martes, 5 de abril de 2011

FINAL DE CURSO. HUERTO Y FILOSOFÍA.


Hace unos meses, en torno a enero, un curioso compañero señalaba que el curso ya estaba acabando. Quizá fuese entonces exagerado, pero ahora estamos ya rondando el descanso de semana santa y apenas quedarán mayo y junio. Así, muchos trabajos emprendidos durante el curso se van desarrollando orientados a su conclusión, otros buscan su hueco en el horario y, en suma, se produce cierto atropello en el día a día, con la sensación de que el tiempo se acaba y aún todo está por hacer. Quizá siempre todo esté por hacer.

Hoy sólo quería contarles un hecho curioso. No tengo claro casi nada, como saben, pero sí me parece evidente que la infancia es, en la actualidad, una época maravillosa de la vida. Observo a los niños salir de clase hacia casa, en los recreos, en sus juegos diarios, …, y no cabe duda de lo profundamente afortunados que son. Esa etapa de la vida, quizá un cuarto o un quinto de la misma, estará llena de sonrisas, alegrías y descubrimientos. Pensando en lo anterior, y ahora voy con el asunto curioso, el viernes comenzamos la mañana con el inicio del proyecto de filosofía para niños curiosos e intrépidos abordado desde el área de lengua. En este contenido abordamos las grandes preguntas filosóficas y tratamos de pensarlas, escribirlas, discutirlas, compartirlas. Comenzamos con la pregunta “¿Para qué existe el hombre?” El trabajo supone cierta dificultad organizativa y exige a los niños buena dosis de concentración y esfuerzo, pero se desarrolló muy positivamente, lo que apunta, una vez más, a considerar que los niños son capaces de tratar temas complejos con las adaptaciones necesarias, y que, en muchas ocasiones, la limitación se encuentra en la capacidad y ganas del maestro por realizar tales adaptaciones. Por la tarde, a última hora, para despedir la semana estuvimos una hora con la azada y el rastrillo en el huerto, preparando la tierra. Como en la escuela.

Y aquí me detengo: ¿no les parece maravilloso comenzar la mañana considerando por qué existe el hombre y acabar la tarde preparando la tierra en la que luego cultivaremos nuestras semillas?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Si, estoy de acuerdo contigo que la infancia es una etapa fantástica, sobretodo vista desde fuera.

No recuerdo apenas de mi infancia momentos de (digamos) auto-consciencia, y los que recuerdo son de tener 6 y envidiar a los de 12, tener 10 años y desear tener 14, tener 16 y soñar con los 18, etc...
No tengo ningún recuerdo del tipo "que suerte que tengo!" sino más bien del tipo "que ganas tengo que dejar de recibir ordenes" "cuando tenga un sueldo me voy a comprar 20 bollos con nata pa mi solo" "pues en mi casa tendré..."
En la infancia eran todo angustias y trabas que te ponian para vivir. :)

Lo añoramos luego. Y me temo que dentro de 20 años añoraremos este día de hoy. Ironias.

Isabel G.A. dijo...

Quizá los que trabajáis con niños tengáis el deber de hacer de esa etapa algo maravilloso, teniendo en cuenta que el resto de nuestra vida es ese niño que llevamos dentro quien nos acompaña.
Es maravilloso lo que haces y cómo lo cuentas y me encanta leerte. Y me gustaría saber cómo filosofan los niños guiados por su maestro...y tenerles de adolescentes y continuar con ellos esas charlas.

Amparito dijo...

Al hablar con mi padre de una idea que llevabamos para hacer huertos sociales me dijo que eso de un año nada... que un huerto había que llevarlo 3 años mínimo. El primero solo para preparar la tierra. El segundo para empezar a prepararlo y solo, a partir del 3º podía empezar a funcionar...
Vosotros teneis la suerte de tener un huerto heredado y ya trabajado...
Todo esto me hace pensar en los tiempos de antes y lo tontos que somos ahora pensando que todo tiene que ser imediato...
Yo, que reconozco que he cogido poco la azada (era de las pequeñas y me mandaban a coger las judias... era tan despistada que cogía hasta las que me habían dicho que guardara para simiente)
pensaba tontamente que un año valdría...
Que bueno es poder hablar con nuestros mayores y cuantos tesoros tienen por decir que nadie quiere oir...
Besos y ánimos con el duro trabajo de huerta
pili amparo

laMima dijo...

El otro día me costó un dolor levantar a Ainhoa para ir al cole; tenía mucho sueño la pobre.
Tantas veces entré a su cuarto para despertarla que al final la llamé enfadada con un mal gesto.
Se volvió hacia mí rápidamente (¿no estaba dormida?) y me dijo llorosa: Inma, ¿por qué no sonríes?
Es una niña. Su felicidad es tan sencilla como ver que la despierto sonriente con un beso. Entonces todo está bien, no hay problema.
No sabes lo que echo de menos eso.
(Por cierto; entre su padre y ella han inundado una jardinera de pepinos y tenemos una patata en maceta. Cada día la visita orgullosa de ver como crecen. Necesitamos ver que todo sigue caminando).

Kikiricabra dijo...

Trebol-a, blog honrado por la visita de un bloger admirado como tú. Es cierto lo que dices, pero los niños que tengo en la cabeza, aunque no vayan a casa dando palmas por lo felices que han sido ese día, sí han experimentado en su pellejo la alegría frecuente en mil actividades y oportunidades que viven cada día. Y, bueno, si nos damos cuenta de la suerte del momento a los veinte años, quizá sea mejor que no darnos cuenta nunca. O quizá no. En todo caso, llego varios años intentando aprender a disfrutar cada instante, igual el lunes que el domingo, pues esta fiesta es demasiado breve, y tenemos tanta suerte, como para seleccionar escasos momentos de placer.

Isabel G.A. Ojalá supiera cómo hacer de esa etapa algo maravilloso. Al menos, la vida es maravillosa, y eso ya supone cierta orientación. La filosofía... es un contenido que me encanta y que me parece casi obsceno no incluir en el currículum. Como en primaria, y en un pueblo pequeño y alejado de todo, tenemos bastante libertad, pues lo integramos en el trabajo de lengua y vamos haciendo poco a poco.

Amparito, anoche me acosté justo después de volver del huerto de mover un poco la tierra y hoy no he comido para poder completar la siembra por la tarde con los chicos. Mi experiencia con el huerto se reduce a unas pocas horas, pero las he vivido como un auténtico privilegio. Quizá hoy, como algunos dicen de la lectura, sea una actividad profundamente irreverente y subversiva: obligación de ajustarte a los ritmos naturales, lentitud, paciencia, dedicación y esfuerzo, necesidad de terreno no urbanizado, ...

Lamima, tu beso y sonrisa cada mañana será para Ainhoa más importante y magnífico que la mismísima salida del sol. Está bien buscar un hueco en la casa para el huerto en maceta: forma parte de la vida natural de la que cada día estamos más alejados. Hasta la suerte de este año, no imaginas la de cosas que he metido en una maceta. A bote pronto: toda variedad de verduras y hortalizas, nogales, carrascas, robles, pinos, dragos canarios, laureles, sabinas, enebros, ...

Un saludo para los cuatro.

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