Apenas recordaba las contraseñas de acceso. Desde hace meses, años seguramente, pienso frecuentemente en escribir sobre algunos temas pero en seguida pierdo la intención al comprobar la hiperabundancia de opiniones constantes sobre cualquier asunto y en cualquier circunstancia. Tuíteres, comentarios a artículos, tertulias eternas... acabo concluyendo que mejor sería estar un poco más callados de vez en cuando para escuchar, alguna vez, el sonido del silencio, e incluso poder escuchar a los demás.
Hoy, en contradicción con lo anterior, añadiré mi dosis de ruido y opinión innecesaria.
Leí una entrevista hace unas semanas donde una conocida cantante española opinaba que ser adolescente actualmente era una gran putada, que se alegraba mucho de no tener que pasar por ello. Doy vueltas a estas cosas de los jóvenes desde hace mucho tiempo. Una amiga chistabina me decía también hace unos meses que estaba muy apurada con su hijo recién nacido, siendo madre soltera, que estaba contenta el día que dormía un rato o hacía comidas consistentes en un trozo de queso... pero que no era nada comparable al agotamiento mental resultado de su hija adolescente. Tengo en mente otros artículos leídos, charlas con otros padres, con profesores de instituto...
Si algo me da miedo es que mi pensamiento se encuentre bajo la influencia del antediluviano tópico que han sufrido todas las generaciones pensando que las siguientes eran menos trabajadoras, más vagas, más rebeldes, menos educadas... Recuerdo a mi querido profesor de Física, Javier Faci, manifestando este prejuicio hace ya casi treinta años. En la otra cara de la moneda, seguramente somos espectadores, es probable que lamentablemente seamos precisamente espectadores, del cambio social más rápido en la historia humana.
La cuestión es si los ya viejos estamos observando bajo el prisma de la añoranza la vida tan diferentes de los jóvenes actuales, o realmente existen algunos problemas objetivamente dañinos que han surgido del abrupto cambio social generado por la globalización, el consumismo y las tecnologías digitales. El debate es tremendo; de lo que esté ocurriendo realmente dependerá, en alguna medida al menos, cómo será la sociedad futura.
Con temor a estar ya fuera de onda, me coloco entre los que piensan que ser adolescente hoy es una gran faena. Ver a los jóvenes absorbidos por las pantallas de su móvil (¡igual que los adultos!), poner morritos y poses ridículas para sus selfies y cargar con la presión insoportable de mostrarse siempre maravillosos y actualizados al segundo en varias redes sociales (en la época de su vida donde precisamente es muy sensible lo relacionado con su imagen, su autoestima...), consumir contenidos adultos desde que tienen escasos diez años, ya con su contrato de datos ilimitados en el móvil, estar atados al constante flujo de estímulos de las pantallas, sin tiempo apenas para hacer algo que tenga que ver con lo tranquilo y pausado, pasar la tarde con ocho amigos donde cada uno mira su pantalla sin apenas reparar en la cara de los otros...
La cuestión es muy compleja y exige muchos enfoques. En cualquier caso, de momento también estoy muy contento de no tener que ser adolescente en la actualidad. Creo que a los que tenemos algo que ver con los jóvenes nos está pasando por encima una ola gigante y, como casi siempre, no estamos ni enterándonos.
