martes, 27 de octubre de 2009

¿QUÉ DEMONIOS HACEMOS AHORA?

Acabo de responder a una compañera de trabajo un correo en el que nombro ese texto precioso de Mariano Coronas llamado “Carta a los maestros que empiezan”. Le digo que recuerdo un fragmento donde se puede leer algo similar a que llegará un momento en que el maestro se sentirá con pocas fuerzas, lo que significará que ha ido entregando cada año sus energías, ilusiones, o esperanzas a sus alumnos. Y le digo esto a mi compañera para mostrar la sorpresa que supone un centro del que me iré con mucho más de lo que llegué. Quizá no con más fuerzas, pero sí con infinitos ejemplos de dedicación, esfuerzo, bondad, y cariño. Como le digo para despedirme, es una especie de milagro cósmico encontrar a tantas buenas personas juntas con una implicación tan grande en un trabajo tan bonito.

Cada día que pasa me sorprendo por la perfección con la que puede funcionar una escuela, y cada día constituye un aprendizaje privilegiado en la extraña labor de ser maestro.

Por otra parte, aunque un poco menos, sigo siendo un absoluto inútil que apenas sabe qué está haciendo o qué debe hacer. Un maestro que aún se ve en apuros a mitad de clase y piensa “mierda, esto tampoco ha funcionado; ¿qué demonios hacemos ahora?”

En lo concerniente a la otra parte de la vida, estos días las arañas se encuentran atareadas en su faena de lanzar hilos al viento y dejarse mecer en su extremo en busca de un incierto viaje. No me digan que no representan una metáfora maravillosa.