Un motivo de alegría. Ya sé que hay más de cien, pero empezaré poco a poco: me escribe Sara, me dice que me echa de menos y que tienes ganas de verme. Me pregunta si estoy contento en mi nuevo pueblo y cuándo volveré a Ansó. Me hace muy feliz recibir palabras ansotanas, de una alumna de ocho años, casi ocho meses después.
Pensaba colocar aquí el escrito que he redactado y entregado a los niños para tratar de animar a su participación en el concurso semanal de historias, pero vía Brokei surge un tema que me entristece profundamente, y me hace sentir la necesidad de escribir sobre él. Me disculparán faltar tantas veces al objeto pedagógico inicial de este blog, pero hay unos pocos temas ante los que no soy capaz de reprimir las ganas de dar mi opinión, o lanzar, al menos, un lamento que me deje un poco más tranquilo.
Recuerdo confusamente que “Dios lo sabe” (algo así como “Deus lo vol”) era un grito guerrero con el que tropas cristianas justificaban y daban comienzo al asalto de las tierras árabes en pleno tiempo de cruzadas. Esa frase, cuando el ejército de Pedro I se acercó a Zaragoza en busca de su reconquista, dio nombre al asentamiento previo, en puertas de la ciudad, en el que se instalaron. El pasó de tiempo moldeó la palabra hasta la actual Juslibol.
El Galacho de Juslibol es fruto de un meandro del Ebro que quedó abandonado tras una riada en la década de los cuarenta. Posteriormente, unos trabajos de extracción de gravas dieron lugar a la formación y rellenado de varios lagos. Allí acudí varias veces de excursión con mi profesora de BUP y COU Lola Lardies, aún ajeno a lo que significaría ese espacio en el futuro.
Posteriormente fue lugar de pesca. De intentos de pesca, porque jamás conseguimos atrapar ni uno, aún viendo preciosos lucios y carpas nadar tranquilos ante nuestras narices.
Más tarde, lugar de entrenamientos, de series, de descubrir nuevos parajes con la bici, de acudir con Paula a pasear,…
En los últimos tiempos, el Azor Tundra ha descubierto sus encantos, y pasa allí más tiempo que en casa.
Era, ante todo, la vía de escape más rápida (en sólo quince minutos corriendo), para escapar del ritmo frenético urbano: subir un poco, y ver una bonita panorámica de la ciudad, apartado de ella, respirando tranquilo y en total silencio. Muchas veces necesité de esta medicina: salir, respirar, volver.
Este espacio es una joya medioambiental (mamíferos, insectos, rapaces diurnas y nocturnas, limícolas, zancudas, carpinteros, anátidas, etc.) con fecha de caducidad. Primeramente porque el tiempo de riqueza natural de estos espacios es corto, en la medida que la biodiversidad desaparece en pocas décadas, conforme la influencia del río disminuye. En segundo lugar, los ríos ya no son ríos (presas, pantanos, azud, …), por lo que la creación de estos ambientes dependiente de los movimientos naturales del río ya es imposible. Y en tercer lugar, porque el hombre es una bestia horrible.
Pocas personas saben de la belleza de algunos espacios tan cercanos a una ciudad desmesurada como Zaragoza: el meandro de Ranillas, con unos senderos preciosos y vegetación exuberante, ya está enterrado bajo el cemento de la Expo. Y el entorno del Galacho de Juslibol no se salva de la gran y salvadora Exposición Universal de 2008. Muy buena para la ciudad, que va a crecer mucho, ya se sabe. Maldito crecimiento. Las máquinas ahora están agujereando como un queso la zona de cortado superior a los lagos (el escarpe de yesos y margas) para obtener áridos destinados a la grandiosa Exposición. Ello supone alterar irremisiblemente el hábitat de especies catalogadas (especies con algún grado de peligro de conservación), y destrozar un pequeño oasis para algunas personas amantes de una vida racional que tienen la mala suerte de vivir en la ciudad desbocada. Al afectar a las citadas especies catalogadas, el asunto no debía de ser muy legal, pero hoy en día estos asuntos se solucionan con billetes, y donde dije digo, digo Diego: el departamento de Medio Ambiente correspondiente otorga así el visto bueno. Qué no harán en el entorno de la ciudad si participan en primera persona, avalando informes de impacto ambiental, en la destrucción de cada montaña de Aragón donde hay posibilidad de negocio.
Eso sí, van a hacer un pabellón repleto de especies fluviales de todo el mundo: nutrias (menuda broma, si a las pobres las hemos acorralado a cuatro tramos de río en todo Aragón), cocodrilos de no sé dónde, y cuatro animalicos más que pasarán a estar penosamente encerrados para el deleite de los visitantes.
Pues qué quieren que diga. Yo cogería al alcalde, a los jerifaltes de la expo, al consejero de medio ambiente y sus secuaces, y los metería en otro pabellón: una urna bien grande con todos por ahí revueltos, con una fuente gigante en medio (que es la expo del agua, faltaba más); allí negociando, pactando, posando para la foto, vendiendo almas y ladrillos al mismo precio; con una bonita cristalera para saludarles y echarles miguicas de pan. Y un gran cartel en la puerta que rezara: IRRESPONSABLES Y DESALMADOS ESPECULADORES DE AGUA DULCE (sin peligro de extinción).
