miércoles, 3 de febrero de 2010

ESPEJISMOS; DEL TIEMPO, SUS MENTIRAS, Y EL AVANCE ATROPELLADO DEL VIVIR.


Ya hace unos años que el tiempo me parece una patraña, un burdo espejismo que a casi nadie puede engañar. Ahora, más aún, también siento una extraña confusión por la que acontecimientos pasados y presentes se entremezclan en la memoria y acaban formando parte de una misma sustancia. Este fenómeno tiene otra vertiente en la que ubico mi vida en un pasado no vivido en el que me siento totalmente integrado y que percibo con un realismo asombroso.

Hace unos pocos instantes andaba en el pequeño cubil de la calle María Moliner de Zaragoza, en la casa donde el aceite fluía directamente desde la campana, estudiando sobre el tablero de conglomerado el temario para intentar ser aprendiz de maestro, y hace unas centésimas de segundo he recibido una carta escrita por una niña a la que di clase hace ya tres años y que se despide apuntando al futuro y preguntándome cuándo Paula y yo vamos a tener un hijo. Ya van casi diez años en este asunto de las escuelas y sus niños, soy otro totalmente diferente a ese de antes, el de hace unos ridículos segundos; probablemente no quede nada de él, ni siquiera uno de los átomos que entonces danzaban; sin embargo, no sé hacer casi nada y probablemente nunca sabré hacerlo.

Dentro de unos meses podré estar en las silenciosas montañas con la añoranza como compañera, o añorando el silencio de las montañas. Así de incierto es este personaje que represento.

Enero ya ha finalizado. Añoré Ansó desde noviembre, ocho meses antes de marchar; sentí Peñarroya desde el instante en el que dejé la escuela, sintiendo que con esos chicos y ese pueblo había aprendido a vivir durante dos años. Y sí, ya estoy añorando la escuela Piaget; quizá por sus desconcertantes situaciones, o por sus profesores maravillosos, o por haberme mostrado cómo un buen equipo puede conseguir unos resultados magníficos con los niños, cómo una escuela puede convertirse en un lugar lleno de sonrisas, alegría, ilusiones, proyectos, esfuerzo, logros, arte, generosidad. Es un lujo formar parte de este equipo de compañeros, y haber seguido con ellos hubiera sido un privilegio. Estoy sintiendo que la conexión que ya he establecido con casi todos los niños es un auténtico regalo que dejaré desvanecerse cuando me dirija a otro lugar.

Esta semana, cada tarde realizamos talleres relacionados con el día de la paz que se celebra pronto. Me encargo de uno de esos talleres y llevo unos minutos escribiendo la descripción de lo que ha ocurrido y borrándolo a continuación porque no encuentro las palabras que describen la realidad. Quizá pueda indicar que de ningún modo esperaba hace unos meses ser un maestro tan feliz como esta tarde, o ayer, o mañana, he sido.

Seguimos.