Arrasar las riberas del Ebro ya no es una tropelía medioambiental. Es caridad ecológica. Así lo indica el director de la Agenda 21 del Ayuntamiento de Zaragoza (vinculada a la concejalía de medio ambiente), para quien la indiscriminada tala de árboles pretende liberar las raíces de los mismos de la basura en la que están enganchadas. Aquí la barbaridad con más detalle y conocimiento.
Sobre coches fúnebres camuflados de ambulancia en los que los enfermos recibían un jeringuillazo de gasolina en el corazón, sobre clavos incrustados en el cerebro de un golpe seco, sobre duchas con mangueras a veinte bajo cero hasta que se helaban los huesos y el alma. Ayer se presentó una nueva traducción de Vida y Destino, el libro de Vasili Grossman escrito en 1,960, y que es considerada como una obra cumbre de la literatura del siglo XX, reflejo y testimonio de los totalitarismos que asolaron el mundo en este tiempo. Me ha costado cierto esfuerzo encontrar la noticia para enlazarla: las secciones de cultura en la prensa (ya ni tienen ese nombre) ocupaban su portada con la pasarela Cibeles y la remodelación del campo de fútbol del Barcelona.
Los primeros días de curso transcurren entre esfuerzos organizativos, el rellenar horarios y cuadrantes, entregar hojas y fichas variopintas, etc. Mientras, espero el momento para programar de la mejor manera posible áreas como educación física y artística, lengua, y conocimiento del medio. Esta tarea programadora ya acumula los días de retraso que se cuentan desde que comenzaron las clases, lo cual me produce una gran preocupación y plantea la necesidad urgente de trabajo personal.
Hace ya más de tres años que trabajé en el colegio la Anunciata. Allí, el azaroso destino, tenía un par de días asignados para hacer una especie de apoyo en secundaria en la asignatura de lengua. Por distintas razones, algunas tan obvias, esta tarea resultó desastrosa y cada clase con esos jóvenes resultaba un martirio. Hoy me ha dicho Pablo que han llegado a su instituto tres zagales que al oír su apellido le han comunicado que formaban parte de aquella temible clase de segundo de ESO en la que perdí varios años de vida. Le han indicado también que tenía muy mal genio y que no tenía ni idea de lo que enseñaba. Quizá finalmente me escuchaban.
Medidas desesperadas: he jugado por primera vez a juegos de azar de manera voluntaria. El concurso de traslados se acerca irremisiblemente y la ciudad amenaza con engullirme con sus fauces de hormigón.
En la escuela, una de las actividades iniciales del curso ha consistido en repasar y comentar algunos de los deberes veraniegos (diarios, cartas, libros, etc.). Para mi sorpresa, un buen número de niños han desestimado la realización de estas tareas y, sin embargo, han aparecido con un montón de cuadernillos de sumas, restas, multiplicaciones, caligrafía, etc. Creo intuir las motivaciones familiares que dar lugar a ello, pero de ninguna manera puedo entenderlo.
El próximo miércoles me han citado para volver a visitar el infierno. Con sus demonios y todo eso. A ver cómo va el asunto de las indulgencias.
Ayer acudí a Torre de Arcas de nuevo. El pueblo que se prestó a abrirme su escuela, algunos de sus documentos, los relatos de los mayores, …, para que yo pudiera realizar el texto de Escuelas, El Tiempo Detenido, del Museo Pedagógico de Aragón. Les llevé el libro con manifiesta vergüenza y volvieron a recibirme de modo magnífico. Encontré a unas pocas personas en la oscuridad de su plaza, aquélla en la que brilló la tremenda llama de la hoguera, o en la que las niñas preparaban la leche en polvo para los compañeros bajo la vigilancia de los militares. Tras la oportuna charla, de regreso ya, volví a sentir y a estremecerme con la sensación de silencio, de quietud, de emociones retenidas en el eco de cada paso, rodeado por el olor a monte, a madera, a oscuro futuro.