4 comentarios:
Coincido contigo en la esencia del post. Creo que lo clavas. Por mi parte, he sido 37 años profesor de adolescentes y constato que la dependencia de redes sociales y la realidad tecnológica que fue recibida con enorme entusiasmo como una nueva era que vendría a sustituir a Gutenberg, se ha convertido en una pesadilla en que nuestros jóvenes han perdido en buena parte la ingenuidad que conocí en otros tiempos y la capacidad de sorprenderse. Ya no hay nada que les admire porque han visto todo desde que sus padres benevolentes dan sus móviles a sus hijos desde que tienen un par de años para que no den mal. ¿Qué hay que no esté en los vídeos de youtube -inlcuida pornografía, mamadas y coitos varios, en la pedagogía cursi de instagram en que todas las chicas se han convertido en modelos sexys y están siempre felices de fiesta en fiesta? Esta dependencia de las pantallas hace concebir todo desde su punto de vista. No hace mucho fui con mi hija adolescente (tengo dos hijas que han vivido o están viviendo la adolescencia) al valle de Ordesa. Nada de la maravilla que encierran aquellas montañas parecía sorprenderle, no le conmovió para nada pero en cuanto llegó al alojamiento se puso a manipular el móvil sin que colgara ninguna foto del valle que había visto en instagram. Lo que recuerda de ese día es el cansancio de la caminata pero nada de la maravilla que había visto. Las pantallas delimitan la observación de la realidad y la conforman. No es solo una dependencia es también una especie de filosofía de la instantaneidad y de la trivialidad sin que puedan discernir dónde empieza lo serio o denso y dónde la espuma superficial de las redes. No es buena época para ser joven. Los ojos se han cerrado para contemplar la realidad, que, por otra parte, es mucho más fea que hace cuarenta años por ejemplo: nuestras ciudades se han hecho clones, los oficios han desaparecido en las calles, solo se vive en función de los móviles, pero, José Luis, esto solo es el comienzo de la era tecnológica en que el hombre se fusionará con las máquinas, la literatura de verdad desaparecer si es que no ha desaparecico ya como materia de algunos raros, las relaciones interpersonales serán más superficiales y nada tendrá consistencia y además las máquinas terminarán por devorarnos. No sé si has leído a Yuval Noah Harari y su excelente Homo Deus. Te lo recomiendo si no lo conoces. El ser humano no es más que un algoritmo cuya libertad es una ilusión religiosa o humanista y que terminará siendo totalmente manipulado por otros algoritmos mucho más peligrosos y poderosos.
El mundo que espera a los adolescentes es terrible a pesar de que su nivel de vida en principio parece bueno porque están en casa de los papis,. Lo que les espera fuera es tremendo.
Joselú, qué alegría leerte de nuevo!
Estoy con Homo Deus! Sapiens me encantó. Me maravillaron el contenido y el modo de ser contado.
Y a ti no te da miedo pensar que simplemente el salto generacional nos ha tocado un poco más rápido que en otros tiempos y estamos cayendo en el mismo error que nuestros antecesores superados por la correspondiente modernidad? No será simplemente que se está creando su sociedad, con sus reglas, no necesariamente peor, pero no es la nuestra y ni la entendemos ni la queremos? Yo no lo creo, pero me interesa saber si tú lo tienes claro.
El ejemplo de Ordesa se vive a diario en las aulas. Hace tiempo que siento que solo faltan fuegos artificiales en algunas clases... y seguramente tampoco parecería mínimamente estimulante.
Por intercambiar ideas contigo ya ha tenido sentido volver al teclado. Un fuerte abrazo.
Sin duda, la vida y la historia seguirán, con reglas bien diferentes, como nosotros seguimos y desbordamos el mundo del pasado de nuestros padres y nuestros abuelos. Supongo que es nuestra mirada inadaptada que ha vivido el correo postal, la lentitud y los clubes juveniles, la lucha política en la universidad en pos de una sociedada más justa, la cultura anterior a la era digital. Todo seguirá, pero en cada avance de eso que llamamos progreso, el mundo se hace más chico y más superficial, más epidérmico. Eso lo notamos nosotros, pero los jóvenes no pues ya han nacido con estas coordenadas. No pueden anhelar lo que no han conocido. Y hoy el modo de estar en el mundo -jóvenes, adolescentes, niños y mayores- es estar con el móvil. Recientemente ha salido al mercado un modelo de móvil de alta gama que solo sirve para hacer y recibir llamadas telefónicas, como antes. No tiene acceso a internet ni a guasap. Yo me planteé comprarme uno, no de estos de alta gama pero sí alguno elemental, pero me di cuenta de que era totalmente dependiente del gps del móvil para el coche. Fue la aplicación que más pánico me daba perder. Hay que reconocer que es genial que te lleven a los sitios En octubre estuve en la Bretaña francesa y alquilé un coche que me llevó por todos los sitios con precisión a pesar de centenares de rotondas, carreteras y autopistas varias que me eran desconocidas. Si no fuera por esto, prescindiría del móvil con gran placer.
