Llevo toda la tarde
escribiendo. A una familia en apuros pedagógicos, a un niño, exalumno, magnífico,
y ahora que me siento frente al blog y tecleo estas letras. Hay miles de vídeos
y sentencias variadas que explican las razones de la escritura. Como en casi
todo lo demás, yo creo que nadie lo sabe a ciencia cierta. Ocurre que nos
encanta dar razones y explicaciones para todo. Hace un tiempo escuché una de
estas explicaciones y me gustó, pues al menos resultaba tremendamente
emocionante: la aportaba un escritor de prestigio y contaba la historia de un
submarino a cuyos tripulantes les quedaban unos minutos de vida a causa de una
grave avería. El capitán, me refiero al jefe del asunto, pues no domino la
escala jerárquica submarinil, en una de sus últimas acciones vitales anotó en
un pedazo de papel la situación del momento. Algo así como “6:53. El submarino
no aguanta. Falla la válvula equis y la turbina jota. En unos minutos todos
estaremos muertos”. ¿Para qué carajo busca papel y Boli un hombre al que le
faltan cinco minutos de vida? Esto se preguntaba el escritor para
posteriormente afirmar que justamente ahí encontraba él la semilla de la
escritura, en el movimiento interior irrefrenable, irracional, que nos lleva a
contar. En todo caso, después de ocho años, aquí sigo tecleando sin saber por
qué. Lo hago y nada más, esperando que no me queden, ni siquiera hoy, tan sólo
cinco minutos de vida. Espero que siempre me queden, en el peor de los casos,
quince minutos. Qué menos, con todo lo que hay que hacer.
martes, 27 de noviembre de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario