sábado, 18 de abril de 2015

DAVID LYNCH, JARI LAVONEN Y LOS INSPECTORES DE EDUCACIÓN CHARLAN EN UN BAR.

Una de las posibles escuelas

David Lynch ha contratado a los inspectores educativos aragoneses para su próxima película. Distintos planos temporales, confusión entre lo real y lo imaginado, desenlaces inesperados...

En los últimos meses he podido opinar en distintos lugares acerca de las escuelas y su situación actual. Estando inmersos en el desbarajuste LOMCE, con la administración ofuscada en la aplicación de sus miles de indicadores que nos acercan a una cadena de montaje,..., mi opinión ha sido la de siempre: la clave del asunto está en los maestros. Mientras seamos un cuerpo escasamente formado, escasamente considerado, escasamente esforzado... dan prácticamente igual todas las medidas que se apliquen. A las escuelas pueden llegar personas brillantes con muchas ganas de trabajar por los niños o personas mediocres con ganas de vacaciones y escasa implicación. Y llegan las segundas. La carrera para ser maestro es un coladero de personas sin interés en lo que allí se juega, y a ella acceden los estudiantes con peores notas y menos ganas de esforzarse. 

A este respecto, siempre recuerdo una lectura que nos sugirió un profesor en la Universidad. Era un libro de Fernando Sánchez Bañuelos y recogía las opiniones de los estudiantes de distintos campus acerca de las distintas carreras y, en concreto, sobre magisterio. La lectura era desoladora: "porque no me apetece esforzarme demasiado", "porque es una carrera fácil", "porque luego puedo ser funcionario"... eran algunas de las respuestas que recuerdo de los matriculados en magisterio. Además, los estudiantes de otras carreras contemplaban la carrera de magisterio como una ridiculez llena de juegos, trabajos sin sentido y poco esfuerzo. 

Estos días pasados han podido leerse datos recientes en un estudio con similar objeto de análisis. Se valora dónde se dirigen los alumnos con los expedientes más brillantes. las carreras con mayor prestigio no cambia respecto a las consideradas hace quince años en la obra de Sánchez Bañuelos. Por su parte, Magisterio ni siquiera es mencionada. Es destacable en los comentarios a la noticia el número tres, firmado por Alejandro Pina, que se presenta como uno de esos expedientes brillantísimos analizados y que defiende la decisión de optar por su vocación de Estudios Clásicos al margen de prestigios y nóminas futuras. Maravillosa excepción.

Me resulta fácil imaginar los cambios en las escuelas si a la carrera para ser maestro accedieran personas muy interesadas, muy inteligentes... y que accedieran a una formación muy rigurosa y exigente. Y a este respecto, es muy sorprendente esta otra entrevista al decano de la Facultad de educación de la Universidad de Helsinki, Jari Lavonen. En este caso, las respuestas ya no entran en el universo de David Lynch, son directamente ciencia ficción al ser leídas desde una pequeña escuela aragonesa. Entre las últimas reflexiones hay una que directamente me deja helado:

Nuestra visión de la educación es holística. Por supuesto que existe una correlación entre nivel educativo y progreso económico, pero hay algo más. Una persona educada tiene una vida más plena, más recursos vitales, cuida mejor de su salud, disfruta más la vida. Ese es al menos el objetivo.

Un responsable público hablando sobre una vida más feliz de los ciudadanos, citando que no todo se reduce a lo económico, que se plantea para los ciudadanos la búsqueda de una existencia más plena a través de la educación y la cultura. Ni Dalí entendería esto.