lunes, 3 de diciembre de 2012

NIÑAS SILVESTRES Y DIENTES DE CABRA.


Ya es diciembre de 2012. Seguimos con vida, así que debemos mantener el intento de aprovecharla.

Hace unos días concedieron un premio al proyecto de colaboración mantenido los dos años anteriores entre la escuela de Ansó y el CEE Jean Piaget. Seguramente servirá como estímulo para mantenerlo. También hace unos días recibí una carta de un querido alumno ansotano. La carta giraba en torno a unas experiencias que había vivido con el tema de la discapacidad de fondo. Este niño es magnífico: la sensibilidad ante cualquier circunstancia en una de sus grandes virtudes, pero considero que la escuela le ayudó a canalizar ese don hacia un contenido que de otro modo quizá no hubiera conocido. “Conduce, cocina, pinta, lee, escribe…, y siempre dice que la discapacidad no está en el cuerpo, sino en la mente y el corazón. (…) Me parece increíble la gran fuerza de voluntad que tiene porque, aún no teniendo pies, en vez de rendirse siguió luchando”. El verdadero reconocimiento del trabajo escolar se encuentra en el crecimiento personal de los niños.

En buena parte motivado por la carta anterior, acudí el fin de semana a ver a mis alumnos del año pasado. Habían pasado cinco meses y ya era momento para superar, o aparcar, el duelo por las montañas, los niños libres y la vida simplificada. En los dos días pude compartir múltiples situaciones. En sintonía con el párrafo anterior, los niños aludieron a libros, noticias, personas…, que de algún modo habían conocido en la escuela, lo que es un motivo de alegría, pues creo que la escuela tiene una notable función en ensanchar el mundo que se representa en su mente y dedico buen porcentaje de los esfuerzos pedagógicos a ello.

Por último, dejaré aquí escrita la memorable anécdota de la niña silvestre que, habiendo perdido su diente, intentó engañar al Ratoncito Pérez con un diente de cabra primero y otro de jabalí después. Lógicamente el pobre ratón escapó anunciando el cese del negocio.

Que tengan una saludable semana.

2 comentarios:

Joselu dijo...

No tengo una gran capacidad para relacionarme con los alumnos. He perdido mucho de la empatía que tuve en otros momentos de mi historia académica. Tiendo a ser seco y poco lúdico, y ello me lleva a no tener especiales relaciones con la mayoría de mis alumnos. Sin embargo, con una pequeña minoría se establece una relación profunda no expresable con palabras. Quiero pensar que todavía tengo algo de fuego para dirigirme a adolescentes de este tiempo y de estas circunstancias.

Entiendo tu retorno a la escuela de Ansó y los felices momentos que te deparó.

Casi se me puso la piel de gallina dándome cuenta de qué no soy yo. Pero en fin, cada uno es quien es.

Feliz fin de semana.

Kikiricabra dijo...

Hola, Joselu.

Me alegro de leerte por estos lares.

Yo sí suelo tener una buena relación con mis alumnos. Primaria es muy diferente a secundaria, claro, y la escuela rural es diferente a la urbana.

En algunos casos creo que hay compañeros a los que incluso molesta o directamente desaprueban esta buena relación. Daría para hablar mucho tiempo. Como en todo, depende de qué tipo de persona eres y qué esperas de la vida. En cualquier caso, a mí me sale así la cosa esta de dar clase. Y puestos a dar clase sin saber si lo estás haciendo bien o no, al menos me queda la satisfacción de tener lazos estrechos con exalumnos, exfamilias y excompañeros.

Un fuerte abrazo.

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