miércoles, 10 de octubre de 2007

TERMITA ENFERMA Y CONFUNDIDA SOBRE FONDO GRIS POR EL QUE DISCURREN EXTRAÑOS ACONTECIMIENTOS Y DOS PÁJAROS DESPISTADOS DE COLOR MARRÓN

(Necesario u obligatorio ser niño para entender el título).

El agitado discurrir del comienzo escolar me impide contar con el tiempo y el sosiego para escribir ordenadamente, si alguna vez lo hice, para escribir algo con lo que yo mismo esté de acuerdo.

Se me permita el desliz: Jaime escribió un texto crítico y meditado referente la Conferencia Episcopal y sus tentáculos dirigidos hacia la escuela. No subo tan alto, me basta con ver una pizarra perfectamente pulcra en la que se enumeran los mejores y más famosos milagros de la Virgen del Pilar, dispuestos a ser aprendidos para el día siguiente por los niños junto con el resto de las tareas escolares. No puedo resistirlo: una pedagogía crítica, científica, rigurosa, honesta, no comprende este tipo de contenidos. Sin ningún ánimo de molestar, pero me parece tremendo y terrible; los milagros y hechos contiguos constituyen hechos de una naturaleza totalmente ajena a la escolar (la naturaleza escolar que me han enseñado y yo entiendo), y deberían integrarse en el espacio adecuado para ellos (a mi juicio, el privado, donde cada uno piensa y cree lo que estima oportuno).

Algunos compañeros pronosticaban que cada curso el trabajo me resultaría más sencillo por el acopio de material realizado el curso precedente. Nada más lejos de la realidad, más bien al contrario, de momento: algunos recursos y experiencias previas facilitan la labor, pero lo gordo, lo importante en cada área, en la escuela, en mi día a día, prefiero reservarlo a descubrir cada año nuevas posibilidades, nuevos conocimientos, nuevas sorpresas. De otro modo, mal me iría. Siendo preciso, poco tiene que ver con mis preferencias, más con las consecuencias naturales de la manera de estar en clase. En pocas palabras, creo que las noticias sobre el mundo no se pueden guardan de un año para otro.

Cada día que lo oigo pienso que me gustaría comentarlo: en estos casi cuatro años en la escuela se ha repetido casi a diario una referencia continua de los niños hacia una serie televisiva de dibujos, cuyos protagonistas son los miembros amarillos de una familia. Cualquier referencia social, cultural, biológica, deportiva, etc., enciende la chispa en la mente de un niño para encontrar rápidamente un símil, una analogía o cercanía con algún hecho o capítulo de esta serie. Podría decir que esta serie acapara el 90% de las referencias que utilizan los niños para abordar y acercarse a los temas más variados. En primer lugar me pregunto si esto ocurre a otros docentes en otras clases (quizá sea algo excepcional), pero, más allá, me hace preguntarme con preocupación si no representa un evidente signo de carencia de experiencias vitales, de juegos y batallas infantiles, de libros, revistas, historias de los abuelos…; el universo de muchos niños parece reducirse en un porcentaje muy grande a la televisión, y parece que el dudoso privilegio no es cosa sólo de los niños de la caótica ciudad donde la TV hace las veces de niñera (y familia si se tercia). La citada serie comenzó a emitirse en horario para adultos, y ejerce un papel importantísimo en la transmisión de muchísimos modelos culturales que los niños engullen con una gran sonrisa, carentes de criterio o defensa alguna.

“…me saca de mi cavilación un griterío. Me acerco a la acera de un colegio y, a través de la verja, veo un tumulto de chiquillos desfogándose en espera de que sea la hora de entrar en las clases. El recinto encierra un alboroto de carreras, encuentros, brincos, persecuciones efímeras, caídas, choques, capturas, huidas, recazos… con un fondo sonoro de gritos, chillidos, risotadas, pataleos, silbidos, palmadas (…). Aquel revoltijo de actos momentáneos y arbitrarios resulta comprensible como expresión del impulso vital. Responde al hecho básico de que esos niños están vivos y ejercen de vivientes, de vividores (…). Sin más: están siendo (…).

Nosotros nos engañamos creyendo ejercer la vida multiplicando sus manifestaciones: andar, reír, comer, pensar (…) y llegamos a su final habiendo pasado de largo por ella.

Se abre una puerta y aparece una mujer que da unas palmadas. La errática turbulencia infantil se convierte en una muda alineación, que va siendo engullida por la abertura. La vida a rienda suelta penetra entre los rodillos culturales hacia el molde socializador que convertirá a los niños en buenos producto-consumidores, salvo las escasas excepciones que, por las vías más dispares, acaben convertidos en disidentes y hasta en mutantes”.

Últimas tribulaciones de Martín, mi luminoso personaje de la Senda del Drago (J. L. Sampedro). Varios temas de sociología, historia de la educación, funciones de la escuela, quizá asignaturas enteras, condensados en tres párrafos. Unas cuantas líneas que me resultan geniales, como el resto del libro, lleno de marcas y e ideas para tratar de no olvidar.

Y si han llegado hasta aquí, el último esfuerzo recomendado consiste en acudir al artículo de este mes del señor A. M. Molina. Me resulta difícil entender la indiferencia ante un tema tan trágico y descrito de un modo tan colosal. “Un drama para el que no existen palabras en la literatura”, afirma el escritor.