Hace varias semanas que pienso a diario en el primer día de clase. Ese momento supondrá el principio del curso, pero también una especie de final o punto y aparte en un recorrido de varios años jalonado de emociones y desvelos. ¿Qué diré a los niños? ¿qué esperarán ellos de mí y de la escuela? Estoy seguro que será un curso magnífico y ya espero el momento de poner en marcha distintas ideas y lo aprendido de mis compañeros luminosos en los dos años precedentes.
En el viaje a un planeta lleno de diferencias y elementos sorprendentes, los niños han sido los que han capturado mi atención buena parte del tiempo. Son una ventana diáfana para conocer a un pueblo, quizá la mejor forma para hacerlo: sus costumbres, sus escuelas, sus juegos, sus miradas y sonrisas, etc. También dan lugar a anécdotas muy ilustrativas, como la de dos niñas de seis o siete años, descalzas, no demasiado limpias, sonrientes, que paseaban por un muy visitado templo, y que se quedaron mirando a un veinteañero inglés que apareció con sus pantalones a la moda (cintura del pantalón a la altura de las rodillas y entrepierna a la altura de los tobillos); tras un instante comenzaron a señalarlo y a reír a carcajadas. Interpreté esas risotadas y esa situación como la evidencia de que cuando vivimos en la opulencia occidental, cuando tenemos cubiertas todas las necesidades básicas y también todos nuestros caprichos, comenzamos a hacer estupideces. Lógicamente, aquellos que viven con cincuenta dólares al mes no tienen otra opción que reírse de nuestras excentricidades. También recuerdo al estudiante universitario que quedó con nosotros para llevarnos a ver pájaros a las seis de la mañana tras haber estudiado todo el día anterior y haber estado trabajando durante toda la noche para costear los estudios y mantener a su maltrecha familia. En las entradas sucesivas, aprovechando que esos niños viven al margen de las leyes de protección de la imagen del menor y que posaron con mucho gusto y aprobación familiar, añadiré algunos de sus retratos. Me pregunto cómo sería una exposición fotográfica sobre la infancia y la juventud española, y creo que no tendría ni la décima parte de matices, que habrían sido eliminados por la uniformidad y homogeneidad de nuestro progreso y crecimiento.
4 comentarios:
No te creas. L@s niñ@s son iguales en todo el mundo por muchos intentos que hagamos por homogenizarlos...
http://alrebullon.blogspot.com/2010/06/babies.html
En cuanto a lo que les digas el primer día seguramente serán más importantes el resto de los demás días del curso... y de los cursos siguientes.
Ayer vi yo una imagen parecida a la anetdota que cuentas.
Un ingeniero, joven guapo y con sus vaqueros de marca rotos de marca conversando con los obreros que tenían los pantalones rotos de rozes de trabajo y que se lo miraban como diciendo:
-A ver que nueva idea luminosa se le ocurre hoy al señorito ingeniero para hacernos perder el tiempo de nuevo...
Era una calle que lleva empantanada ya dos meses...
En fin, Pilarin, buen comienzo de curso y feliz resto del verano
Aquí en el Pirineo, al menos estamos fresquitos
Besos, todos los posibles,
Pili Amparo
Hola, Amparito.
No creo que todos los niños sean iguales. Viven circunstancias tan distintas que forzosamente se adaptan a las mismas. Sólo hay que ver sus juegos, sus ilusiones, su día a día.
Estoy de acuerdo en lo del primer día, pero sigue siendo un día muy especial. Y menos mal que no importa demasiado ese primer día y otros primeros días, pues no soy especialmente exitoso en los mismos. No sería buen vendedor de crecepelos viajando de pueblo en pueblo.
He buscado "Babies" pero no consigo encontrarla para verla.
Un abrazo.
Pero si te mando el enlace que salió en Al Rebullon...
copia el enlace y lo pegas en la barra de arriba le das a la flechita verde y... ya está.
Yo lo acabo de hacer y me ha funcionado
Besos
Hola, Amparito.
Vi la referencia en Al Rebullón. Por eso me quedé con las ganas de encontrar la película entera en algún lugar o por algún medio, pero no lo he conseguido.
Un saludo.
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