martes, 11 de diciembre de 2012

LIGADURAS CON LO YA VIVIDO.


Como hemos escrito de su pueblo, ha pedido aparecer en el retrato

Hace unos pocos días pude continuar las visitas a los pueblos donde he trabajado y a los antiguos alumnos con los que en esos lugares compartí algún curso. Si sigo con el carácter docente nómada como hasta la fecha, dentro de unos pocos años tendré que invertir una buena cantidad de gasolina para mantener vivo el recuerdo. Quizá sea un problema de personalidad que apunte a la dificultad para romper vínculos y seguir hacia adelante. Quizá vuelvo a buscar esa parte de uno que inevitablemente se reparten como botín los niños de cada escuela cada año. Como siempre, quién sabe.

Por una parte me resulta terrible recorrer las calles de un lugar del que un día fui parte. Ver las calles que utilicé a diario, la casa en la que viví, las personas que fueron mis vecinos… con los ojos de un turista dominguero es desagradable. Me siento ajeno, un intruso que invade un territorio que ya no le pertenece.

Por otra parte, vuelve a ser magnífico encontrar cariño y complicidad en miradas que no se cruzan con la tuya desde hace años. En concreto, en Peñarroya de Tastavíns pude ver a familias y niños que no veía desde hace más de tres años. En ese pueblo fui oficialmente maestro por primera vez, después del año de prácticas ansotano, por lo que forma parte de muchos de los recuerdos más intensos, tanto para bien como para mal, de mi profesión. La viejera que sin esfuerzo se va acumulando permite también observar la evolución de los niños. Dar clase en la etapa de primaria significa la posibilidad de observar cambios vertiginosos en muy poco tiempo, en lo concerniente a lo físico y a lo mental. Dejar a unos niños de diez años y encontrarlos con catorce o quince, o recordar niños que finalizan primaria y observarlos ahora cercar de acabar bachillerato, es una experiencia bien curiosa. Recuerdo a los niños que conocí y los comparo con los adolescentes que son ahora: la niña que tantos problemas tenía y que ahora tiene más y más gordos (habiendo tenido la esperanza de que hubiera encontrado un poco de orden y claridad); el niño excelente que sigue teniendo la vida de cara; aquel que conserva similares intereses a los que tenía siendo un niño; la niña encantadora a la que se le ha cruzado un curso de la ESO, etc. En general, mi conclusión tiene que ver con el papel relativo, quizá confuso y ambiguo, de la escuela y los maestros, pues buena parte de las dificultades, o las bondades, apuntadas hace unos años no hacen sino confirmarse y aumentar.

Desde hace años he dejado constancia en este espacio de un asunto que me preocupa y que no comprendo en ninguna medida: los problemas cada vez mayores de los adolescentes en secundaria. Primera duda: ¿me ajusto a la realidad al decir “problemas cada vez mayores en secundaria” o simplemente es una percepción sesgada de la realidad por mi parte? Hace no demasiados años, en una clase de 30 alumnos una buena mayoría aprobaba todo, algunos suspendían unas pocas asignaturas y unos pocos alumnos suspendían la mayor parte de las áreas. Desde hace unos años, ¿diez o quince?, los alumnos que aprueban regularmente todas las asignaturas son minoría, y es sencillo encontrar a muchos alumnos que suspenden muchas asignaturas. Más aún, desde que tengo experiencia al otro lado de la barrera, en la docencia, me encuentro con alumnos que en primaria muestran un buen rendimiento, una gran capacidad, y en secundaria arrastran grandes problemas, pasando a ser alumnos mediocres en muchos casos e incluso repitiendo algún curso. No sé si este hecho acepta un enfoque simplista: falta de exigencia en primaria, falta de esfuerzo en secundaria, diferencias acusadas en la metodología, quizá incluso de las finalidades, entre primaria y secundaria, etc. No tengo la menor idea, pero resulta desolador recordar alumnos brillantes en sexto de primaria y encontrarlos atascados e incluso repitiendo en secundaria.

Al margen de lo anterior, palabras tuiteables: mientras el mundo sea tan extraño y confuso, admiraré a aquellos capaces de hacerse entender con diez o quince palabras. Si algunos no lo conseguimos en cien folios…

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