jueves, 22 de diciembre de 2005

El trimestre se acabó. Ya sólo quedan para mañana unas representaciones teatrales y la despedida. Sobre estas representaciones sigo pensando que no tienen demasiado sentido, puesto que lo que pueden aportar pesa bastante menos que los inconvenientes que generan, fundamentalmente representados por el quebranto del ritmo normal de la clase en estas últimas semanas para ensayos. Los contenidos relacionados con la expresión corporal ya encuentran en la Ed. Física su lugar correspondiente y suficiente. O deberían.
Ayer también tuvimos la comida de navidad. Siempre es bonito encontrar personas de las que conocer sus caminos ya recorridos en torno a la enseñanza, y personas que resultan agradables de escuchar. De estas hubo varias ayer.
Las notas. Ya dije que no encuentro sentido al papelito, más allá del burocrático, pero es que, además, cualquier afirmación, observación, puede ser malinterpretada por las familias (lamentablemente ya hablo con conocimiento de causa), por lo escueto del espacio, y provocar una situación innecesaria.
El balance del trimestre es bueno. Pero me quedó con la sensación de que en todas las áreas podía haber hecho cosas mucho más acertadas. Especialmente en Ed. Física. Creo que al ser mi área ha sido la descuidada en momentos donde debía centrarme en unas u otras para programar con más detalle y rigor. De todos modos, difícilmente podría estar más contento y feliz de estos ya cuatro meses vividos por aquí.
Hoy también ha habido una cosa bonita, y es que la última actividad del año ha consistido en propuestas de libros que los alumnos que han hecho para comprar estos días para la biblioteca de la clase. Desde Eragon y su segunda parte, Eldest, hasta Mafalda y el Diario de Ana Frank.
Para acabar, informo que estos últimos días la página ha recibido unas importantes visitas. Las visitas de algunas familias de niños del colegio, incluso de algunos alumnos la mar de majos. No tenía muy claro si me gustaba la idea de que leyeran estos pensamientos tan íntimos, pero ya no me queda más remedio que saludarles e invitarles a que sigan por aquí, e incluso que intervengan con algún comentario para hacer la página mucho más interesante. Bienvenidos.
Estos días Jaime visitará Ansó. Estoy seguro que volverá con mucha envidia (insana) a su colegio.

miércoles, 21 de diciembre de 2005

Hoy he evaluado.
En sí mismo creo que no servirá de mucho, pero a mi me ha hecho pensar bastante.
En primer lugar me ha ayudado a generar unos sentimientos muy majos hacia mis alumnos. Me refiero a que el hecho de tener que pensar en su trabajo en cada área me ha recordado los magníficos alumnos que tengo.
En segundo lugar me ha confirmado la tontería que supone, a mi juicio, reducir cada área a cinco o seis aspectos que se gradúan en "bien", "muy bien", "conseguido", "no conseguido". El día a día de este trimestre desborda completamente estos indicadores. En consecuencia, he comprendido la necesidad de hacer una reunión nada más volver de vacaciones y explicar a los padres qué entiendo por evaluar, y darles la auténtica información que yo he podido recoger este trimestre.
Dentro de las muchas asignaturas de jerséis (de momento sólo Jaime entiende esto, pero pronto explicaremos esta teoría) cursadas en magisterio y CCAFD, siempre hay algunas ideas sueltas que rescatas por que aparecen como especialmente prácticas. Una de ellas se refiere a la relación de la evaluación con la toma de decisiones. Es decir, que evalúo algo con vistas a aplicar después alguna medida ajustada a esa realidad que he conocido con la evaluación. Esto intentaré con esas reuniones de padres.
Además, confirma mi satisfacción de ser tutor y poder estar al corriente de casi todo el proceso educativo que sigue cada niño en la escuela. La visión panorámica que puedo captar es maravillosa, especialmente comparada con la perspectiva sesgada del maestro especialista.
Hoy ha habido votaciones a no sé qué cargo u órgano. La cuestión es que he acompañado a la maestra y madre responsables de la mesa electoral, y ha sido muy formativo poder charlar con cada padre que ha acudido a votar. En 2 horas hemos establecido más contacto con las familias y recibido más información y anécdotas que en los dos meses anteriores.
Lo mejor ha sido cuando dos padres, a los que les llegan los recuerdos de su infancia al ver su clase, su pizarra, etc., han recordado con tristeza, miedo, enfado, cómo la maestra que tuvieron allá por el 1978-1984 les pegaba unos palos que atemorizaba al más valiente. Recordaban como les daba un cuaderno para que trabajaran solos a sus 6 u 8 años mientras ella hacía ganchillo o escribía cartas a su marido, interrumpiendo estas arduas labores solamente para pegar una, supongo bendita y autoritaria por aquel entonces, bofetada que les hacía incluso rebotar contra la pizarra. Una vez incluso tuvo que intervenir el juez en este asunto del pegar.
También divertido ha resultado conocer las retahílas que debían soltar los niños cuando esta señora se cruzaba en sus juegos callejeros: ¿Ha comido Vd. con gusto?, Qué Vd. lo pase bien!, ¿Ha dormido Vd. bien?. En fin, esto me parece ciencia ficción.
Por último, una madre añoraba sus años escolares, y no acababa de entender el salto tan grande que se ha dado entre su generación y la de sus hijos, que han dejado costumbres y hábitos propios de muchas generaciones pasadas para entrar en una realidad donde todo ha cambiado completamente. Si se piensa un poco provoca vértigo.

