Aunque descontextualizadas (algunas ideas pueden resultar demasiado confusas), me permito recomendar lo aquí escrito, dado que casi nada me pertenece, sino que es una nimia muestra de algunos de los pensamientos de las más brillantes mentes actuales. He utilizado en algún momento corchetes para hacer algunas breves aclaraciones dentro de fragmentos literales entrecomillados.
He concluido, al fin, la lectura de Cara a Cara con la vida, la mente, el Universo. De nuevo la sensación de mareo, de cornada en la femoral de los conocimientos previos, de levantarme y sentirme como una especie de marciano que ya no sabe qué tiene en su cabeza, o que se encuentra un poco más cerca de la locura. Conceptos e ideas maravillosas, alucinantes, como lo del tiempo geológico, la colonización espacial, las paradojas auditivas, las vías de investigación en nanotecnología,… (y decenas como éstas), que directamente acceden a las estanterías importantes de la cabeza. Nuevas dudas, temores, posibilidades.
Y una certeza: la de corroborar la inefable, abismal, separación entre la realidad científica, que no es sino la realidad, y la realidad socio-política, es decir, la de la gente normal, la de se expresa cada día en la vida ordinaria. Me parece inconcebible que la sociedad viva, casi al 100%, de espaldas a muchas ideas que tienen, o tendrán, consecuencias gigantescas, inimaginables a priori, en nuestras vidas. Todo ello tiene una gran repercusión en mi manera de pensar y, por tanto, en mi manera de entender la escuela y de trabajar con los niños.
Resulta estremecedor leer capítulos que indagan acerca de las evidencias actuales sobre el origen de la vida (S. Miller, K. Nealson), las tribulaciones sobre la ya aceptada necesidad de colonizar otros astros (L. R. de Gopegui, Javier de Felipe, que no hablan de hipótesis, sino que ya trabajan en aspectos concretos de esta idea tan tremenda; esto ya se citó aquí hace unas semanas en palabras de S. Hawking), lo que podría llevar, en palabras de los científicos, a una muy probable escisión evolutiva de los emigrantes espaciales que generarían una nueva subespecie (¿imaginan de que estamos hablando?), la luminosidad de las palabras de Jordi Savater (catedrático de psicobiología y etología de la Universidad de Barcelona), y así sucesivamente. Es algo similar a leer pura ciencia-ficción, pero bajo la etiqueta de lo real.
Quisiera finalizar con otra idea que me resultó fascinante y a la que di muchas vueltas en sus aplicaciones contemporáneas. Viene al hilo de “la mediocre capacidad del homínido moderno para predecir su porvenir” (evidencia de investigaciones de científicos como N. Taleb, D. Kahneman, A. Tversky). Y habla el paleontólogo francés Yves Coppens, codescubridor de Lucy, la primera homínido conocida, en la sala de juntas de l’Académie des Sciences de París: “invariablemente siempre se repite la misma secuencia. En las excavaciones encontramos primero un cambio biológico producido por una mutación desconocida, y poco después aparece el cambio técnico correspondiente al cambio biológico. Mejora ostensiblemente, por ejemplo, la forma de las herramientas. Pero luego pueden transcurrir centenares o miles de años antes de que aparezca el cambio cultural que arranca de aquel cambio biológico”. Se sigue afirmando: “el cambio cultural [el que interesa, el que impregna a la sociedad] es de una morosidad casi genética. En realidad, lo único que ocurre es que la perspectiva del tiempo geológico [frente al concepto de tiempo biológico, o humano] es la propia de los cambios culturales. Los esquemas de organización social y política, la elaboración de contenidos trascendentes o, simplemente, la construcción de nuevos paradigmas de conocimiento siguen un proceso mucho más lento que los cambios técnicos o institucionales. Así cambios técnicos actuales, como el descubrimiento de la estructura del ADN [compartida casi totalmente con el resto de animales], acabará transformando nuestra relación con el resto de animales [cambio cultural asociado], aunque todavía no sabemos cuándo”.
Otro ejemplo consiste en la suposición equivocada del autor de que las primeras imágenes de la tierra tomadas en el espacio darían lugar a una gran revisión de las fronteras políticas, de los conflictos que de ellas surgen, como consecuencia de la evidencia fotográfica maravillosa (un acontecimiento cumbre en la historia del hombre) de lo artificial y antinatural de esas divisiones. Sólo hay que ver los problemas en marcha hoy por este asunto para comprobar esa nula repercusión del hecho técnico en el cambio cultural. En este sentido, se tratan varios cambios actuales que incomprensiblemente no estremecen a la sociedad ni la mueven hacia alguna parte, y que, según parece, si afectarán en un futuro, tras salvar esa nula capacidad de previsión humana basada en la ausencia de un pensamiento en torno al concepto de tiempo geológico.
El problema es que hasta que ese momento de cambio cultural llegue, si lo hace, la brecha entre lo que se conoce sobre la vida y lo que la gente conoce sobre la vida se agranda a velocidad de vértigo, y, en ese distanciamiento, se generan importantes problemas con serias implicaciones para entornos como el educativo.
“Somos la última gota de la última ola del océano cósmico”.
He concluido, al fin, la lectura de Cara a Cara con la vida, la mente, el Universo. De nuevo la sensación de mareo, de cornada en la femoral de los conocimientos previos, de levantarme y sentirme como una especie de marciano que ya no sabe qué tiene en su cabeza, o que se encuentra un poco más cerca de la locura. Conceptos e ideas maravillosas, alucinantes, como lo del tiempo geológico, la colonización espacial, las paradojas auditivas, las vías de investigación en nanotecnología,… (y decenas como éstas), que directamente acceden a las estanterías importantes de la cabeza. Nuevas dudas, temores, posibilidades.