Yo ya no soy profesor pero he constatado a lo largo de mi carrera la disminución de la capacidad de atención, los núcleos de interés que tienen los muchachos, la necesidad de la diversión y el concepto de entretenimiento como planteamiento de las clases. Y, lo peor, para mí fue la desaparición de la literatura como motivación de mis alumnos. Piensa que yo fui muchos años en exclusiva profesor de literatura. La literatura desapareció como tal de los planes de estudio y ciertamente a mis alumnos no les gustaba leer ya obras con alguna densidad y se impusieron las obras divertidas, ligeras, intrascendentes, moralistas, para hacer buenos ciudadanos como si la literatura tuviera que ver con eso... Sí, es un nuevo mundo del que progresivamente habremos de apartarnos como he hecho yo. No podemos cambiar el ritmo ni el rumbo de la historia. Es así. Me agrada coincidir contigo en la excelente valoración de Yuval Noah Harari. Un fortísimo abrazo.
Mi hija de 22 años ha presentado a concurso un relato sobre los jóvenes que puede ser interesante aquí, te lo transcribo:
"La temática debe ser un falso estereotipo juvenil, proponer la forma de romperlo o mostrar una situación en la que se ponga de manifiesto que se trata de una falsa creencia.
- Pues dicen somos unos vagos de cuidado, que no hacemos más que quejarnos de todo lo que nos rodea, que nos molesta hasta la más mínima crítica, que no sabemos hacer nada porque nos dan todo hecho y ¿pensar? Qué vamos a pensar, si nos entra todo por un oído y nos sale por el otro. ¡Si estas nuevas generaciones ni pensar, ni leer, ni escribir, ni sentir! Todo lo que no sean memes o se fume… Manda huevos.
- Pero mujer, no podemos poner eso, que es un concurso de relatos.
- Ah, entonces pon:
Somos espíritus andantes con suspiros atrapados en la garganta. Somos besos que pesan mientras la vida pasa. Somos optimistas ahogados en nuestro vaso medio lleno. Somos dedos señalando todo lo que no nos han dado. Somos caminantes con andares de mochila. Somos dueños de una vida que no rima.
La culpa es de las masas, que solo quieren ver musas. La culpa, de los dedos que señalan. La culpa, de los besos que no besan. De los ojos, que no miran. De los labios que no riman. La culpa, de las palabras que no actúan. De los suspiros que no exhalas. De las veces que no amas.
Somos inconformistas y pecadores que no dependen más que de sus propias decisiones. Somos caparazones marrones que dentro esconden sus colores. Somos hipócritas bien educados que no aprenden de lo escuchado. Somos palabrería sinsentido que no damos rimado. Somos deseo y rabia metidos en urnas. Somos cerebros defensores de una vida nocturna.
Tan perdidos. Tan dolidos. Pero tan vivos.
Pero llegará el día en que esperaremos a que empiece a llover para salir a la calle. Que cuando se nos rompa algo nos alegraremos y diremos “qué bien, otra cosa menos de la que depender”. Llegará el día que los días grises dejarán de serlo tanto y que los platos rotos serán sólo anécdotas que contar.
Llegará el día en que todos nos daremos por aludidos y quizás, tal vez quizás, dejaremos de ser tan sumamente idiotas. Llegará el día que nos daremos cuenta que hacer las cosas siempre bien no está tan bien como parece, que está bien que seamos un poco gilipollas con quien se lo merece.
Llegará el día en que nos daremos cuenta que está de más echar de menos el futuro y solo entonces será como volver a casa por primera vez. Llegará el día en que nos dedicaremos a deshacer el desamor. Empezaremos a contarnos la vida, las cicatrices, los lunares y las mentiras. Empezaremos a ofrecer barra libre de poesía y nos iremos a la cama habiendo bebido un par de poemas de más, quién sabe si con o sin rima.
Llegará el día en que nos volvamos tinta. Nos dejaremos de “quizás”, de “y si”, de “peros” y porquerías. Llegará el día. Y el reloj se pondrá de nuestra parte. Y también la poesía.
Mientras tanto, volvamos el mundo patas arriba.
- Ah, ya, sí, claro, así mejor."
Le gusta escribir y no lo hace mal.
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