martes, 20 de diciembre de 2005

Normalmente, tras las horas lectivas me voy a casa a cumplir con mi hora complementaria de trabajo. En realidad, la hora complementaria suele ser "horas complementarias", y en casa trabajo mejor y más tranquilo.

Hoy he comenzado algo que espero sea costumbre durante el resto del curso. He propuesto a mis alumnos que los lunes se queden en la clase después de las 17h haciendo sus deberes, haciendo sus trabajos de grupo, con el ordenador, con los libros, con una película, etc.

Con esta medida, si consigo implantarla, espero conseguir un recurso más para que los niños sigan entendiendo la escuela como un lugar agradable, un lugar en el que estar por voluntad propia, un espacio donde se hacen cosas ... "de las que gustan". Hoy se han quedado 5 niños. Confío en ver a todos en enero.

En mi prueba oral de la oposición defendí algunas ideas como esta, relacionadas con la utilización de los espacios escolares fuera del espacio lectivo, o con la participación de otros elementos normalmente ajenos a la escuela, como pueden ser los abuelos de los niños. Aunque creo que no calaron demasiado en el tribunal (especialmente en el señor de la derecha, el que estaba dormido).

Por otra parte, llevo ya más de dos meses intentando aplicar medidas para favorecer la integración de un alumno con una situación muy especial (no con demasiado éxito, y sé que debería haberme esforzado mucho más). Tras este esfuerzo hoy todo se ha convertido en inutil cuando hemos conocido que tan especial situación ha llevado a este alumno a otros parajes. Lo realmente malo es que han sido dos meses donde me han demostrado ilusión, interés, esfuerzo por encajar...; buena suerte.

Ayer a las 21h (domingo por la noche) miles de familias apuraban los últimos minutos de la semana en Grancasa, tras pasar casi todo el día en ese megacentro de ocio-consumo. Me preguntaba qué idea de fin de semana tienen estas familias para sus hijos.

La navidad no me gusta. Alimenta mis sospechas de que este mundo está a punto de estropearse para siempre.

Por cierto, me permito una licencia: propongo un nombre para la mascota de la Expo:
"Malditosímbolodelcaosdecementoruidotráficomillonesparaconstructor esenqueseconvertiráZaragoza". Quizá por su largura no tenga demasiado gancho, ahora que en el diseño y esas cosas se lleva lo minimalista.

