Disculpas por el apagón informativo. La ciudad borra mis ideas.
Muchas vueltas, muchas visitas, y ganas de volver.
El viernes recorrí los pasillos de magisterio. Las listas de apuntes en reprografía, los despachos, las clases, los listados de notas, la biblioteca. La sensación, después de las peripecias de los últimos meses, fue nostálgica, melancólica, confusa.
Por la tarde, otra visita. La Anunciata. Debía saludar y despedirme de los que fueron mis compañeros el curso pasado. También sensaciones especiales al recordar sus escaleras, clases, rincones, ruido de los niños al bajar, olores. Algunos niños me preguntaban por mi pelo como si la última vez que me hubieran visto hubiera sido el día anterior, y no hubieran transcurrido 8 meses realmente. Y, por si Ignacio cayera por aquí, un abrazo y los mayores ánimos y deseos de rápida recuperación.
Y libros. Seguí la recomendación de mi hermano y leí "El Principito". Además, recibí el regalo de "El Convoy de los 927" (gracias Víctor y Maite), y compré "Historia de España Contada por los Estudiantes".
El sábado por la noche, mientras me entregaba a esa tarea que la ciudad me brinda con generosidad, perder el tiempo, escuchaba una charla entre dos mozos de 2º de bachillerato que hablaban sobre la universidad en la marquesina de la parada del autobús. Ella afirmaba querer estudiar magisterio, puesto que la nota le llegaba y había oído que no exigían demasiado. Agaché la cabeza, seguí concentrado en no congelarme, y ví pasar por mi cabeza en unos segundos los que probablemente serán los próximos tres años de la alegre muchacha. Así de fuerte, Có.
Muchas vueltas, muchas visitas, y ganas de volver.
El viernes recorrí los pasillos de magisterio. Las listas de apuntes en reprografía, los despachos, las clases, los listados de notas, la biblioteca. La sensación, después de las peripecias de los últimos meses, fue nostálgica, melancólica, confusa.
Por la tarde, otra visita. La Anunciata. Debía saludar y despedirme de los que fueron mis compañeros el curso pasado. También sensaciones especiales al recordar sus escaleras, clases, rincones, ruido de los niños al bajar, olores. Algunos niños me preguntaban por mi pelo como si la última vez que me hubieran visto hubiera sido el día anterior, y no hubieran transcurrido 8 meses realmente. Y, por si Ignacio cayera por aquí, un abrazo y los mayores ánimos y deseos de rápida recuperación.
Y libros. Seguí la recomendación de mi hermano y leí "El Principito". Además, recibí el regalo de "El Convoy de los 927" (gracias Víctor y Maite), y compré "Historia de España Contada por los Estudiantes".
El sábado por la noche, mientras me entregaba a esa tarea que la ciudad me brinda con generosidad, perder el tiempo, escuchaba una charla entre dos mozos de 2º de bachillerato que hablaban sobre la universidad en la marquesina de la parada del autobús. Ella afirmaba querer estudiar magisterio, puesto que la nota le llegaba y había oído que no exigían demasiado. Agaché la cabeza, seguí concentrado en no congelarme, y ví pasar por mi cabeza en unos segundos los que probablemente serán los próximos tres años de la alegre muchacha. Así de fuerte, Có.
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