domingo, 27 de junio de 2010

DESEOS Y EMOCIONES.

Cabrica pétrea sobre el precipicio


A tres días para concluir este curso, las emociones se amontonan. En los últimos meses varias personas me preguntan ante distintas situaciones especiales si no me emociono. Siempre les respondo que en esta escuela es casi obligatorio controlar mínimamente los sentimientos, pues los momentos en los que un nudo se instala en algún punto del sistema digestivo son constantes. En concreto, durante los últimos días lectivos muchos grupos, niños de forma individual, o compañeros se han acercado para entregarme algún regalo o alguna palabra de despedida. Por ejemplo, recuerdo la última clase con el grupo de chicos más mayores del colegio, siete variados y muy majos jóvenes, donde, tras repasar algunas fotos que mostraban fragmentos felices del curso, una chica pidió la palabra y dijo a los compañeros que les daba a todos las gracias por la ayuda que le habían prestado durante este curso y lo bien que se había sentido con ellos. Los compañeros la escucharon atentos y guardaron un tiempo de silencio.


En cuanto a las palabras escritas, algunas clases me han entregado cartas y álbumes con fotos en los que reflejan de distintas maneras el camino que hemos compartido este tiempo. Acabar una etapa tan difícil, decisiva, e impactante de mi profesión recogiendo el cariño de tantos niños y muchos adultos ejemplares es algo muy sorprendente. Como he repetido tantas veces en los últimos días, he hecho un trabajo que no se puede valorar como suficiente de ninguna manera, pues mis carencias y limitaciones han sido enormes, y lo único que he hecho bien ha sido acabar cada día de estos dos cursos exhausto, sin muchas más fuerzas por entregar. Estoy convencido de que he recibido de los niños, los compañeros y las familias mucho más de lo que yo he podido darles.


Ayer, sábado, llegué a las calles de Ansó con una sensación terriblemente confusa y contradictoria. La sensación de volver a un lugar cinco años después. Cinco años después volver al lugar en el que empecé a ser. Por una parte, fue un reencuentro luminoso donde conocí a unos cuantos niños con los que compartiré muchas horas, bromas y descubrimientos. Y, por otra, la extrañeza y el vértigo por cada paso que doy y que no sé exactamente dónde me lleva.


Cómo contarles el escalofrío sentido al llegar ayer, asomarme tras la curva y ver esta escuela bajo la sombra de la montaña; caminar hasta la escuela, rodearla, acariciar sus paredes, asomarme por una de sus ventanas a la clase en la que tantas cosas ocurrirán y donde ya tantas sucedieron, e imaginar. Imaginar fotos, carreras, proyectos, deseos.

miércoles, 16 de junio de 2010

NUEVOS INTENTOS DESESPERADOS PARA SALTAR DE UN BARCO CUYO RUMBO SIGO SIN COMPRENDER.

Un lugar para una madre hace diez mil novecientos cincuenta días


Es miércoles y, al margen de un buen puñado de papeles, quedan dos días para cerrar un círculo y comenzar a dibujar otro. Siete horas compartidas con los niños y nos despediremos. En tres meses retomaré la fascinante labor de ser tutor de niños de nueve y diez años, una edad maravillosa para estar a su lado.


Ayer leí un texto de Joselu que me encantó, así que lo comparto con ustedes. Joselu es probablemente mi mejor descubrimiento en la red. Es un lugar donde leer ideas densas, pausadas. Donde aprender títulos de muchos libros de lectura necesaria y donde se aprecia el trabajo de un profesor que intenta aportar a sus alumnos un punto de luz en medio de la oscuridad social a través del pensamiento. Allí he conocido a Fernando Pessoa, los Cronopios de Cortázar, referentes en la novela negra o de ficción, la atracción irresistible de la cultura africana, entre otros muchos regalos. También he conocido acciones muy especiales de una escuela que pretende algo más que pasar páginas de un libro de texto, como la de esos alumnos capaces de cortar el tráfico en hora punta mientras recitaban poesía. En sus palabras reconozco mis miedos y mis pesares, pues creo que compartimos una actitud vital de una manera singularmente cercana. Finalmente me ha acercado a otras palabras brillantes e imágenes relucientes, como las de Frikosal y Jordi Busqué. Allí he sabido de los amish que se alejan de la sociedad perdiéndose en la selva, de Carles Santasusagna y su aventura amazónica, de los magníficos cielos de la Isla de Pascua, o de las humildes criaturas que habitan las cercanías de la Ciudaddormitorio.


Me cuentan que hacer despegar un helicóptero puede costar varios miles de euros. Estos días vuelan sobre nuestras cabezas, a unos pocos metros del suelo, decenas de ellos en frenético ir y venir militar. Dicen que son maniobras. Hace dos días transité por su privilegiado terreno vallado de cientos de hectáreas considerando el valor de la quietud y el silencio sentido en ese lugar de la estepa cuando unos tipos aparecieron súbitamente saltando entre las matas de romero y esparto. Corrían, se escondían y disparaban. También hacían maniobras. En esta crisis de cachondeo, donde sólo se trata de mantener un sistema de producción basado en conceptos clave como destrucción y egoísmo, quizá podrían hacer esas maniobras menos amplias, más íntimas y humildes. Quizá podrían dejar de jugar a las guerras y de paso evitarían un ridículo espantoso en medio del monte. La especie superior, pensaban los alacranes mirándoles incrédulos y atónitos desde las piedras.


Hace muchos meses que no escribo sobre bajarme del barco; hoy les puedo decir que cada instante siento mayor rabia e impotencia ante el mundo en el que vivo. Hoy creo que quizá un pequeño pueblo pirenaico aún no arrasado no sea suficiente. Quizá el destino esté en otro país o en otro continente, donde poder vivir con miseria pero manteniendo la dignidad.


miércoles, 9 de junio de 2010

SOBRE LAS PIEDRAS Y LOS PALOS.



Ya dije hace unos días que cedía la parte de mi sueldo que fuese necesaria para ayudar al resurgimiento y la gloria del país. Lo reitero. Pueden quedarse hasta el ochenta por ciento. Más no. Mientras no se enteren que algunos encontramos el placer levantando cuatro piedras y moviendo unos palos en medio de la estepa, no hay problema. Si se enteran, nos lo joderán.


Aquí les dejo algunas de las razones por las que intento ser maestro marciano.


Que tengan buen miércoles.