jueves, 15 de diciembre de 2005

Con la llegada de la navidad, las prisas para poner las notas, de preparar el teatro, de preparar postales para otros municipios, de corregir controles, etc., voy retomando esas sensaciones del opositor de llegar a la noche con el pensamiento centrado en poder descansar.
Hoy, por fin, han llegado unos libros encargados para la biblioteca de la clase hace unas semanas. En una reunión del claustro, en Puente la Reina, acudió un representante de una editorial, con un montón de libros y de catálogos, y allí, cual mercadillo de domingo, fuimos mirando qué nos interesaba. A mí, novato en todas estas cosas, me pareció una sorprendente maravilla: te llevan los libros hasta allí para que los veas, te hacen un descuento considerable, y te los mandan al colegio. Así que estos días podremos leer 1000 Cuentos sobre Fantasmas, ogros, y otros bichos, comprender algunos dichos y refranes, o adentrarnos en la enigmática Isla del Tesoro.
Por cierto, leí anoche a Reverte evocando su infancia en el campo, entre juegos en la calle, lecturas fantástica sobre piratas, expediciones, ..., de cómo esto es difícil de observar en un niño playstation-ordenador-100extraescolares de hoy. Y no hizo nada más que recordarme algunas ideas que se comenzaron a formar hace ya un tiempo relacionadas con cosas como la Ciudad de los niños de F. Tonucci, medidas para recuperar las calles como espacio de juego para el niño, etc. En Ansó compruebo esto cada día, establezco comparaciones a menudo con las infancias tan distintas de los niños que observé el año pasado en la ciudad. En qué pocos años han cambiado tanto las infancias de los niños. ¿Qué cambios implicará esto en su edad adulta?.
Por cierto, esperamos ansiosos más opiniones, más sugerencias, más aportaciones. Como dice muchas veces la Bala del Ebro (personaje de la mitología aragonesa): "den, si pueden, señales de que hay alguien al otro lado".

martes, 13 de diciembre de 2005

Ya está en mis manos "Palabras de Caramelo", de Gonzalo Mouré. Un bonito relato sobre un niño saharaui y su camello. Espero poder leerlo pronto a mis alumnos.

Cuando llegué a este trabajo desconocía casi completamente qué recursos bibliográficos, audiovisuales, etc., podía utilizar con los alumnos, cuáles se adaptaban a sus edades. Por eso ayuda tanto poder recoger la experiencia de otros que ya iniciaron hace tiempo el camino. Por eso, por ejemplo, agradezco testimonios tan emocionados de una lectura como los que se suelen ver en la página de Mariano Coronas.

Después de estos años últimos de prisas, es un auténtico lujo poder visitar una librería (aquellas en las que los libreros conocen los libros que venden; los han leído), comprar unos cuantos, y disponer del tiempo y la calma suficiente cada tarde o cada noche como para leerlos. El único que sufre es el bolsillo.

Además del arriba citado, también compré para un hermano adolescente (...) la Tabla de Flandes, de A. Pérez Reverte, a quién me gusta mucho leer. También espero poder leer a Juan José Millás, que es alguien a quien siempre me ha gustado escuchar. Quedan pendientes dos recomendaciones de Víctor: Pirineo de Boj (Enrique Satue), y No se Fusila en Domingo (Pablo Uriel).

Por lo demás, ahora estamos preparando una obra de teatro para representar ante los padres antes de las vacaciones. Con el poco tiempo que llevo en esto y el odio que ya he acumulado hacia estas actividades. Creo que siempre se convierten en algo rutinario, puro espectáculo, un producto para que los padres graben con sus cámaras, y que aportan poco a los alumnos, además de fastidiar el ritmo de trabajo de la clase, que ya encuentra bastantes obstáculos en forma de fiestas y superpuentes.

También es momento de evaluaciones. Cada día entiendo esto menos. Ayer repasaba los informes de evaluación de los cursos pasados de los alumnos a quienes doy clase, para conocer lo mejor posible su trayectoria hasta este curso, y se me caía el alma al suelo al comprobar los indicadores que debo evaluar en Educación Física de forma "oficial". Son ridículos. Son indicadores que no abarcan la realidad a la que se refieren, y que, además, algunos de ellos, están completamente desfasados y abandonados en las corrientes educativas aceptadas actualmente. Y en dos o tres días... allí estaré, rellenando cosas que creo no existen.

