jueves, 10 de agosto de 2006

Hoy he estado de nuevo en el pueblo que me verá por sus calles los próximos dos años, en el menor de los casos.

Ya estuve hace un par de semanas con Jaime.

Hoy he vuelto a sufrir por el peligro que correré en los muchos viajes que haré por la carretera de Castellón, con todos sus camiones siempre en marcha. En todo caso, hay un tramo que casi es amigo, y que tiene que ver con muchos viajes (en una juventud ya casi lejana) en busca del siluro de mayor tamaño del pantano de Caspe. Uno tan grande que mordía en cebo de dos cañas a la vez.

También he cerrado el acuerdo por el que podré dormir bajo techo. Ya son muchos los caseros que he conocido, desde los que te cobran incluso las palabras que pronuncian, hasta Lorenzo y Petra, a los que daba clase de gerontogimnasia en Huesca y que estaban dispuestos siempre a ayudarte en lo necesario.

En esa casa ya imagino muchas lecturas, noches frente al ordenador, días con Paula robados al trabajo, soledad mientras miro por la ventana y noto el frío en la calle, niños que me visitarán, amigos que vendrán, y seguro que también, ya no sé ni cuándo, algún día, cerraré su puerta, pasará al mundo de los recuerdos y comenzaré a recordarla con nostalgia y tristeza.

Y aclaración para Jaime: no entiendes nada desgraciado. Yo lo veo al revés. Tantos lamentos, quejas, reivindicaciones, ..., tienen que ver con lo contrario: con que me gusta tanto la vida, me parecen tan bonitas tantas cosas, que no puedo comprender demasiados asuntos que las personas creamos. Y lo expreso como puedo.