Pensaba colocar aquí el escrito que he redactado y entregado a los niños para tratar de animar a su participación en el concurso semanal de historias, pero vía Brokei surge un tema que me entristece profundamente, y me hace sentir la necesidad de escribir sobre él. Me disculparán faltar tantas veces al objeto pedagógico inicial de este blog, pero hay unos pocos temas ante los que no soy capaz de reprimir las ganas de dar mi opinión, o lanzar, al menos, un lamento que me deje un poco más tranquilo.
Recuerdo confusamente que “Dios lo sabe” (algo así como “Deus lo vol”) era un grito guerrero con el que tropas cristianas justificaban y daban comienzo al asalto de las tierras árabes en pleno tiempo de cruzadas. Esa frase, cuando el ejército de Pedro I se acercó a Zaragoza en busca de su reconquista, dio nombre al asentamiento previo, en puertas de la ciudad, en el que se instalaron. El pasó de tiempo moldeó la palabra hasta la actual Juslibol.
El Galacho de Juslibol es fruto de un meandro del Ebro que quedó abandonado tras una riada en la década de los cuarenta. Posteriormente, unos trabajos de extracción de gravas dieron lugar a la formación y rellenado de varios lagos. Allí acudí varias veces de excursión con mi profesora de BUP y COU Lola Lardies, aún ajeno a lo que significaría ese espacio en el futuro.
Posteriormente fue lugar de pesca. De intentos de pesca, porque jamás conseguimos atrapar ni uno, aún viendo preciosos lucios y carpas nadar tranquilos ante nuestras narices.
Más tarde, lugar de entrenamientos, de series, de descubrir nuevos parajes con la bici, de acudir con Paula a pasear,…
En los últimos tiempos, el Azor Tundra ha descubierto sus encantos, y pasa allí más tiempo que en casa.
Era, ante todo, la vía de escape más rápida (en sólo quince minutos corriendo), para escapar del ritmo frenético urbano: subir un poco, y ver una bonita panorámica de la ciudad, apartado de ella, respirando tranquilo y en total silencio. Muchas veces necesité de esta medicina: salir, respirar, volver.
Este espacio es una joya medioambiental (mamíferos, insectos, rapaces diurnas y nocturnas, limícolas, zancudas, carpinteros, anátidas, etc.) con fecha de caducidad. Primeramente porque el tiempo de riqueza natural de estos espacios es corto, en la medida que la biodiversidad desaparece en pocas décadas, conforme la influencia del río disminuye. En segundo lugar, los ríos ya no son ríos (presas, pantanos, azud, …), por lo que la creación de estos ambientes dependiente de los movimientos naturales del río ya es imposible. Y en tercer lugar, porque el hombre es una bestia horrible.
Pocas personas saben de la belleza de algunos espacios tan cercanos a una ciudad desmesurada como Zaragoza: el meandro de Ranillas, con unos senderos preciosos y vegetación exuberante, ya está enterrado bajo el cemento de la Expo. Y el entorno del Galacho de Juslibol no se salva de la gran y salvadora Exposición Universal de 2008. Muy buena para la ciudad, que va a crecer mucho, ya se sabe. Maldito crecimiento. Las máquinas ahora están agujereando como un queso la zona de cortado superior a los lagos (el escarpe de yesos y margas) para obtener áridos destinados a la grandiosa Exposición. Ello supone alterar irremisiblemente el hábitat de especies catalogadas (especies con algún grado de peligro de conservación), y destrozar un pequeño oasis para algunas personas amantes de una vida racional que tienen la mala suerte de vivir en la ciudad desbocada. Al afectar a las citadas especies catalogadas, el asunto no debía de ser muy legal, pero hoy en día estos asuntos se solucionan con billetes, y donde dije digo, digo Diego: el departamento de Medio Ambiente correspondiente otorga así el visto bueno. Qué no harán en el entorno de la ciudad si participan en primera persona, avalando informes de impacto ambiental, en la destrucción de cada montaña de Aragón donde hay posibilidad de negocio.
Eso sí, van a hacer un pabellón repleto de especies fluviales de todo el mundo: nutrias (menuda broma, si a las pobres las hemos acorralado a cuatro tramos de río en todo Aragón), cocodrilos de no sé dónde, y cuatro animalicos más que pasarán a estar penosamente encerrados para el deleite de los visitantes.
Pues qué quieren que diga. Yo cogería al alcalde, a los jerifaltes de la expo, al consejero de medio ambiente y sus secuaces, y los metería en otro pabellón: una urna bien grande con todos por ahí revueltos, con una fuente gigante en medio (que es la expo del agua, faltaba más); allí negociando, pactando, posando para la foto, vendiendo almas y ladrillos al mismo precio; con una bonita cristalera para saludarles y echarles miguicas de pan. Y un gran cartel en la puerta que rezara: IRRESPONSABLES Y DESALMADOS ESPECULADORES DE AGUA DULCE (sin peligro de extinción).
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