sábado, 5 de mayo de 2012

SOBRE LOS FINALES Y LOS INICIOS A LOS QUE APUNTAN.

Es fácil vivir con la sensación de que el Mundo es fascinante...

El séptimo final está en marcha. Puedo recordar con nitidez cada una de las sensaciones al finalizar los cursos precedentes. Reúnen buena parte de los momentos especiales del año.

En unos pocos días me dirán qué nueva escuela pisaré el año próximo. Es llamativo cambiar constantemente de destino cuando no soy especialmente bueno adaptándome a las nuevas situaciones. Tengo una gran cuenta pendiente con el trabajo a medio y largo plazo, que nunca puedo desarrollar, aunque, por otra parte, tengo la suerte de tener ya experiencia en casi todas las opciones que permite mi profesión.

La sensación con la que acabo el curso no es buena, pues siento que estoy con el grupo con el que menos complicidad he alcanzado. Con complicidad me refiero a todo: al rendimiento escolar, a las relaciones con los niños, a las relaciones entre ellos, etc. Este hecho me preocupa, pues albergo dudas sobre mi parte de responsabilidad, sobre qué ha sido y qué he hecho diferente a otros cursos. Al releer este diario desde el año 2005, me doy cuenta que he cambiado de un modo que había pasado desapercibido en la continuidad del día a día y me planteo qué consecuencias genera en el grupo el maestro distinto que soy respecto al que comenzó a trabajar.

Observo iniciativas de hace unos cuantos años que entusiasmaban a los alumnos y que repetidas en el presente apenas consiguen una exigua motivación ¿Cuánto hay de saturación de estímulos en los alumnos y cuánto de responsabilidad propia en la pérdida de energía y entusiasmo? Hace unos días estuvo mi hermano en clase. Compartió con nosotros algunos de sus conocimientos sobre biología y nos acompañó en una salida al monte. En años anteriores este acontecimiento significó una revolución en los niños. Este año no percibí el ambiente especial que esperaba. No sé si puedo generalizar este tipo de situaciones y sacar conclusiones o simplemente será un curso con un carácter especial. Casi todas las semanas hacemos actividades con el microscopio. Uno nos lo prestó la familia de un niño y el otro nos lo cedió mi hermano. Hace unos años escribía líneas sobre esta actividad donde me refería a la fascinación por lo minúsculo, por la ventana a una realidad desconocida que representaba ese momento de clase,…, mientras que este curso ya casi se ha convertido en una actividad rutinaria y aburrida. Estoy sintiendo la dificultad de fabricar una escuela viva, con alegría, con emoción por aprender y descubrir ¿es esto difícil con unos alumnos hipersaturados de emociones y acontecimientos especiales en su vida diaria o simplemente estoy perdiendo facultades?

Hace unos días acabamos nuestro último libro en voz alta. Al acabar nos juntamos con la clase de los mayores e hicimos un pequeño debate sobre temas tratados en el libro. Una actividad consistió en aportar ingredientes para fabricar al padre perfecto. No se si es representativo de algo, si es preocupante: tras treinta intervenciones, treinta ingredientes, ni uno sólo se refería a aspectos emocionales como pasar tiempo juntos y compartir actividades, cariño, amor, etc. Quizá simplemente sea una anécdota. En todo caso, este tipo de actividades se están revelando como momentos inigualables para conocer en profundidad a los alumnos. Lo malo es que, con frecuencia, obtenemos información que no sabemos cómo manejar, o peor, que no se puede manejar.