Y una certeza: la de corroborar la inefable, abismal, separación entre la realidad científica, que no es sino la realidad, y la realidad socio-política, es decir, la de la gente normal, la de se expresa cada día en la vida ordinaria. Me parece inconcebible que la sociedad viva, casi al 100%, de espaldas a muchas ideas que tienen, o tendrán, consecuencias gigantescas, inimaginables a priori, en nuestras vidas. Todo ello tiene una gran repercusión en mi manera de pensar y, por tanto, en mi manera de entender la escuela y de trabajar con los niños.
Resulta estremecedor leer capítulos que indagan acerca de las evidencias actuales sobre el origen de la vida (S. Miller, K. Nealson), las tribulaciones sobre la ya aceptada necesidad de colonizar otros astros (L. R. de Gopegui, Javier de Felipe, que no hablan de hipótesis, sino que ya trabajan en aspectos concretos de esta idea tan tremenda; esto ya se citó aquí hace unas semanas en palabras de S. Hawking), lo que podría llevar, en palabras de los científicos, a una muy probable escisión evolutiva de los emigrantes espaciales que generarían una nueva subespecie (¿imaginan de que estamos hablando?), la luminosidad de las palabras de Jordi Savater (catedrático de psicobiología y etología de la Universidad de Barcelona), y así sucesivamente. Es algo similar a leer pura ciencia-ficción, pero bajo la etiqueta de lo real.
Quisiera finalizar con otra idea que me resultó fascinante y a la que di muchas vueltas en sus aplicaciones contemporáneas. Viene al hilo de “la mediocre capacidad del homínido moderno para predecir su porvenir” (evidencia de investigaciones de científicos como N. Taleb, D. Kahneman, A. Tversky). Y habla el paleontólogo francés Yves Coppens, codescubridor de Lucy, la primera homínido conocida, en la sala de juntas de l’Académie des Sciences de París: “invariablemente siempre se repite la misma secuencia. En las excavaciones encontramos primero un cambio biológico producido por una mutación desconocida, y poco después aparece el cambio técnico correspondiente al cambio biológico. Mejora ostensiblemente, por ejemplo, la forma de las herramientas. Pero luego pueden transcurrir centenares o miles de años antes de que aparezca el cambio cultural que arranca de aquel cambio biológico”. Se sigue afirmando: “el cambio cultural [el que interesa, el que impregna a la sociedad] es de una morosidad casi genética. En realidad, lo único que ocurre es que la perspectiva del tiempo geológico [frente al concepto de tiempo biológico, o humano] es la propia de los cambios culturales. Los esquemas de organización social y política, la elaboración de contenidos trascendentes o, simplemente, la construcción de nuevos paradigmas de conocimiento siguen un proceso mucho más lento que los cambios técnicos o institucionales. Así cambios técnicos actuales, como el descubrimiento de la estructura del ADN [compartida casi totalmente con el resto de animales], acabará transformando nuestra relación con el resto de animales [cambio cultural asociado], aunque todavía no sabemos cuándo”.
Otro ejemplo consiste en la suposición equivocada del autor de que las primeras imágenes de la tierra tomadas en el espacio darían lugar a una gran revisión de las fronteras políticas, de los conflictos que de ellas surgen, como consecuencia de la evidencia fotográfica maravillosa (un acontecimiento cumbre en la historia del hombre) de lo artificial y antinatural de esas divisiones. Sólo hay que ver los problemas en marcha hoy por este asunto para comprobar esa nula repercusión del hecho técnico en el cambio cultural. En este sentido, se tratan varios cambios actuales que incomprensiblemente no estremecen a la sociedad ni la mueven hacia alguna parte, y que, según parece, si afectarán en un futuro, tras salvar esa nula capacidad de previsión humana basada en la ausencia de un pensamiento en torno al concepto de tiempo geológico.
El problema es que hasta que ese momento de cambio cultural llegue, si lo hace, la brecha entre lo que se conoce sobre la vida y lo que la gente conoce sobre la vida se agranda a velocidad de vértigo, y, en ese distanciamiento, se generan importantes problemas con serias implicaciones para entornos como el educativo.
“Somos la última gota de la última ola del océano cósmico”.
2 comentarios:
Verás, servidor ve su futuro de un claro "que pa qué", a saber: respiraré, y respiraré, y respiraré..., hasta que la palme. Esa respiración hace posible la realidad de mi vida.
En cuanto a los cambios, para mi son cambios de atrezzo, por ejemplo, las fronteras a que te refieres no son (unas u otras desde siempre), más que una expresión de la darwiniana lucha intraespecífica por el predominio de una persona (o un grupo) sobre otras personas (u otros grupos)
Una agresividad intraespecífica enormemente acentuada entre nosotros, aunque no sea exclusiva de nuestra especie
Hola Reikiaduo.
Suerte tienes de ver tan claro el futuro. Dijo Einstein que el tiempo era una ilusión. Una ilusión persitente, pero una ilusión. Así que quizá ni exista ese futuro.
La agresividad quizá no sea propia de la especie, pero el desmedido carácter depredador sí lo es, y tiene consecuencia gigantes.
La cosa es si algunos cambios técnicos actuales provocarán cambios en la futura conciencia social.
Un saludo. Me encanta recibir comentarios que animen el debate. Gracias por ello.
José Luis.
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