miércoles, 4 de enero de 2006

Apurando los últimos días. Calentando ya los músculos, aguzando los sentidos.
Hoy estoy contento. Siempre pienso que lo más bonito de mi trabajo es que te permite al cabo del tiempo poder vivir algunas situaciones, percibir detalles, ..., de esos que te dejan pensando "esto merece la pena". Y hace 5' acabo de pensar esto.
Silvia es una chica que acaba de comenzar 1º de secundaria. La conocí cuando trabajaba hace 2, o 3 años en el comedor escolar del colegio doctor Azúa. Ya he dicho otras veces que eso no era un trabajo, sino un placer. El tener tantas oportunidades para aprender a mirar (gracias Víctor), para conocer a unos y otros, para hablar con ellos, era maravilloso. Tanto que incluso había quién no entendía mi felicidad, pero éste es otro asunto. Y dentro de todo ello había niños con los que la relación era especialmente buena. No dejo de acordarme de un montón de caras que me gustaría volver a ver (también compañeros como Pilar, Conchita, Emilio, Carlos, Jesús, Willy, Nieves, ...). Con Silvia y otros chicos pasaba largos ratos. Mientras yo vigilaba que ningún pequeño atrevido y valiente intentara escapar y recuperar su libertad, hablábamos de los temas más variopintos: desde el último conflicto con el profesor hasta el chiste más gracioso, sin olvidarnos de uno de los asuntos estrella: los acertijos, donde Silvia, Inés, Cecilia, y otros acabaron superándome en poco tiempo.
Después de ya casi dos años sin vernos acabo de recibir un nuevo mensaje suyo, contando cómo marcha su vida y la de las compañeras. Silvia es ya una amiga.
Además, estos días también me han devuelto un buen trozo de la relación con mi adolescente hermano que las oposiciones empezaron a robar.
Mañana espero comprar los libros que mis alumnos me encargaron. Me pregunto si encontraré semejante cantidad de dragones, bichos, mafaldas, guerreros, o niñas tristes que escriben diarios.
Me temo que mi rodilla averiada me va a permitir escribir y pensar mucho este trimestre.

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