viernes, 24 de abril de 2009

VUELOS HIPNÓTICOS.

Existe un lugar donde, tras quince minutos de pedaleo y una breve escalada, es posible apartarse de la ciudad, contemplar un horizonte limpio, escuchar decenas de aves afanadas en la tarea reproductora, y encontrarse con el silencio de la mera contemplación. También permite el asombro de sentir como ruido de fondo el murmullo metálico que surge de la urbe y en el que diariamente estamos inmersos. Y allí colgado, mecido por el vuelo de unos y otros, van pasando los minutos y las horas.

Tres imágenes para el fin de semana:

El humilde gorrión
El soberbio, y aún lejano, halcón

Y la belleza de la amapola

lunes, 20 de abril de 2009

TOMATES, NUECES, Y GALLINAS.

Montañas pasean por mi habitación cada noche

Lo que comenzó como un blog pedagógico fue, poco a poco, compartiendo contenidos con otros intereses personales y, desde el cambio de denominación del lugar y la pérdida de uno de sus pilotos, creo que ni un artículo ha abordado la cuestión educativa.

Es probable que la intensidad emocional del año escolar me haya dificultado notoriamente escribir sobre ello. Es posible. Es posible que la terrible desorientación de estos meses pasados no haya permitido hablar de casi nada con criterio o con ilusión.

Dos cambios sustanciales están ocurriendo:

Por una parte, tras ocho meses de clases (ocho meses sin saber qué hacer), estoy comenzando a atinar en las sesiones. Al menos, voy atisbando qué puedo hacer con cada grupo, lo que significa que la clase funciona y yo vuelvo a recuperar el placer en mi trabajo. En algunos casos, lo aprendido en este tiempo significa aceptar con calma el exiguo margen de acción que algunos grupos permiten (escasas o nulas posibilidades motoras, grandes discapacidades sensoriales, etc.) y trabajar pacientemente sobre tal margen. En algunos casos comienza a surgir cierta complicidad que otros años ha constituido el origen de un buen porcentaje de la felicidad escolar.

Por otra parte, una persona especial ha comenzado a trabajar en mi colegio. Con quien he compartido ya un tercio de vida trabaja ahora en la sala contigua. Supongo que se está gestando una historia curiosa, bonita y extraña, que tendré que contar si alguien me consulta acerca de mi trabajo una vez esté jubilado, mientras ajusto las tomateras, observo el nogal, y recojo los huevos de las gallinas.

viernes, 17 de abril de 2009

SOBRE LA VANIDAD, LA SINGULARIDAD, EL DIOS DE LOS ESCARABAJOS Y LAS RANAS.


Me resulta apasionante seguir los debates y ensayos que elucubran acerca de la especial naturaleza de nuestra especie (recuerdo ahora, por cierto, una interesantíma La Naturaleza Humana, de Jesús Mosterín), de nuestra excepcional diferencia con (el resto de) los animales, de nuestra exclusiva capacidad racional. De nuestra superioridad, en definitiva. Es asombroso y divertido conocer la historia de esta comparación egocéntrica e interesada desde tiempos remotos y cómo va adaptándose y cambiando a medida que los descubrimientos científicos la van dejando en sonrojante evidencia.

El hombre continuamente ha buscado su singularidad en el entorno en que ha vivido, intentando establecer una descripción de su mundo que siempre le ha resultado absolutamente favorecedora, bien autoproclamándose la especie inteligente, bien atribuyendo condiciones especiales a distintos elementos de su vida (la astronomía ha desenmascarado toda una serie de falsas creencias en las que sucesivamente los humanos situaban su planeta, su sistema solar, o su galaxia en el centro y lugar fundamental del Cosmos, por ejemplo; supongo que las guerras donde un país se autoseñala superior a otro son parte de lo mismo), pero la evidencia científica pone al descubierto su vanidad y le obliga a formular otros supuestos más refinados, e igualmente falsos. A este respecto, son divertidas algunas preguntas, y sus posibles respuestas, que se pueden formular relacionadas con algunas de nuestras singulares singularidades, como la religión: por ejemplo, las razones que llevan a un Dios a fijarse en una especie tan normal, entre millones, dentro de una galaxia tan normal, entre otros miles de millones de galaxias normales con miles de millones de sistemas solares normales. O a preguntar, sencillamente, si las ratas también tienen su cielo y su salvación particulares, o quedan fuera de este juego. O incluso los simpáticos escarabajos ¿qué ocurre con ellos al morir?. ¿Tiene tiempo Dios para ocuparse de los coleópteros?.



Nada, únicamente intento percibir la vida con los ojos de una rana bermeja de un fascinante valle pirenaico en pleno celo, preocupada por subirse sobre una buena hembra, copular con ella, y apretarle las entrañas para que suelte los valiosos huevos que permitirán asegurar la continuidad de su material genético, o con los de un intrépido sarrio que únicamente piensa en cómo pasar otra noche a cinco grados bajo cero cuando ya lleva varios días mojado por la lluvia y congelado por la ventisca en medio de montañas y silencios abismales. Y son percepciones interesantes, no crean.



lunes, 13 de abril de 2009

SOBRE CIERTOS INSTANTES EN PEÑA OROEL Y UN PAR DE PENSAMIENTOS.

Frangmento de la visión.

