lunes, 10 de septiembre de 2007

TECNOBÁRBAROS, MÁS CAUSAS PERDIDAS, MARCIANOS.

Hay noticias que resultan llamativas.

José Luis Sampedro: tecnobárbaros. ¿Qué es?. Llegar por la carretera de Castellón al cruce de Mediana a las doce de la noche y encontrarte el ir y venir de mil camiones removiendo tierras y echando cemento bajo la luz creada por treinta focos del tamaño de un elefante. Tener una carretera que une un punto con otro mediante cinco kilómetros con cinco curvas y organizar una escabechina en el pinar para hacer ese tramo en dos kilómetros, con una carretera de anchura infinita y en perfecta línea recta. Montar un complejo mastodóntico de absoluta complejidad tecnológica, bajo un lema absolutamente falso, y con una finalidad …¿existe finalidad?. Resumiendo a Sampedro: occidente ha basado su evolución en un desarrollo tecnológico que ellos mismo observan como la cima del progreso, pero que carece de un sustento racional, de una integración en una forma de vida armónica y que acaba por adueñarse del control del propio proceso (me recuerda la idea filosófica de la alienación que Marx expresó en torno al trabajo y los procesos industriales). Por su parte, parecen existir otras formas de vida donde este desarrollo tecnológico (en su versión occidental) es entendido como un desbarajuste del comportamiento humano, se observa como innecesario (no necesario, al menos) para la vida feliz, y no se comprenden los excesos (…) a los que nos está conduciendo. La humanidad al servicio de la tecnología. Las bombas ya se activan por videoconferencia.

Me parece que este blog, mi parte, y quizá mi vida, se está convirtiendo en un lugar para las causas perdidas. Un lugar para los alfareros, para Cipriano Algor, para los Martinillos que escuchan el sordo crepitar de la madera de un barco perdido. El otro día le veía cortar, atender, unas manos guiadas en cada movimiento por mil años de experiencia, el trabajo repetido del mismo modo desde hace cuarenta años. Los carteles de ofertas con rotulador, sin trajes ni corbata, sin publicidad, sin marketing moderno y agresivo, sin relaciones públicas. Lo he visto así toda la vida, y quizá por ello nunca lo había mirado bien. Los trabajos tradicionales se pierden, se extinguen como las águilas imperiales y los lobos, y por las mismas razones: nuestro ritmo de vida, nuestras crecientes necesidades de comodidad, el horario laboral, la ferocidad de las grandes superficies, …, no dejan espacio a los pequeños comercios, al tendero, al alfarero, al carnicero, …, que dedican mimo y profesionalidad a su labor. Ellos no pueden, ni quieren, trabajar con traje, tampoco pueden trabajar catorce horas (a veces sí), ni abrir los domingos. Para ellos no siempre es primavera, como en el Corte Inglés. Dentro de unos años apenas quedarán, y con ellos se perderá otra porción de la vida en la que yo creo. Por ello la foto (en breve, que el cable se ha perdido), dedicada al trabajo de mi padre y de los que cada día ponen su vida en sus pequeños trabajos, en sus trabajos cada día más alejados de la vida moderna.

Si alguien aún cree en mi pertenencia a este mundo, que se olvide. Si por mí fuera, lo paraba y lo lanzaba a la papelera. La noticia de la muerte de los diez o doce inmigrantes me parece aterradora. Me parece suficiente para casi cualquier cosa. Vida insostenible, hambre, guerra, miedo, no poder atender a hijos ni mayores, los ahorros de una vida, una barquita ridícula frente al mar, un viaje oscuro, compañeros muertos, sed. Llegar a diez metros de la orilla, saltar y morir exhausto sin poder enlazar tres brazadas. Los dirigentes, mientras, almuerzan cochinillo y pavo debatiendo el problema de la inmigración, si una valla electrificada o con pinchos. Uno se desabrocha el cinturón, que ya aprieta al final de la reunión. Madre mía, morir a diez metros de la orilla, o salvarse con los compañeros muriendo a tu lado, con el agua a la cintura a cuatro pasos. Morir para ocupar un rinconcico en la página tres del periódico. Ese día la portada la ocupaba, otra vez, la familia real que acudía con la nieta a la guardería. Cómo se porta la niña, cómo estudia y ayuda ya a los compañeros. Los negricos en la página tres. Qué precio tan diferente según el muerto. Ese día no escuché apenas reacciones sociales. ¿Cómo vivimos tan bien en un lugar tan insensible, tan contento con sus comodidades y ajeno a las desgracias de otras personas?. Manifestaciones, exigencia de humanidad, manifiestos de derechos humanos, …¿estoy loco?.

Pronto empezaré con mis clases. Cinco días para pensar un curso (Lamima, ésto es lo que hay) Hoy y mañana son fiestas patronales, y el miércoles y jueves las familias han decidido, igual que el año pasado, no llevar a los niños a clase para que se recuperen de las fiestas. Yo, igual que el año pasado, me quedo perplejo por esta decisión y por formar parte de la escuela que lo asume como normal o aceptable. ¿De qué se han de recuperar los niños de seis, siete, ocho, nueve, diez, once años?, ¿qué comportamiento se les está inculcando de este modo?.

Cuando escribo así recuerdo cada momento mi promesa de mirar de otra manera, con un color más amable. Pero, ¿de verdad crees que es posible?.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Aceptando que razón no te falta en ninguno de los asuntos que tratas, y dando por supuesto que ya sabes que pienso lo mismo (o casí lo mismo en algunos pequeños flecos).

