sábado, 25 de mayo de 2013

SALIDAS PEDAGÓGICO-CAMPESTRES.


Es difícil precisar el límite entre la obviedad y el acierto de ver la solución sencilla que frecuentemente pasa desapercibida.

En los últimos días hemos realizado unas salidas a una zona natural del entorno con los niños de segundo. Me resulta muy difícil programar en EF el bloque de Actividades en la Naturaleza en un centro tan grande, con tantos niños y clases, donde los desplazamientos, la colaboración familiar… son asuntos tan complicados en comparación con mis escuelas rurales. Por eso decidí abordar estos contenidos desde actividades puntuales. No me parece la mejor manera, pero al menos me quedo tranquilo al haber abordado de algún modo el citado bloque.

Desde que comenzamos a caminar las diferencias entre los niños son gigantes. Un porcentaje muy grande vive completamente de espaldas a la naturaleza y al movimiento. Por una parte, estos niños se cansaban muy pronto, sentían miedo en situaciones sorprendentemente normales, protestaban con frecuencia, preguntaban insistentemente por la hora de comer, por la hora de volver, etc. Pero, por otra parte, en cinco minutos de camino no especialmente llamativo ya habían acumulado vivencias de inusitada intensidad: un perro por aquí, unas piedras pos allá, una morera, un nogal, un cernícalo, un vencejo atrapado, el rebaño de cabras, el camino compartido con los amigos, etc. Las diferencias también son muy palpables cuando contemplas a niños que tienen desarrollada la mirada y el interés hacia estas actividades y que están atentísimos e interesados en lo que va deparando el entorno sobre fauna, ciclos naturales, geología, etc., frente a otros cuyo mundo queda muy lejos de estas cuestiones milagrosas que no consiguen apenas su atención; al contrario, aburrimiento.

Al final de las jornadas los niños han acumulado dos o tres horas caminando y otras tantas jugando sin parar: fútbol, combas, juegos de pillar, columpios… la estampa de ver cincuenta niños liberando energía a raudales es muy sorprendente, es una gran manifestación de vida, a pesar de los gritos.

Lo que planteo, tras lo descrito, es que nuestro cuerpo, especialmente el de los niños, está diseñado para moverse sin parar. La vida moderna podrá ser todo lo tecnológica, urbana,y maravillosa que cada uno quiera creer, pero no puede ir en contra de la naturaleza humana sin encontrar problemas. El movimiento en los niños no es una opción, no es cuestión de la EF, de las visitas al parque infantil durante veinte minutos de vez en cuando, de la extraescolar dos días a la semana. Es una cuestión de estricta necesidad, y creo que su desatención no sólo tiene que ver con el desarrollo motriz y los alarmantes parámetros de salud (obesidad infantil, por ejemplo), sino también con el desarrrollo cognitivo y social del niño. En definitiva, con su desarrollo personal equilibrado.

lunes, 20 de mayo de 2013

DIARIO DE UN APRENDIZ DE MAESTRO.

El pasado sábado fue presentado un hijo digital, a falta de los de dos patas y ojos.

Se trata de Diario de un aprendiz de maestro, una selección de los textos de índole pedagógica de este blog. El Diario dedica un capítulo a cada uno de los destinos por los que he pasado: Ansó, Peñarroya de Tastavíns, CEE Jean Piaget, Ansó. Tiene el privilegio de contar con la introducción del profesor Antonio Viñao, de la Universidad de Murcia, y de estar editado por el Museo Pedagógico de Aragón, desde donde se puede descargar gratuitamente:


La presentación internacional del libro permitió realizar algunos asuntos trascendentes como reencontrarme con mi hermano pedagógico del Matarraña, disfrutar de la actuación del espectacular Pepín Banzo y conocer al gran Chema Lera.

Este Diario ya es de quien lo quiera leer. 

domingo, 12 de mayo de 2013

PSICOPEDAGOGÍA PARA PERROS.


El experto en psicología humana, el perro filósofo Tastavín, durante sus meditaciones semanales.