Sobre coches fúnebres camuflados de ambulancia en los que los enfermos recibían un jeringuillazo de gasolina en el corazón, sobre clavos incrustados en el cerebro de un golpe seco, sobre duchas con mangueras a veinte bajo cero hasta que se helaban los huesos y el alma. Ayer se presentó una nueva traducción de Vida y Destino, el libro de Vasili Grossman escrito en 1,960, y que es considerada como una obra cumbre de la literatura del siglo XX, reflejo y testimonio de los totalitarismos que asolaron el mundo en este tiempo. Me ha costado cierto esfuerzo encontrar la noticia para enlazarla: las secciones de cultura en la prensa (ya ni tienen ese nombre) ocupaban su portada con la pasarela Cibeles y la remodelación del campo de fútbol del Barcelona.
Los primeros días de curso transcurren entre esfuerzos organizativos, el rellenar horarios y cuadrantes, entregar hojas y fichas variopintas, etc. Mientras, espero el momento para programar de la mejor manera posible áreas como educación física y artística, lengua, y conocimiento del medio. Esta tarea programadora ya acumula los días de retraso que se cuentan desde que comenzaron las clases, lo cual me produce una gran preocupación y plantea la necesidad urgente de trabajo personal.
Hace ya más de tres años que trabajé en el colegio la Anunciata. Allí, el azaroso destino, tenía un par de días asignados para hacer una especie de apoyo en secundaria en la asignatura de lengua. Por distintas razones, algunas tan obvias, esta tarea resultó desastrosa y cada clase con esos jóvenes resultaba un martirio. Hoy me ha dicho Pablo que han llegado a su instituto tres zagales que al oír su apellido le han comunicado que formaban parte de aquella temible clase de segundo de ESO en la que perdí varios años de vida. Le han indicado también que tenía muy mal genio y que no tenía ni idea de lo que enseñaba. Quizá finalmente me escuchaban.
Medidas desesperadas: he jugado por primera vez a juegos de azar de manera voluntaria. El concurso de traslados se acerca irremisiblemente y la ciudad amenaza con engullirme con sus fauces de hormigón.
En la escuela, una de las actividades iniciales del curso ha consistido en repasar y comentar algunos de los deberes veraniegos (diarios, cartas, libros, etc.). Para mi sorpresa, un buen número de niños han desestimado la realización de estas tareas y, sin embargo, han aparecido con un montón de cuadernillos de sumas, restas, multiplicaciones, caligrafía, etc. Creo intuir las motivaciones familiares que dar lugar a ello, pero de ninguna manera puedo entenderlo.
El próximo miércoles me han citado para volver a visitar el infierno. Con sus demonios y todo eso. A ver cómo va el asunto de las indulgencias.
Ayer acudí a Torre de Arcas de nuevo. El pueblo que se prestó a abrirme su escuela, algunos de sus documentos, los relatos de los mayores, …, para que yo pudiera realizar el texto de Escuelas, El Tiempo Detenido, del Museo Pedagógico de Aragón. Les llevé el libro con manifiesta vergüenza y volvieron a recibirme de modo magnífico. Encontré a unas pocas personas en la oscuridad de su plaza, aquélla en la que brilló la tremenda llama de la hoguera, o en la que las niñas preparaban la leche en polvo para los compañeros bajo la vigilancia de los militares. Tras la oportuna charla, de regreso ya, volví a sentir y a estremecerme con la sensación de silencio, de quietud, de emociones retenidas en el eco de cada paso, rodeado por el olor a monte, a madera, a oscuro futuro.
2 comentarios:
no me digas que te pueden trasladar? ¿A zaragoza?
En un foro te comente que tenia una amiga de maestra en Arens de lledo, ha recorrido todo el Matarraña como maestra y esta encantada en ese lugar, desde luego tiene que tener algo esa comarca, o quiza sea vuestra labor docente que impregna todo de un colorido especial.
Apuesto a que serias feliz dando clases en el mismo infierno.
Hola Jorge.
Estoy en mi destino definitivo. Ahora, si yo quiero, pido un traslado (en noviembre). Y ahí el problema: no sé qué quiero.
Creo que sí, que en el infierno estaría bien.
Un saludo.
José Luis.
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