Imagino que una posible característica de un gran libro, es la de proporcionar distintas claves para analizar e interpretar la realidad. Aunque quizá por esto mismo el lector es parte constituyente del libro que tiene entre manos. Ya he hablado varias veces aquí de Saramago, y temo convertirme en más repetitivo de lo naturalmente aceptable, pero lo que veo en el mundo me hace viajar cada poco tiempo a las páginas de sus libros. Me explico:
En la página oficial de la Expo: (…) En primer lugar el público se encuentra con la platea sensorial. Está compuesta por 150 asientos móviles rodeados por un gran panel curvo sobre el que se proyectarán diversos audiovisuales. En el techo, en forma de cúpula, estarán dispuestos difusores de agua pulverizada. La platea está dotada de sistemas de sonido estéreo, vibradores y toberas para emitir corrientes de aire. Tras vivir la experiencia de la platea, el visitante pasará a la otra parte de la plaza, la denominada “ámbito de las ideas”.
En La Caverna, me quedó grabada la escena del alfarero Cipriano Algor dando una oportunidad a la nueva vida en la ciudad adentrándose en los cientos de ofertas que el centro comercial le ofrecía: en un momento dado decide utilizar unas entradas para un establecimiento que ofrece sensaciones naturales dentro de su recinto (lluvia, frío, calor, sol, …). El pobre jubilado sale atónito ante semejante estupidez: sentir artificialmente unos fenómenos que él ya disfrutaba en su feliz vida rural.
Parece una broma de Saramago, o un guiño de algún constructor o político (son lo mismo, ¿no?) a la obra del escritor. La vida urbana avanza imparable dando la espalda y destruyendo la vida natural, y se permite la hipocresía, o la soberbia, no sé cómo calificarlo, de hacer pabellones de sensaciones naturales.
El sábado hice un viaje relámpago a Murcia. Estos días se habla en algunos foros de la situación de la costa mediterránea española. Al pasar por la zona de Benidorm se me encogió el estómago. ¿En qué momento se perdió el juicio?
Que disfruten de las sensaciones naturales, si pueden.
(El impresionante Salt del Matarraña en la foto).
En la página oficial de la Expo: (…) En primer lugar el público se encuentra con la platea sensorial. Está compuesta por 150 asientos móviles rodeados por un gran panel curvo sobre el que se proyectarán diversos audiovisuales. En el techo, en forma de cúpula, estarán dispuestos difusores de agua pulverizada. La platea está dotada de sistemas de sonido estéreo, vibradores y toberas para emitir corrientes de aire. Tras vivir la experiencia de la platea, el visitante pasará a la otra parte de la plaza, la denominada “ámbito de las ideas”.
En La Caverna, me quedó grabada la escena del alfarero Cipriano Algor dando una oportunidad a la nueva vida en la ciudad adentrándose en los cientos de ofertas que el centro comercial le ofrecía: en un momento dado decide utilizar unas entradas para un establecimiento que ofrece sensaciones naturales dentro de su recinto (lluvia, frío, calor, sol, …). El pobre jubilado sale atónito ante semejante estupidez: sentir artificialmente unos fenómenos que él ya disfrutaba en su feliz vida rural.
Parece una broma de Saramago, o un guiño de algún constructor o político (son lo mismo, ¿no?) a la obra del escritor. La vida urbana avanza imparable dando la espalda y destruyendo la vida natural, y se permite la hipocresía, o la soberbia, no sé cómo calificarlo, de hacer pabellones de sensaciones naturales.
El sábado hice un viaje relámpago a Murcia. Estos días se habla en algunos foros de la situación de la costa mediterránea española. Al pasar por la zona de Benidorm se me encogió el estómago. ¿En qué momento se perdió el juicio?
Que disfruten de las sensaciones naturales, si pueden.
(El impresionante Salt del Matarraña en la foto).
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