domingo, 25 de enero de 2009

QUIZÁ, TAL VEZ, PUEDE QUE. VIDA SUBJUNTIVA.

¿Qué mirará este muchacho?, ¿obtendrá alguna respuesta?


Desde hace un tiempo no estoy demasiado feliz con este lugar. Nació para generar ideas sobre la escuela, para reflexionar sobre ella y sobre nuestro oficio de maestros, y cada día que me siento a teclear me cuesta mayor esfuerzo dar con un asunto pedagógico a tratar. Fotografías y otros intereses sociales, literarios, o naturales disimulan difícilmente el vacío generado. Estoy seguro del motivo; en parte tiene que ver con haber descubierto que no sé nada, que no sé bien ni quién soy, o que soy, quizá, otra cosa distinta de lo que pensaba; en parte, también guarda relación con las dudas.

Hace unos instantes he considerado la opción de eliminar el lugar y esperar tiempos propicios, pero creo que no es una buena medida. El color gris también forma parte del camino y, según dicen, es precisamente el que mejor define la trayectoria que uno sigue o pretende seguir.

Tengo unos pocos amigos y familiares encargados de la logística para el día en que mi cuerpo deje de funcionar (Jaime, recuerda: no curas cerca, ataúd barato o evitar si se puede, y cenizas para Ansó, Tarazona, el Matarraña, y Alboreca; espero que lleguen). En el caso de que el cuerpo os pida ofrecer unas palabras a los compungidos presentes, creo que será obligatorio comencéis señalando que las dudas me acorralaron buena parte de mis días. Me envolvieron y moldearon. Dudas infinitas y recurrentes, dudas sobre todo, dudas amables y dudas duras. Dudas sobre la propia duda, sobre mí, sobre las personas y sobre el mundo. Dudas. Dudas que cada día me dificultan para hablar sobre casi cualquier cosa, puesto que no cuento con la certeza para decir casi nada. “Una persona que admiró a los que hablaban con seguridad del mundo, a los que hablaban con claridad y convicción. Un tipo encadenado al “quizá” que vivió en un mundo subjuntivo, (el modo de la duda y la incertidumbre: aclarad ésto para que todos entiendan el juego). Creo que serán unas palabras certeras. Luego añadid algo divertido.

Ella, en su eterna tarea de estudio, me indica ahora, desde su mesa y a la luz del flexo que tan larga historia acumula, que se acaba de enterar de la existencia del músculo oponente del meñique. Yo tampoco sabía de él, y me alegro sobremanera de su indudable existencia. Una existencia fuera de dudas. Un hecho incuestionable significa un regalo. Como eso de “sólo sabía quererla”. Otro regalo en forma de palabras y otro hecho incontestable, aunque de consecuencias perversas en lo que me toca.

Disfrutando del gris.