En el resto de asignaturas aún no tengo el criterio necesario para hablar, pero creo que ese mismo afán de reducir la realidad de materias tan amplias y diversas a indicadores concretísimos y cerrados no es más que una artificialización con poco sentido.

lunes, 12 de diciembre de 2005


Ansó...
Enlazo hoy también con algo que ha comentado mi compañero en el artículo anterior:
Se refería a algunas carencias, algunas necesidades, de los maestros en cuestiones como inmigración, interculturalidad, etc. Desde que estudiaba magisterio siempre he pensado que me gustaría escribir en algún lugar sobre algunas cosas relativas a la formación inicial del profesorado. Muchas veces bromeábamos entre varios compañeros sobre la posibilidad de escribir un libro con algunas de las cosas que veíamos en las clases.
La cuestión es la siguiente: según distintos estudios estadísticos, magisterio es una de las opciones universitarias vistas como menos exigentes y poco "dignas" por los propios estudiantes. Del mismo modo, la asignatura de educación física (que me atañe directamente) es aún más desconsiderada y menospreciada (revelador a este respecto por ejemplo el libro sobre Educación física y salud de Sánchez Bañuelos).
A lo que voy: durante mis estudios he visto profesores que no han dado ni una sola clase durante el trimestre (a veces ni se acercaban a la clase), profesores que han impartido asignaturas que desconocían completamente, profesores que trataban contenidos alejados totalmente de cualquier aplicación escolar (ahora me doy cuenta), ... y así hasta mil ejemplos.
A ello le sumaremos que muchos estudiantes comienzan la carrera, la continúan, y la acaban, motivados exclusivamente por ese carácter poco exigente de las asignaturas, lo que hace que el ritmo en las clases, el ambiente de trabajo, de aprendizaje, diste mucho del ideal.
No dejo de recordar también muchos alumnos muy trabajadores e implicados y algunos profesores que ojalá hubieran impartido siete u ocho asignaturas en vez de una.
Desde que tomé la decisión de qué estudiar he tenido multitud de discusiones con amigos y conocidos tratando de justificar tal decisión, tratando de convencerles, y, a veces, de autoconvencerme yo mismo, de que aunque la exigencia en las clases no tuviera nada que ver con algunos de sus nobles estudios, un alumno de magisterio tenía la opción de aprender y estudiar tanto o más que cualquier otro alumno del campus (ahí estaban los estantes de la biblioteca para dar la oportunidad de demostrarlo). Creo que no he llegado a convencer completamente a ninguno de estos compañeros.
En definitiva, ya hemos hablado otras veces de algunos problemas de consideración social negativa de la escuela, de problemas con padres, de inmigración, etc., pero yo sigo pensando que poco se puede exigir a estos elementos externos cuando nuestra propia formación inicial es tan pobrecica y admite tantas situaciones injustificables, y, amparados en lo complejo de los trámites administrativo-universitarios, en la libertad de cátedra, en San Pepe, en las fiestas de los jueves, en..., unos y otros aceptamos que todo siga como sigue.
Evidentemente, hablo con la mayor humildad posible, y con el único ánimo de expresar, ni siquiera denunciar, un hecho que me hace pensar y enfadar desde hace ya varios años.