Varias familias me han dicho durante este curso que EF había dejado de ser la asignatura favorita de su hijo. Este dato da lugar a variadas interpretaciones y reflexiones. En primer lugar, si la idea es expresada con el ánimo de buscar las razones del descontento, de la desmotivación, …, e intentar remediarlas, bienvenida. Pero en algunos casos he sentido que el razonamiento se quedaba atascado en el mismo punto donde la frase acababa. Como si existiera una obligación de que EF fuera la asignatura predilecta de todos y en caso de no ser así había que observar la certeza de que algo malo estaba pasando, o, peor aún,  de que algo estaba haciendo mal el profesor.

Vuelvo a la idea ya expresada al respecto de otras situaciones: dar clase cada semana a tantos niños multiplica y acelera las situaciones que se suelen vivir en una escuela pequeña. En el caso del que estoy hablando hay situaciones muy obvias: alumnos sin límites de comportamiento que consideran la asignatura un recreo donde hacer el bruto, que se sorprenden cuando no se les permite descontrolarse y que acaban mostrando a sus padres su descontento con la asignatura y el maestro. En ocasiones los padres consideran que esos límites planteados a su hijo van a crearle una frustración que no es positiva con su maduración y crecimiento libre y sin ataduras, etc, y acaban muy enfadados también con el maestro.

Esta semana he acabado antes de la hora dos clases con diferentes grupos de cuarto. Los grupos de 25 alumnos requieren de cada niño un nivel de orden y seriedad suficientes para que la sesión se desarrolle con normalidad. En estos casos, este ambiente no se estaba dando, reinaba el cachondeo, el despiste, y se sumaron conflictos personales con insultos y amenazas. Así, di por finalizado el trabajo y nos fuimos a clase a hablar. Paréntesis: me preocupa mucho la parte de responsabilidad que tengo en el ambiente del grupo, pues el desarrollo de las clases depende en un porcentaje enorme de cómo el maestro las plantea y  cómo resuelve las anomalías que se van sucediendo.

En el momento de analizar lo sucedido, ya en el aula, habiendo perdido en ambos casos la mitad del tiempo de EF, ocurre el segundo problema, que me parece aún más sorprendente y quizá más grave: los alumnos mantienen un comportamiento alegre, de risas y bromas, mostrando que son absolutamente ajenos a la gravedad de la situación. Para mí, acabar una clase antes de hora es probablemente la medida más grave que puedo tomar. Me parece que los comportamientos negativos, los insultos, las peleas, …, se van asumiendo como normales y cuando les hablas de ese tipo de situaciones te miran pensando algo parecido a “¿pero qué le pasa a este tipo, si no ha pasado nada que no suela pasar otras veces, si todo es más o menos normal?”. Cuando estos problemas, o similares, se repiten varias veces en pocos días, cuando acabo frente a los niños enfadado, hablándoles del respeto, la responsabilidad individual, …, y ellos me miran sorprendidos, una parte de mis conexiones neuronales acaban enredadas con el pensamiento de si no seré yo el problema, si no seré realmente quien ve como extrañas e inasumibles situaciones perfectamente normales. Quizá haya llegado al punto de desconexión generacional en el que ya siempre creeré que los jóvenes de hoy son maleducados, vagos, etc.

Me acuerdo en estos casos también de los jóvenes adolescentes del colegio La Anunciata, que sacaban en clase de Lengua y Literatura el periódico deportivo, leían un rato, dormitaban unos minutos, y al despertar se dedicaban a hacer lo que les venía en gana, ya fuera gritar o hacer comentarios graciosos. Habían llegado a un punto en el que consideraban esa situación como tolerable, y ningún profesor era capaz de revertirla.

Hace dos días respondí a un correo de una madre que se interesaba por estos asuntos y le escribí, entre otras cosas, que este curso estoy siendo maestro de EF en un 40% y maestro de conflictos en el 60% restante. Es un hecho que me tiene muy preocupado, más pensando qué parte de responsabilidad me corresponde. El experto en comportamiento perruno y estrella mediática César Millán aplica siempre la misma fórmula en sus casos caninos: ejercicio físico, disciplina, cariño (y en ese orden). No sé hasta qué punto es una reducción tremendamente simplista considerar que los problemas analizados en mi asignatura, y el comportamiento de los niños a nivel general, tienen gran relación con esta fórmula. Quizá los psicopedagogos me crucificarían ante semejante analogía.