martes, 18 de octubre de 2016

ESPÍRITUS Y FLOREROS.

Mientras escribía un texto sonaba el runrún de fondo de la televisión. En un momento dado las palabras captan mi atención: el tema recurrente sobre el origen del sistema educativo en unas condiciones sociales muy diferentes de las actuales, la inadaptación del sistema actual… ¡lo iban a tratar en Cuarto Milenio!, el programa dedicado a espíritus, hadas y demás cacharrería paranormal. He dejado de teclear un momento sin saber si partirme de risa o echarme a llorar. Un asunto se caracteriza en buena medida por las circunstancias que le rodean. En el caso de la Educación lo circundante es tremendo. Este tipo de situaciones mitad desternillantes, mitad deprimentes solo son superadas en la actualidad por el mundo de la política. De hecho, seguramente habrá una clara conexión entre el desastre de ambas.

Si bien hasta el momento actual he estado muy contento en mi clase, esta ha sido la semana en la que la oscuridad ha comenzado a apoderarse de mis pensamientos. Dar clase a cinco niveles es extraordinariamente difícil. Esto sí que es el número de los platillos chinos. Además, conforme vamos trabajando se muestran más lagunas y desfases curriculares. Es una especie de caída constante en la que no encuentro suelo firme desde el que comenzar a trabajar. Este desfase generalizado y severo en algunos casos, junto con lo apremiante de trabajar los contenidos propios de cada nivel, me han llevado a un atasco mental en el que pongo en duda las posibilidades de llegar a un punto razonable y digno con el grupo.

Por otra parte, he mantenido reuniones individuales con muchas familias. Todas eran conocedoras del retraso existente, pero en muchos casos desconocían el alcance real. Por una parte, me sorprende que a una familia le pueda coger por sorpresa un desfase académico de varios años en algunos casos. Por otra parte, comunicar y tratar sobre estas situaciones es tremendamente peliagudo y desagradable.

Me sigue sorprendiendo hasta el extremo el asunto de la evaluación. Mientras la administración y sus inspectores robóticos desarrollan y exigen un sistema de evaluación difícilmente aplicable e irreal, la realidad plantea situaciones tan alarmantes y ajenas a lo que el currículo prescribe como la que observo actualmente (que tampoco es una excepción, puesto que es algo percibido en cada centro por el que paso… y van unos cuantos).


Y me despido con otro runrún televisivo. Campeonato del mundo de ciclismo de carretera. Cierro el artículo mientras se entregan las medallas en el podio. Sorprendentemente no hay chicas florero en la ceremonia, quizá sea la primera vez que contemplo la no presencia de este anacronismo sonrojante. La pena es que no ocurre precisamente por un desarrollo especial de los derechos de las mujeres; más bien, no tienen siquiera el derecho de ser mujeres florero.

viernes, 7 de octubre de 2016

SOBRE LA NEUROSIS Y OTROS ELEMENTOS ESCOLARES.

Me intriga profundamente el asunto de los deberes escolares. Las familias andan enfrentadas: mientras unas reclaman en Change.org la abolición de lo que consideran una forma de esclavitud moderna, otras piden encarecidamente al tutor de sus hijos de seis años que les mande más faena para cada día, habiendo centros donde los niños de los primeros cursos de primaria hacen más de una hora diaria de trabajo en casa... abro paréntesis... dándose la curiosa paradoja de que trabajan en muchos casos más horas que sus maestros.

Como en casi todo lo demás, no tengo una opinión muy clara, sí desconcierto y apenas algunas ideas:

- Sorprendentemente los técnicos educativos van bajando determinados contenidos a cursos inferiores, creo que para satisfacer los alborotos post informes Pisa y para dar la sensación de mayor nivel educativo. Hasta donde yo sé, bajar a segundo las multiplicaciones, acelerar el aprendizaje de las potencias, etc. apenas sirve para aumentar el jaleo mental de los niños y no asentar convenientemente los aprendizajes que su desarrollo psicológico permite. Desde mi pequeño lugar, parece que a medida que las decisiones sobre currículum más se acercan a los niveles políticos, menos tienen que ver con lo que parece esencial: el desarrollo evolutivo de los niños, y más con cuestiones coyunturales e improvisaciones. Al final, los niños aprenden lo que biológicamente pueden aprender y aparecen situaciones en las que debes enseñar las potencias a alumnos que no comprenden aún el concepto elemental de sistema decimal o, en general, abordar contenidos que superar rápidamente con la certeza de que muchos niños no los comprenden (¡con la frustración que implica si eres bien consciente de las lagunas que se van generando sin poder hacer demasiado!). Aunque para esto último el maestro posee una herramienta fabulosa: la evaluación feliz, es decir, aquella nacida para contentar a familias y entorno general, así evitar problemas variados y pasar cuanto antes a otra cosa.

- ¿Para qué son los deberes? Como en muchos casos, apenas hay argumentos de peso, con criterios razonables. Hay ruido, necesidades y opiniones muy personales. Preguntas cómo "¿para qué sirven?, ¿cuál es la progresión lógica en tiempo y dificultad en primaria y secundaria?, ¿cuál es el papel de los padres en esos deberes?... tienen tantas respuestas como debatientes.

- ¿Los maestros somos expertos en algo? Una buena definición de maestro... persona que va haciendo faenas en la escuela hasta que se presenta un problema o una decisión a tomar y entonces se debe llamar a un experto. En torno a los deberes y a cualquier otra polémica resulta que no somos capaces de establecer un criterio profesional, consensuado, razonable. De hecho, somos los que menos participamos en el debate.

- Me sorprende hasta límites estratosféricos: en mi época de primaria mi madre se preocupaba por mí, me cuidaba y me quería en términos maternales razonables, etc., pero no sabía cada día en qué tema estaba de cada asignatura, no hablaba con mis profesores quince veces cada semana... y la vida aparentaba normalidad. Yo llegaba a casa, cogía mi bocadillo de chorizo e iba a jugar dos o tres horas a la calle. Y la vida aparentaba normalidad. Parecía lo propio en la vida de los niños de siete u ocho años. No éramos pseudoejecutivos con agendas repletas de citas y obligaciones deberiles. Quizá algún día teníamos que hacer algo de faena, pero ni lo recuerdo. Recuerdo los bocadillos de chorizo, queso o jamón, el fútbol, la bici y las canicas. De esa forma de vivir han surgido adultos que han superado sus objetivos curriculares en cada época de su vida, gentes responsables, muchos fenomenales profesionales en sus campos laborales. Quiero decir... ¿no estamos los maestros, familias y cualquier adulto en torno a la escuela neurotizando el mundo infantil de la misma forma que ya hemos hecho con el adulto? Si los niños muy pequeños tienen que hacer tantos deberes cada día... ¿no apunta eso hacia algún tipo de fallo en los contenidos que deben aprender o en la labor del que debe enseñarlos?, ¿son los niños menores de 8 o 9 años autónomos para hacer estas tareas sin volver locos y cargar de trabajo a sus familias?, ¿no privamos en muchos casos a los niños de la posibilidad de hacer cada tarde auténticas actividades de niños, e incluso a sus familias de la posibilidad de disfrutar de tiempo libre con sus hijos?

Esto se me ocurre decir. Ahora voy a enseñar temario rápidamente para cumplir los objetivos que las gentes sabias establecen. Buen día para todos.