Empezó hace treinta y nueve días. Él apenas acababa de nacer. Apareció bajo unos sacos sucios en el lavadero. Al estilo de Grenouille. Comida frecuente y abundante, botes con agua caliente, algunas caricias. Incluso larvas de mosquito cuando creció.
Cuando cumplió el mes ya se sentía mayor. Comprendía que debía vivir su propia vida, y no deseaba ser una carga para su padre.
Llegada su quinta semana convirtió algunos torpes aleteos en un volar brillante, rápido, adornado con imposibles giros y un precioso planear, ganó una altura inimaginable y se alejó para siempre. Lo que se planteaba como un entrenamiento de veinte metros fue la despedida. Este pajarico estará pronto en África. Peñarroya, África. Ajeno a los ladrillos, la Expo, y la operación malaya, pronto nos sobrevolará sin comprender las complicaciones que los humanos nos buscamos y las acciones tan incomprensibles que llevamos a cabo. Afortunado.
Miren estos días el cielo. Siempre merece la pena.
3 comentarios:
Bueno, esperemos que dedique su vida a mejores cosas que Grenouille jeje..seguro que sí.
Que hermosura.
Orgullo de ayudar a que levante el vuelo....¡ue verán esos ojos!
Si todo va bien verán África, a su gente, a sus animales, verán toda la península ibérica de camino allí.
Y verán milimétricos mosquitos volando a 150Km/h, intentando llevarse un bocado a la boca.
Afortunados...
¿Qué verán esos ojos?. Qué gran pregunta (fascinante, que ahora creo que está de moda este adjetivo en los altos círculos). Verán cosas maravillosas, seguro.
Ese vencejo llevaba ya miles de kilómetros a las espaldas antes de emprender el vuelo. Incluso ya había pasado por una oposición al cuerpo de maestros. Y aseguro que porque no presento en el plazo los papeles, porque de haberlo hecho hubiera podido hacer grandes cosas. En todo caso, quizá fue uno de los que más dignidad mantuvo esos días.
Saludos.
José Luis.
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