sábado, 23 de diciembre de 2006

FORTUNAS, AFORTUNADOS, ESPECTÁCULOS, Y VOLUNTADES

Me asusta cuando enchufo la televisión y en todas las cadenas se ve lo mismo. Es señal de que algo va mal, hay un atentado, ha nacido otra infanta, se ha muerto alguna faraona del cante, o simplemente me encuentro ante un ejercicio de estupidez colectiva.

Creo que es el caso de la lotería. Alegremente desayunaba y me he atrevido a encenderla con el ánimo de escuchar alguna noticia (en el comedor es misión imposible escuchar la radio, desgraciadamente). Y...!zaca!, todos los botoncicos de la tele con las bolas. Bien está que uno aspire a comprarse la Minipimer sin esfuerzo, pero de allí a depositar las esperanzas vitales de un país en el sorteo, donde tienes la estadística mundial en contra..., hay un trecho. Creo que es más rápido, más barato, y más probable, esforzarse y trabajar como medio para alcanzar las aspiraciones personales (Azor Tundra, toma nota, que la segunda evaluación planea amenazante). En el peor de los casos, siempre se puede ser constructor, o de ARAMON (sí, ya, es lo mismo).

El festival de navidad ha pasado, y es una gran alegría. De nuevo, mi promesa de no volver a participar. El asunto concluyó con los niños y los maestros cantando alegres coplillas sobre los sacramentos. Gracias a mis padres por mi carácter ordenado, merced al cual el asunto me cogió recogiendo el ordenador y el proyector.

Todo es cuestión de perspectivas. Quien en 1922 alentaba al país en favor de la cultura como fundamento de todo desarrollo (no desarrollo del que ahora hablan), quizá, si echara un vistazo hoy, se arrancaría hasta las neuronas. Hoy he vuelto a hablar con Don Santiago, y aún está más preocupado. Dice que ve el asunto turbio tirando a negro, y que las hogueras hoy ya no arden, pero casi.

Emilio, mi José particular, me regaló un dicho el otro día. Dijo que (él) era más de pueblo que un campo de remolacha forrajera. Me autoaplico el concepto, y, en virtud del mismo, declaro mis firmes convicciones de que volar a ocho kilómetros del suelo no puede acabar en nada bueno. He tenido una vida plena, he estado rodeado de buena gente, y he tenido suerte. A mí, me echen de comida para los buitres, y mis cosas, las vendan y compren libros para la escuela. Gracias.