastes y texturas del mundo, y también los hipnotizados, impuestos y acelerados ritmos urbanos e industriales que tan evidente sensación de plaga sugieren; o leer las palabras del Dalai Lama, o las del cardiólogo Valentín Fuster, o las del psiquiatra Luis Rojas, o prácticamente las de cualquier libro que pasa por mis manos; o, sencillamente, mirar por la ventana y observar la infinita sucesión de carreteras, coches, fábricas, edificios enormes. Da igual, es todo lo mismo, llego sin remedio al mismo punto. Por alguna parte, en el alma, en las tripas, en el espíritu, o donde sea, siento la necesidad de que llegado el momento de dejar de existir los recuerdos que se amontonen atropellada y confusamente en la memoria tengan una consistencia y unas propiedades muy especiales.