Una amiga suele repetir que el arte del asunto consiste en buscar la felicidad en la situación que cada instante, o cada año, ofrece, en lugar de estar anhelando eternamente un ideal difícilmente alcanzable. Esta idea es pura y cristalina como el agua que aún queda limpia en alguna parte, pero amargamente difícil de llevar a cabo si genéticamente estás programado para la melancolía y la añoranza.
Estas tardes en las que las ideas no son claras ni fluidas he pasado largos ratos en un campo anexo a mi casa. Hace unos meses era un espacio sin vida aparente, con unas cuantas hierbas y arbustos secos, mientras que ahora está lleno de verdor. Este lugar es perfecto para entrenar la mirada de los detalles, pues cuando llegas apenas se observa nada destacable, pero poco a poco la vista comienza a reparar en multitud de insectos e invertebrados variados que se dedican a sus menesteres diarios. Además, si uno tiene especial fascinación por seres como los reptiles y las hormigas, ir levantando piedras puede resultar un hecho hipnótico. Dudo que existan situaciones con mayor potencial filosófico que las que suceden cuando levantas un pedrusco y surge un universo agujereado, atravesado por brotes y raíces, con el bullicio de cientos de hormigas que se mueven de un lado para otro incesantemente ¿qué es la vida para estas hormigas? ¿qué pensar sobre las decenas de mundos con miles de integrantes que surgen bajo cada piedra de un humilde y reducido campo? A la vista de estas hormigas, ¿tienen sentido mis desvelos? También puede aparecer por fortuna un lución, el pobre reptil que no es serpiente pero recibe el mismo odio por parte de los humanos, dado su parecido con ellas.
Apenas conozco a Beatriz, pero sé que es una maestra sensacional. Dentro de unos días, un sábado, vendrá a nuestra escuela para realizar algunos talleres de conocimiento y sensibilización sobre la clase de educación especial en la que es tutora: qué aprenden, cómo se comunican, cómo es cada niño, etc. Hoy me despido con un poema de Eloy Sánchez Rosillo que ella me dio a conocer hace unos días y que parece haber sido escrito para poner letra a los días inciertos que muchos nos obstinamos en vivir y repetir:
Aviso de caminantes
En la suma de días indistintos
que la vida da al hombre, acaso hay uno
en que el destino, trágico y hermoso,
pasa por nuestro lado y el azar manifiesta
una insólita luz, un desusado
fulgor inconfundible.
Pero no has de dudar. Ten el coraje,
cuando llegue el momento,
de abandonar las cosas con que siempre
te engañó la costumbre, y sube pronto,
a ese carro de fuego.
Poco dura
el milagro.
Después, si te negaras
a partir, sólo noche
merecerás. Y nunca, aunque quisieras,
podrás comprar la luz que despreciaste.
3 comentarios:
Pensar en esa Beatriz un sábado por la mañana explicando a unos niños como se trabaja otros niños me emociona...no sabes cuanto.
Hola, Inma.
A mí me emociona que todos los niños de clase asistan voluntariamente a la actividad. Muchos han cambiado o aparcado compromisos de ese día. Es una suerte trabajar en un ambiente donde existe este interés.
Y también emociona la maestra que hará cuatrocientos kilómetros para mostrar durante dos horas a estos niños cómo son sus niños. Un sábado.
Gracias por tu interés.
Un abrazo.
El poema de Eloy Sanchez Rosillo me lleva a mi post http://boheme.zruspas.org/mis-pensamientos-y-vivencias/2011/01/kairos/
Desde ahora te sigo. Lola
Publicar un comentario