Como este es un tema recurrente y yo soy bastante pesado, en los últimos años lo he comentado con mis profesores de BUP y COU, con profesores de magisterio, con entrenadores deportivos, y hasta con compañeros monitores de comedor.
Según mi añorado profesor de COU, J. Faci, cada curso era menos trabajador, y estaba dispuesto a argumentarlo y defenderlo ante quien fuera. Decía que no tenía que ver con que cada curso era distinto, y que él aún no era un viejo desconectado de la sociedad.
Según entrenadores deportivos, año tras año se encuentran con auténticas joyas y portentos físicos, pero niños y niñas de 12, 14, 16 años se ríen cuando hablan de cosas relacionadas con el sacrificio, la lucha, la superación, etc. Comparan con sacrificios, cargas de trabajo, esfuerzos y renuncias, …, de grupos de hace 10 o 15 años y les entra la risa floja.
Aunque me desvío un poco: en el comedor escolar, cuando llegaba un niño adoptado de países del este o similares, los primeros días daba gusto verle comer. Con todo el respeto, me recordaban cuando mi abuelo echaba cada tarde la comida a los animales y éstos la engullían sin siquiera dejar acercarte, dejando el cuenco impecable, reluciente. Esos niños, a los pocos días, ya empezaban a hacer tonterías durante la comida, y a la semana ya habían comprendido que si no comían bien, papá y mamá estarían allí para darle unas buenas chucherías en cuanto tuviese el mínimo apetito. Es decir, se comenzaban a parecer a esos niños a los que esta estúpida sociedad había eliminado incluso el instinto de supervivencia, y a los que monitores como Jaime tenían que introducir el yogur hasta las mismísimas entrañas porque no sabían ni tragar (niño de 4 años que sólo tomaba papillas y pures porque así a los papás les resultaba todo más sencillo).
Podría dar muchísimos ejemplos, y situaciones concretas, y generales, pero creo que no merece la pena. Pienso que, en general, el estado de necesidad de las personas es el que marca su actitud y comportamiento ante la vida. Y entre las condiciones fáciles actuales para vivir hoy en día, y los estímulos de elementos como la televisión (ole por la muñeca hinchable de los serrano y la madre que los parió; y creo recordar que eran 4 horas de media al día por español) las personas no tienen demasiadas ganas de pelear. Hoy el Lazarillo de Tormes sería un tipo raro.
Seguro que un sociólogo aportaría elementos de análisis relacionados con los vertiginosos cambios de la sociedad española en los últimos 40-50 años, pero a mí me basta con recordar al niño (80%) que dejaba su plato de borraja y su pollo guisado para guardar en la basura, al que mamá esperaba con el bollicao y las patatas fritas a las 17h, y al que posteriormente papá daba 10 euros para que con sus 8 añitos administrase y dejará satisfechas sus necesidades durante esa tarde.
En el mundo real, estoy cansado del mundo del P.A. y me siento muy inútil con un baremo que simplifica y resume el trabajo de mis alumnos con ese P.A. o con el temido N.M.
Según mi añorado profesor de COU, J. Faci, cada curso era menos trabajador, y estaba dispuesto a argumentarlo y defenderlo ante quien fuera. Decía que no tenía que ver con que cada curso era distinto, y que él aún no era un viejo desconectado de la sociedad.
Según entrenadores deportivos, año tras año se encuentran con auténticas joyas y portentos físicos, pero niños y niñas de 12, 14, 16 años se ríen cuando hablan de cosas relacionadas con el sacrificio, la lucha, la superación, etc. Comparan con sacrificios, cargas de trabajo, esfuerzos y renuncias, …, de grupos de hace 10 o 15 años y les entra la risa floja.
Aunque me desvío un poco: en el comedor escolar, cuando llegaba un niño adoptado de países del este o similares, los primeros días daba gusto verle comer. Con todo el respeto, me recordaban cuando mi abuelo echaba cada tarde la comida a los animales y éstos la engullían sin siquiera dejar acercarte, dejando el cuenco impecable, reluciente. Esos niños, a los pocos días, ya empezaban a hacer tonterías durante la comida, y a la semana ya habían comprendido que si no comían bien, papá y mamá estarían allí para darle unas buenas chucherías en cuanto tuviese el mínimo apetito. Es decir, se comenzaban a parecer a esos niños a los que esta estúpida sociedad había eliminado incluso el instinto de supervivencia, y a los que monitores como Jaime tenían que introducir el yogur hasta las mismísimas entrañas porque no sabían ni tragar (niño de 4 años que sólo tomaba papillas y pures porque así a los papás les resultaba todo más sencillo).
Podría dar muchísimos ejemplos, y situaciones concretas, y generales, pero creo que no merece la pena. Pienso que, en general, el estado de necesidad de las personas es el que marca su actitud y comportamiento ante la vida. Y entre las condiciones fáciles actuales para vivir hoy en día, y los estímulos de elementos como la televisión (ole por la muñeca hinchable de los serrano y la madre que los parió; y creo recordar que eran 4 horas de media al día por español) las personas no tienen demasiadas ganas de pelear. Hoy el Lazarillo de Tormes sería un tipo raro.
Seguro que un sociólogo aportaría elementos de análisis relacionados con los vertiginosos cambios de la sociedad española en los últimos 40-50 años, pero a mí me basta con recordar al niño (80%) que dejaba su plato de borraja y su pollo guisado para guardar en la basura, al que mamá esperaba con el bollicao y las patatas fritas a las 17h, y al que posteriormente papá daba 10 euros para que con sus 8 añitos administrase y dejará satisfechas sus necesidades durante esa tarde.
En el mundo real, estoy cansado del mundo del P.A. y me siento muy inútil con un baremo que simplifica y resume el trabajo de mis alumnos con ese P.A. o con el temido N.M.
Jaime es de la liga antimensajes sentimentales, pero me permitirá recordar que me quedan minutos en estos parajes ...
3 comentarios:
Siempre podrás volver, si quieres, a Anso.
Puede que a todos nos queden tan sólo unos minutos. Pero no podemos vivir pensado en eso.
Recuerdo mi primer año de maestro, el primer año al otro lado de los pupitres. No fui feliz. Creo que tanto Jaime como tú recordaréis gratamente este primer año de ejercicio profesional (y os quedan muchísmos por delante).
Y es una suerte.
víctor
Saludos Jose Luis desde Valencia. No sabes la envidia que me das. Ahora que se acerca el verano me entran ganas de coger la mochila y ¡al GR11! ¡quien pudiera! los años no pasan en balde y las circunstancias familiares cambian. No sabes la suerte que tienes. Tienes curro, buenos compañeros, un entorno privilegiado y la salud, el impetu y la libertad de los veintitantos...Los alumnos van a peor, seguro, pero tal vez no sea culpa de ellos. Alguien me dijo alguna vez que esto no puede funcionar demasiado bien cuando profesores del siglo XX con métodos y contenidos del XIX preparaban a chavales del XXI. Salvando las distancias, estamos igual que a finales de los 90. El debate es eterno. Seguriremos en contacto. elmaestrojuan.
A mi no sé hasta que punto me quedará ninguna gratitud en el recuerdo de este primer curso.
La sensación más fuerte es la de haber aprendido mucho. Pero cuando pasen los años, lo recordaré por la relación lejana e impersonal que tuve con los alumnos.
Salud.
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