Cada día de esta semana ha estado repleto de situaciones que he deseado contar aquí, pero no ha habido tiempo, y, además, los cacos en Peñarroya han cumplido con su costumbre de robar el cobre de la línea telefónica.
Ha sido una semana espectacular en la escuela. En lo bueno y en lo malo. He tenido oportunidad en este exiguo tiempo de sentirme como el peor maestro del mundo, como un auténtico desperdicio, y de sentirme realmente bien, como hoy cuando hemos realizado la primera actividad con los libros y las lecturas como protagonistas, y las madres como colaboradoras magníficas. Se ha creado una situación maravillosa en clase, con 14 cabezas de niño atentísimas y silenciosas ante las palabras dulces, cariñosas, maternales, que surgían de las páginas de dos bellos libros.
Y más cosas. Ya les contaré.
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