A menudo establezco comparaciones con mi trabajo en la Anunciata el año pasado. La verdad es que tienen poco que ver, pero son curiosos ciertos paralelismos. Para empezar, recuerdo que el año pasado, en marzo, estaba ya al límite de mis fuerzas, saturado y desbordado de trabajo. Sin embargo, ahora mismo sólo siento que el curso está consumiéndose a toda velocidad. Siento fuerzas para hacer 3 ó 4 cursos de tirón.
Y bueno, también estoy desconcertado por esa revelación que un amable anónimo me indicó el otro día: "debes aprender a olvidar, a empezar de nuevo". Y es que yo no tenía esta carga prevista para la mochila. Jaime se ríe de mí, y se burla de mi inocencia al quedarme sorprendido por esto que él considera algo evidente para una mente mínimamente despierta. Lo dicho, desconcertado. No contaba con ello, y aún sigo sin tener clara mi capacidad para llevarlo a cabo.
Mañana marcharé a esquiar. No se ha planteado la actividad de un modo mínimamente cercano a lo que sería lo ideal para mí, y pensaba mantenerme al margen de la misma, pero me apetece estar con los alumnos, y ayudar a que salga lo mejor posible, así que allí estaré.
Ya dejé caer este problema hace unos días. La cuestión es que lo ha organizado la asociación de padres de manera totalmente independiente, y creo que esto no tiene demasiado sentido siendo que nos referimos a una actividad insertada en pleno horario lectivo. Ocurre que al principio de curso, cuando estas cosas comienzan a gestarse, mi despiste aún era muy grande, era recién llegado, por lo que hice (o no hice) bastantes cosas de un modo ... poco correcto. Ahora obraría de manera muy distinta. Es otro ejemplo de cómo un maestro nuevo cada curso supone un montón de decisiones poco acertadas hasta que se adapta, si es que lo hace.
Hoy ha sido otro día de descubrimientos, otro día feliz. Hoy, Jaime, no intento hacer llorar al lector.
En un momento de la mañana he llamado al maestro de la clase contigua para que observara cómo un niño que hace unos meses afirmaba no desear leer nada, y no mostraba interés hacia libro alguno, cuando he anunciado el recreo y todos han comenzado a correr, a buscar el ordenador, a gritar, se ha quedado quieto, ajeno a la clase, sumido en la lectura que se trae entre manos: Los Tres Investigadores. Quizá sea una simple anécdota, pero ya es un motivo para estar feliz un buen rato. Siempre que hablamos de la lectura me acuerdo de Mariano Coronas.
Y bueno, también estoy desconcertado por esa revelación que un amable anónimo me indicó el otro día: "debes aprender a olvidar, a empezar de nuevo". Y es que yo no tenía esta carga prevista para la mochila. Jaime se ríe de mí, y se burla de mi inocencia al quedarme sorprendido por esto que él considera algo evidente para una mente mínimamente despierta. Lo dicho, desconcertado. No contaba con ello, y aún sigo sin tener clara mi capacidad para llevarlo a cabo.
Mañana marcharé a esquiar. No se ha planteado la actividad de un modo mínimamente cercano a lo que sería lo ideal para mí, y pensaba mantenerme al margen de la misma, pero me apetece estar con los alumnos, y ayudar a que salga lo mejor posible, así que allí estaré.
Ya dejé caer este problema hace unos días. La cuestión es que lo ha organizado la asociación de padres de manera totalmente independiente, y creo que esto no tiene demasiado sentido siendo que nos referimos a una actividad insertada en pleno horario lectivo. Ocurre que al principio de curso, cuando estas cosas comienzan a gestarse, mi despiste aún era muy grande, era recién llegado, por lo que hice (o no hice) bastantes cosas de un modo ... poco correcto. Ahora obraría de manera muy distinta. Es otro ejemplo de cómo un maestro nuevo cada curso supone un montón de decisiones poco acertadas hasta que se adapta, si es que lo hace.
Hoy ha sido otro día de descubrimientos, otro día feliz. Hoy, Jaime, no intento hacer llorar al lector.
En un momento de la mañana he llamado al maestro de la clase contigua para que observara cómo un niño que hace unos meses afirmaba no desear leer nada, y no mostraba interés hacia libro alguno, cuando he anunciado el recreo y todos han comenzado a correr, a buscar el ordenador, a gritar, se ha quedado quieto, ajeno a la clase, sumido en la lectura que se trae entre manos: Los Tres Investigadores. Quizá sea una simple anécdota, pero ya es un motivo para estar feliz un buen rato. Siempre que hablamos de la lectura me acuerdo de Mariano Coronas.
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