Generalmente mi desconcierto ante casi todo me incapacita para distintas tareas del vivir, pero respeta mi afición escritora. En los últimos días no ha ocurrido así, por lo que no he sido capaz ni de escribir, ni de pensar.
En cualquier caso, el objeto de estas líneas es desearles unos excelentes meses veraniegos, pues hasta dentro de varias semanas no volveré a aparecer por este lugar. Buscaré lugares remotos en los que no haya teléfonos móviles, ni redes inalámbricas, ni artilugios de este tipo. Necesitaré únicamente personas con las que hablar, niños sonrientes que observar, vencejos, corzos, sapos, robles, ríos limpios, escarabajos, cuatro o cinco libros,…, e intentaré seguir pensando en qué demonios significa estar vivo. Sobre esto último espero, al menos, tener algo decente disponible para decir a mis nietos dentro de treinta o cuarenta años. Si se da el caso, claro.
Y el curso próximo, otro invento. Ya les contaré.