En estos siete u ocho
años de escritura he realizado de vez en cuando descripciones de algunos
alumnos con los que he tenido una relación especial. Me acuerdo de algunos a
quienes me referí con los apodos de Sonrisas, Saltarina, Martinillo. Estas
semanas atrás, releyendo lo escrito en este tiempo, encontraba especial alegría
y nostalgia al pasar por los escritos dedicados a estos niños.
Este curso estoy
descubriendo un nuevo placer: el de conocer de golpe a más de doscientos
alumnos. Si otros años apenas compartía la semana con una par de docenas de
alumnos, ahora comparto cada día con más de cien niños. Y esto implica que
tengo acceso a un ilimitado número de formas de ser, de formas de mirar, de
acercarse, de dar las gracias, de enfadarse, de hablar, de escribir… mil y un
matices que me encanta conocer y que me dan la oportunidad de aprender y de
esforzarme por hacer mejor cada clase a base de atender a cada uno de ellos de
la mejor manera posible.
Igualmente, también
estoy conociendo a algunos tipos de niños que no había conocido otros cursos en
centros rurales pequeños. Silvestre llegó hace pocas semanas a la escuela.
Traía con él una fama poco favorable y unas condiciones de vida muy difíciles. A
mí me gusta encontrarme con niños con problemas de comportamiento. Suelo
llevarme bien con ellos y ayudarles siempre supone un reto y una motivación.
Hace unos días salía de la escuela al mediodía y el niño Silvestre estaba con
otras personas dentro de un contenedor de basura buscando algo aprovechable. Le
saludé, no había venido ese día a la escuela. Me sorprendió que con una rápida
respuesta me indicara que se les había caído un estuche al contenedor y lo
estaban buscando. Me entristeció comprobar como, además de la tragedia de
buscar en los contenedores de basura, se añadiera la carga moral de la
humillación al ser observado por un conocido y tener que buscar la primera
excusa que pudiera explicar su situación.
Cada día recibimos
miles de niños en las escuelas. Algunos han hecho la tarde anterior equitación
y otros han rebuscado entre las basuras. Algunos se han dormido entre susurros
y lecturas con la voz materna y otros se han dormido viendo una serie de la
MTV. Quizá constatar estas
diferencias parezca demasiado obvio, pero ser muy consciente de ello me ayuda
cuando intento valorar en su justa medida muchos de los sucesos que ocurren en
clase cada día para actuar de un modo adecuado. Si no lo tengo muy presente es
muy fácil malinterpretar o no comprender algunos comportamientos de los niños.
Especialmente en el caso de los niños con grandes problemas de comportamiento,
conocer sus circunstancias vitales ayuda a establecer empatía con ellos, a
comprender mejor los porqués, y a enfocar la intervención de una forma
diferente.
3 comentarios:
A veces es frustrante. A veces los niños que más necesitan ser queridos son los que menos se hacen querer y una lo sabe. Cada día hay que hacer pausas, respirar hondo y recordar eso último que has escrito. Soy educadora en Centro de menores.
Y te leo siempre.
Hola, Isabel.
Trabajando donde trabajas, poco puedo añadir. Hay un niño en una de mis clases que siempre está amenazando con pegar, matar y cosas por el estilo. Es un pobre diablo de 6 años. Tras cuatro bromas y un poco de afecto pide constantemente atención, juego, que le hagan caso. A su manera, claro. A mí me da mucha pena y veo la ayuda muy sencilla. Mis compañeros me dicen que nada es tan sencillo y que los niños tan malos te fallan al menor descuido. Yo creo que los niños necesitan simplemente ser (y sentirse) queridos y atendidos.
Un saludo y gracias por tu aportación.
Nadie falla a nadie y menos los niños, el error está en esperar que el otro responda a nuestras expectativas. Se fallan a sí mismos, sin poder evitarlo. Y se van haciendo una coraza para que el otro no se dé cuenta, pero sobre todo para no sentirse a sí mismos.
Bromas, sentido del humor, clave en el proceso educativo. Y siempre un último gesto de afecto, por mucho que la hayan liado. Yo también veo la ayuda muy sencilla. Me encanta mi trabajo y me siento querida por ellos.
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