martes, 6 de diciembre de 2005

Estoy pensando en el blog. Como veo que llevamos unos días de pocas visitas estoy dándome cuenta que los fines de semana, fiestas, etc., hacen que bajen mucho las visitas. Porque los visitantes hacen otras cosas mejores y porque nosotros no actualizamos como debiéramos la página.
Y al hilo de lo anterior también pienso y me doy cuenta de la cantidad de fiestas que tenemos. Llevo unos cuantos años con un ritmo frenético (eso creo) de trabajo y de estudio, diciendo que sí a todas cuantas oportunidades de avanzar, aprender, progresar, se presentaban, no teniendo 5' de descanso físico o mental, porque sabía que debía aprovecharlos en algo productivo, en estudiar.
Y ahora, de repente, tanta libertad de horarios, ausencia de exigencias ajenas a las personales, fiestas, hacen que me cueste mucho trabajar como se debe. Quiero pensar que es una consecuencia lógica de lo pasado y que poco a poco iré recobrando el ritmo normal en el trabajo y en mi cabeza.
Hace poco Jaime me dijo que en una charla impartida por un alto cargo de la administración educativa catalana, en un curso para los nuevos maestros, éste comentó la necesidad de un sistema de control y evaluación del profesorado a lo largo de su vida laboral. Lo señaló como algo ya muy presente en otros países europeos, que entendían como increíble una situación como la española donde uno aprueba su oposición y ya apenas tiene que rendir cuentas a nadie de lo que hace en su trabajo a lo largo de su vida.
En relación a estos sistemas de control y evaluación, algo el año pasado, en mi primer año como maestro me llamó varias veces la atención: cuando venía la inspección educativa, el equipo directivo se ponía bastante nervioso por todos los papeles, exigencias, etc., pero todo estaba muy apartado de lo estrictamente curricular, y creo adivinar que la inspección se ceñía a asuntos formales y económicos, que tendrán su gran importancia pero...
Por otro lado, el asunto de las fiestas, evidentemente también repercute en el alumnado. No hace falta pensar mucho para entender que el ritmo de aprendizaje, los hábitos de atención, orden, disciplina, trabajo, etc., quedan muy maltrechos tras un mes como el de diciembre donde vamos a tener escasos 10 días de clase.
Hoy he vuelto a escuchar cosas de Federico. Menos mal que la radio puede apagarse.

viernes, 2 de diciembre de 2005

Hoy he hablado con una persona muy cercana que trabaja en la docencia en secundaria en un colegio concertado en Zaragoza. Hay cosas que son como son y es que no pueden ser de otra manera. Me contaba sus problemas, grandes problemas, a la hora de cumplir con las programaciones, de controlar la (in)disciplina, de exigir que no puede llegar a las 8 a.m. y descubrir que el grupo no está porque se han ido de excursión y nadie le ha avisado. Una agradable sensación me ha recorrido el cuerpo al sentirme tan contento y feliz en mi colegio, tan alejado de todos esos problemas de la ciudad y de secundaria. Algún día contaré como un pobre muchacho como yo, de los que enseñan "volteretas" (Federico Jiménez Losantos dixit), acabó "enseñando" lengua a unos muchachos fieros, con barba y hormonas de 3º de ESO. (Dios mío).

Los problemas de esta persona son los problemas de mucha gente que trabaja en este contexto. Cada persona da sus explicaciones. Hace poco murió mi profesor de Física, Javier Faci (para mí es ese profesor que cada uno recuerda de un modo especial; maldita enfermedad), y él decía que cada generación de alumnos que le llegaban eran peores, y que no se refería a nada que tuviera que ver con distintas formas de ver la vida, de distintos intereses, etc; decía que sencillamente eran más vagos e indisciplinados. Lo que yo tengo claro es que cada miércoles del curso pasado me iba a casa a las 14h con sensación de enfado, tristeza, impotencia y resignación.

Estos días estoy descubriendo nuevos elementos de la red, del entramado educativo: son los consejos escolares, la intervención de los padres, las tensiones de éstos con el equipo directivo. No tengo aún clara mi opinión sobre el papel que deberían cumplir los padres en la escuela. Desde luego, estoy descubriendo algunos conflictos donde considero que el papel asignado a los mismos, su capacidad de intervención (de entorpecimiento, algunas veces) es excesivo.

En todo caso, el trato con éstos, dada su heterogeneidad de formación, de intereses, perspectivas, etc., me sigue pareciendo una de las cuestiones más difíciles de mi trabajo.

Guardo un recorte de periódico de un psicólogo italiano, Andrea Fiorenza, al hilo de la indisciplina del alumnado y del papel de los padres en la escuela, en la que afirma que "actualmente los roles de los padres y de los profesores están cambiados".

Me confirman que mis alumnos del CRIET han pasado una buena semana, y que mañana llegarán con mucho que contar. Parecerá una tontería, pero ya les echo de menos. Y, si el fin de semana me voy del pueblo, pronto tengo ganas de volver a la escuela el lunes. Supongo que esto explica fielmente el tipo de trabajo que tengo.