Creo que sí es posible mirar de una manera diferente, si es de otro modo nos peligraría a todos la salud mental y se apoderaría de nosotros el estado depresivo continuo. Caer en ese pozo es quizás lo que también hará fuerte a ese sistema del que hablas. Hay aprovechar la vida y ser feliz, mirar con otro color, pero sin perder el contacto de los pies con el suelo, siendo coherente con uno mismo y con lo que nos rodea. Y, aunque sea difícil, no perder esa perspectiva crítica con el paso de los años.

Poco a poco iremos consiguiendo hacer las cosas como a nosotros nos gusta, pero sin perder la salud en el camino.

Salud.

Anónimo dijo...

jose Luis, escribes hoy con pesimismo,se nota, quizas tengas razon,pero como dice Jaime hay escape.Si te subes al tren de las causas perdidas descarrilaras tú con el.
Hay muchas cosas que desde nuestra pequeña posicion podemos hacer que seguramente nos harán ver que hay salida.
Ademas teniendo la posibilidad de enseñar a un grupo de chavales un montón de cosas.

Anónimo dijo...

El mundo (y tu sabes historia) siempre ha sido tecno-bárbaro, aunque la parte "tecno" tiene ahora más medios que en otras épocas

Por otra parte el mundo es un gran escenario en el que ocurre, a la vez, otra cosa diferente a la que se representa en escena: Un hecho verdaderamene alucinante, estoy vivo

Depende de cómo viva esa experiencia, mis ojos verán de una u otra forma lo que ocurre fuera de mi mismo

Es más, depende de mis sentimientos respecto de la vida, cuales sean mis comportamientos en ese mundo: Un ser estando feliz no jode al que tiene a su lado, o por lo menos no lo hace de una manera voluntaria.

Un ser estando infeliz, fácilmente joderá todo lo que tenga a mano

Anónimo dijo...

La verdad es que se pierde mucho con ello. Tan solo conozco una persona relativamente joven que haya decidido vivir en y del entorno rural (El "del" aquí es muy importante), una mezcla de pastor-hortelano-selvicultor... lo demás, hijos de payeses que deciden hacer actividades mas propias del sector terciario, indústria o actividades mas relacionadas con el mundo urbano, simplemente porque está en auge o porque es vida mucho menos pesada. Tenemos el deber de no olvidar la vida tradicional porque gracias a ello estamos ahí pero mucho me temo que nada volvera ya a ser como antes, según mi entender sobretodo por la globalización y porque ya nadie vive relativamente aislado. Si hay alguién dispuesto a continuar esa vida tendrá que ser autosuficiente . Pocos son los que quieren ser autosuficientes pero no te preocupes porque siempre hay alguién que, harto de sistemas deshumanizados, prefiere vivir con las cabras. Otro tema es el de la vida rural como un oficio mas, que cada vez es menos viable y es razón de abandonamiento pero que como todo, oscila y evoluciona y si tiene alguna cosa de especial, es que en la mayoria de los casos observa a la naturaleza como un recurso del que depende su existencia y que por tanto siempre es contemplada, cosa que no tiene muchas de las actividades urbanas y si tiene, muchas veces está desfigurada.

Anónimo dijo...

Haz caso a Jaime, prueba a mirar de una forma diferente, piensa que a veces el pesimismo nos obliga a rendirnos.
Que yo me aplico el cuento también, no te preocupes.

Anónimo dijo...

Gracias por vuestras respuestas en estos temas tan especiales.

Reikiaduo, tu segundo párrafo me parece importantísimo. Si nos diéramos cuenta de ello cada día, muchas cosas serían diferentes. Seguro.

Sylvestris, igual no se trata del extremo de las cabras, o sí. Esto es algo absolutamente individual: en mi caso, la vida actual de la ciudad se ha vuelto loca y carece de sentido.

Lamima y Jorge, creo que no es cuestión de mirar de otra manera. Yo creo que la única solución para el optimismo es "mirar para otro lado", porque, si miras, el pesimismo me parece inevitable. Tengo ahora la mesa de clase en la que estoy escribiendo llena de noticias. No las explicitaré, podéis imaginarlas.

Un saludo.
José Luis.

Anónimo dijo...

No es fácil tomarse algunos sucesos, algunas situaciones con sosiego, cuando quien debe hacerlo (sin recomendación ni entrenamiento) las toma en serio y se siente afectado. Es lo que hay. Podemos, intermitentemente, no vivir con la carga del presente, con esa sensación amarga de sentirnos rodeados de desalmados, pero no podremos rebajar nuestros niveles de afectación, de posicionamiento ante la injusticia, ante los comportamientos que consideramos despreciables.
Pero sí es cierto que unos ojos, unas hojas, una caricia, el vuelo de una rapaz, el trabajo de un artesano, la dignidad de las arrugas de un rostro octogenario (o más)... e infinidad de cosas nos van devolviendo, también intermitentemente, la grandeza de la vida, la necesidad de celebrar que estamos vivos... Un abrazo para todos.
Mariano Coronas

Anónimo dijo...

Hola Mariano.

Qué duda cabe que hay grandes motivos para la sonrisa y la alegría. Tener la fortuna de tenerte como visitante y leer tus palabras es inmejorable prueba de ello.

Un abrazo y buen inicio del nuevo curso (seguiremos intentando aprender de los buenos maestros).
José Luis.

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