Observar el mundo es un ejercicio cada día más complicado y desagradable: mueren personas que idearon bombas atómicas "muy sanas y morales", los medios de comunicación crean sus interesados espejismos y nos acribillan cada segundo con la maldita basura bursátil y financiera, ese asunto que atañe directamente a un porcentaje exiguo de la población y que nos acaba afectando profundamente a todos, en la escuela seguimos remando en corrientes de hace cuarenta o cincuenta años, castigando a los niños copiando poemas o comprando su voluntad con pequeños chantajes (y por eso vuelvo a buscar otro trabajo, pero es que no sé hacer nada), los políticos siguen su carrera particular para demostrar su absoluta carencia de ética y sabiduría y su insoportable vacuidad, ..., y pronto llegará la feliz navidad donde comeremos hasta vomitar, compraremos hasta perder el sentido, ..., y así haremos que nuestros contenedores de basura sean bellas metáforas del magnífico mundo que hemos organizado.
El día a día también tiene anécdotas divertidas, como la llegada a la escuela de un paquete del banco BBVA que nos propone material para trabajar con los alumnos en torno a los valores. ¿No les está dando un desternillante ataque de risa?
Como decía, no cambio de profesión porque no sé hacer otra cosa y no conozco qué oficio podría desarrollar en una cueva. Además, llegar por la mañana a la escuela y ser recibido por diez niños sonrientes y felices en medio de un paisaje nevado es un gran argumento para olvidar la (gran) fuerza de las personas grises y enfadadas. Más aún si a escasos ciento cincuenta centímetros picotea la comida que colocamos en la asignatura de alternativa (ese difuso concepto...) un precioso carbonero, y todos podemos contemplarlo durante un minuto de silencio y alegría compartida.
Que tengan buen fin de semana y que los índices bursátiles les sean propicios.
El día a día también tiene anécdotas divertidas, como la llegada a la escuela de un paquete del banco BBVA que nos propone material para trabajar con los alumnos en torno a los valores. ¿No les está dando un desternillante ataque de risa?
Como decía, no cambio de profesión porque no sé hacer otra cosa y no conozco qué oficio podría desarrollar en una cueva. Además, llegar por la mañana a la escuela y ser recibido por diez niños sonrientes y felices en medio de un paisaje nevado es un gran argumento para olvidar la (gran) fuerza de las personas grises y enfadadas. Más aún si a escasos ciento cincuenta centímetros picotea la comida que colocamos en la asignatura de alternativa (ese difuso concepto...) un precioso carbonero, y todos podemos contemplarlo durante un minuto de silencio y alegría compartida.
Que tengan buen fin de semana y que los índices bursátiles les sean propicios.