Tenía hasta hace unos segundos una torre de quinientos periódicos en el sillón. He decidido tirarlos. Llevaban algunos allí varios meses esperando a que les extrajera (quizá pudiera decirse “extirpara” en este caso) algunas noticias para la escuela, para analizar en clase con los niños, y otras para mí, como documentos adjuntos a los acontecimientos que la raquítica memoria intenta retener. Llegan a casa cuando no tengo tiempo de revisarlos en la escuela. El asunto es que he comenzado a pasar páginas y no hago sino comprobar que es siempre lo mismo: las mismas noticias, los mismos problemas, los mismos atropellos, los mismos beneficiados. Cada tres o cuatro ejemplares se salva una noticia de un escritor, de ciencia, de naturaleza, de..., así que han ido todos a la basura. Cuando una página muestra las penas de la mayor sequía en cien años y en la otra sale Biel y sus megaproyectos, por decir algo, y cuando ésto no es esporádico sino que los despropósitos abundan por doquier, pues sólo me quedan ganas de eso, de tirarlos y cerrar otra ventana más al mundo exterior.
Creo que sigo volviéndome loco. Leo “La Especie Elegida” de Juan Luis Arsuaga y vuelvo a tener mareos y a sentir que cada página me transforma hasta el punto de ser alguien diferente cada capítulo. Las últimas lecturas creo que me han convertido, en pocos meses, en otro muy distinto. En este caso, la dimensión geológica (la de los millones de años) en la que se inscribe el relato dota a nuestra existencia de una trivialidad sólo comparable a lo milagroso de la misma. Quizá si en la conciencia colectiva tuviera mayor presencia este carácter casual, maravilloso, preñado de hechos fascinantes e insólitos, de nuestra existencia, la conducta de la sociedad no estaría tan representada por comportamientos abusivos, soberbios, y prepotentes respecto al mundo en que vivimos.
Un señor decía anoche en la radio (“La Noche Menos Pensada” es un gran programa de Radio Nacional, aunque emitido a horas propias de pecadores) que si nuestra atontada sociedad, la de la tele y las compras y las bodas a ciento veinte euros el cubierto, viera y sintiera un instante la situación real y auténtica de muchas personas de los países del tercer mundo, probablemente ya siempre le acompañaría un sentimiento atormentado en su conciencia. Yo mientras sigo educando niños para que mantengan los engranajes de la maquinaria económica europea (algo así dice el nuevo currículo).
Y en lo que atañe al objeto del blog, a la escuela han llegado dos niñas de Marruecos, una de ellas a mi clase. Es su primer contacto con la cultura occidental, por lo que la comunicación entre nosotros está casi completamente impedida. En todo caso, me encanta esta situación por el reto y motivación que supone y, más aún, en cuanto a la dosis de integración, respeto, colaboración, etc. que exige a nuestras mentes, tantas veces anticuadas y propias de la época de las cruzadas. Cada cinco minutos me imagino en un mundo nuevo, medio solo, y teniendo que aprender, ipso facto, árabe. Y no acaba de parecerme sencillo.
Creo que sigo volviéndome loco. Leo “La Especie Elegida” de Juan Luis Arsuaga y vuelvo a tener mareos y a sentir que cada página me transforma hasta el punto de ser alguien diferente cada capítulo. Las últimas lecturas creo que me han convertido, en pocos meses, en otro muy distinto. En este caso, la dimensión geológica (la de los millones de años) en la que se inscribe el relato dota a nuestra existencia de una trivialidad sólo comparable a lo milagroso de la misma. Quizá si en la conciencia colectiva tuviera mayor presencia este carácter casual, maravilloso, preñado de hechos fascinantes e insólitos, de nuestra existencia, la conducta de la sociedad no estaría tan representada por comportamientos abusivos, soberbios, y prepotentes respecto al mundo en que vivimos.
Un señor decía anoche en la radio (“La Noche Menos Pensada” es un gran programa de Radio Nacional, aunque emitido a horas propias de pecadores) que si nuestra atontada sociedad, la de la tele y las compras y las bodas a ciento veinte euros el cubierto, viera y sintiera un instante la situación real y auténtica de muchas personas de los países del tercer mundo, probablemente ya siempre le acompañaría un sentimiento atormentado en su conciencia. Yo mientras sigo educando niños para que mantengan los engranajes de la maquinaria económica europea (algo así dice el nuevo currículo).
Y en lo que atañe al objeto del blog, a la escuela han llegado dos niñas de Marruecos, una de ellas a mi clase. Es su primer contacto con la cultura occidental, por lo que la comunicación entre nosotros está casi completamente impedida. En todo caso, me encanta esta situación por el reto y motivación que supone y, más aún, en cuanto a la dosis de integración, respeto, colaboración, etc. que exige a nuestras mentes, tantas veces anticuadas y propias de la época de las cruzadas. Cada cinco minutos me imagino en un mundo nuevo, medio solo, y teniendo que aprender, ipso facto, árabe. Y no acaba de parecerme sencillo.
3 comentarios:
Pues ánimo con el nuevo reto, a ver si se desarrolla lo mejor posible, cada día de nuestra vida somos diferentes, tú no eres el mismo que hace un año, ni el que serás dentro de un mes, lo importante es que cambiemos conforme a nosotros nos gusta.
Un abrazo brother
Si, yo también tengo a veces la sensación de leer y oir siempre lo mismo en los medios de comunicación: cada vez estamos más idiotizados.
No sabes lo que me alegra leer que acoges a esa nueva alumna con ilusión. Un niño de "integración" no siempre es tan bien recibido. Te lo digo yo.
Suerte.
Sí Pablo, pero algunos libros significan un cambio brusco, una bofetada bien sonora que te hace pensar o mirar de otra manera desde ese momento. "Mejora de la conciencia" lo llaman algunos.
Lamima, estas situaciones generan más trabajo, complicaciones en el desarrollo de la clase, ..., pero el caso es que me anima poder ayudar a esta niña en su proceso de conocer todo un mundo nuevo.
Un abrazo, y disculpad el retraso.
José Luis.
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