Ya es diciembre de 2012.
Seguimos con vida, así que debemos mantener el intento de aprovecharla.
Hace unos días concedieron un
premio al proyecto de colaboración mantenido los dos años anteriores entre la
escuela de Ansó y el CEE Jean Piaget. Seguramente servirá como estímulo para
mantenerlo. También hace unos días recibí una carta de un querido alumno ansotano.
La carta giraba en torno a unas experiencias que había vivido con el tema de la
discapacidad de fondo. Este niño es magnífico: la sensibilidad ante cualquier
circunstancia en una de sus grandes virtudes, pero considero que la escuela le
ayudó a canalizar ese don hacia un contenido que de otro modo quizá no hubiera
conocido. “Conduce, cocina, pinta, lee, escribe…, y siempre dice que la
discapacidad no está en el cuerpo, sino en la mente y el corazón. (…) Me parece
increíble la gran fuerza de voluntad que tiene porque, aún no teniendo pies, en
vez de rendirse siguió luchando”. El verdadero reconocimiento del trabajo
escolar se encuentra en el crecimiento personal de los niños.
En buena parte motivado por
la carta anterior, acudí el fin de semana a ver a mis alumnos del año pasado. Habían
pasado cinco meses y ya era momento para superar, o aparcar, el duelo por las
montañas, los niños libres y la vida simplificada. En los dos días pude
compartir múltiples situaciones. En sintonía con el párrafo anterior, los niños
aludieron a libros, noticias, personas…, que de algún modo habían conocido en
la escuela, lo que es un motivo de alegría, pues creo que la escuela tiene una
notable función en ensanchar el mundo que se representa en su mente y dedico
buen porcentaje de los esfuerzos pedagógicos a ello.
Por último, dejaré aquí
escrita la memorable anécdota de la niña silvestre que, habiendo perdido su
diente, intentó engañar al Ratoncito Pérez con un diente de cabra primero y
otro de jabalí después. Lógicamente el pobre ratón escapó anunciando el cese
del negocio.
Que tengan una saludable
semana.