El desarrollo sostenible y el buen uso del agua eran los pilares de la Expo dos mil ocho, que se construyó tras destruir un soto de gran valor natural en torno a un río cada vez más contaminado y maltratado para finalmente albergar un gran centro empresarial. El apoyo a la agricultura es, como ha indicado hoy la vicepresidenta de gobierno español y el alcalde zaragozano, uno de los argumentos fundamentales de la Expo Paisajes dos mil catorce. Para ello, el ayuntamiento ya planea recalificar la huerta del barrio de Las Fuentes, cambiar la tierra por cemento, y construir unos miles de pisos. Supongo que es fácil decirlo sin haber conocido otros sistemas abominables, pero la democracia me suena a cuento chino.

Sigo con interés la discusión sobre el aborto y el derecho a la vida de los embriones mantenida entre la iglesia, el gobierno, la oposición, …, y la misma sociedad. También sigo atónito los rituales religiosos de la santa semana. Observo incrédulo a esas personas que se declaran devotas, qué mal me suena esta palabra, del santo correspondiente, a las que caen rendidas entre sollozos tras el paso del vehículo del santo, a los que se castigan el cuerpo para alcanzar mayor conexión mística en días de penitencia, …; tanto una como otra, igual que el resto de evidencias, me conducen a los mismo: ni una persona en el planeta tiene la mínima idea de qué es la vida, qué significa estar vivo, por qué y para qué vivimos, de modo que la mayor parte de estos comportamientos y discusiones me parecen puro artificio, entretenimiento, apariencia, un teatrillo para pasar un rato mientras seguimos nuestros caminos desorientados. Consciente o inconscientemente.

Leer sobre astronomía y leer a autores como Carl Sagan siempre me conduce a una especie de trance mental que supone un estado de conciencia diferente, en el que un tipo de pensamientos especiales apartan a los habituales dando lugar a un estado difícilmente calificable: una especie de ensoñación, una especie de vuelo donde puedo sentir lo que quizá sea parte del eco de la danza cósmica, representada desde hace unos quince mil millones de años. Irremediablemente, las preocupaciones y anhelos humanos se diluyen al instante ante la grandeza y oscuridad del Universo, ante sus distancias, tamaños, giros, atmósferas, materiales, atracciones, temperaturas, velocidades, explosiones, gravedades. Es ante este mundo desconocido donde el hombre encuentra con mayor claridad su auténtica y ridícula dimensión. Es probablemente lo único sobre lo que aún no poseemos capacidad destructiva y que todavía no hemos estropeado, aunque lo intentemos con la ingente y creciente basura espacial.

Peña Oroel, refugio de un prófugo.

El martes subí por el puerto de Oroel y me detuve bajo la peña del mismo nombre. Las chovas, buitres y quebrantahuesos atrajeron mi atención hacia ella. Cambié mi rumbo y comencé a subir la pedregosa y empinada ladera esquivando los ariscos pinchos de las aliagas y los erizones. En los últimos tramos, cada vez más verticales, los arbustos de boj y los avellanos me permitieron avanzar. Finalmente, tras una breve escalada pude acceder a una amplia cueva en la base de la pared de la cara sur de la Peña Oroel. Allí sentado, con las piernas colgando ante unos ciento de metros únicamente compuestos de aire, pude contemplar las montañas más occidentales de Pirineo aragonés, con el añorado Ansó en sus entrañas, el entorno natural de San Juan de la Peña, y el horizonte que se pierde hacia las Altas Cinco Villas y la cercana Navarra. En ese punto, más alejado del mundo y más cerca del cielo, pensé en el espacio, en los planetas girando y alejándose a luminosa velocidad en todas direcciones, en el silencio absoluto, en la oscuridad milenaria. Sentí que había llegado al lugar que buscaba desde hacía meses. Al bajar, ya con la luz de los sueños, me sentí profundamente agradecido.

viernes, 3 de abril de 2009

ESCAPANDO DE UNO MISMO.

Antes de despertar leía sobre la muerte. Aquí la vemos.

Existen unos aborígenes australianos que consideran un sinsentido celebrar cada cumpleaños. ¿Dónde está el mérito de ser un año más viejo”, preguntan. Cuando el occidental despistado les pregunta qué celebran entonces ellos, contestan: “hacemos una gran fiesta cuando podemos celebrar que somos mejores”.

Doce y media de la noche. Comienza el tres de abril. A saber qué deparará. Llevaba setenta minutos en la cama, pero no era buen momento para conciliar el sueño. Era un muy mal momento, de hecho. Creo que escribir será lo mejor. Para esos que no entienden el sentido de un blog de alguien anónimo: qué mejor argumento necesitan que éste, el de tener que levantarme de la cama de propio para escribir, para entenderme, y para sentir el efecto narcótico de cada palabra susurrada en la oscuridad del salón.

Mañana concluirá el segundo trimestre del curso. Entre dudas y tropezones han pasado ocho meses de curso. Nada más acabar pondré rumbo a las montañas. Si algo define mis últimos meses son las nuevas sensaciones. No juzgaré ahora si buenas o malas. Nunca, por ejemplo, había sentido la necesidad de escapar, y ahora la siento en el interior del tuétano de cada hueso, allí donde se forma la sangre que luego fluye por el corazón y el cerebro. Siento la inaplazable obligación de subir muy alto, muy sólo, hasta la cabecera de un valle lleno de aire limpio, sentarme y pasar allí dos o tres horas simplemente estando.

A los ya numerosos problemas que tengo para adaptarme y hacer lo mejor posible mi complicado trabajo de este curso, he de sumar el de la salud: ya he superado con creces este año el número de días ausente en el trabajo por enfermedad durante los cuatro cursos anteriores. Estas ausencias me generan una enorme ansiedad, puesto que siento estoy fallando a mi obligación con las aulas en las que ese día trabajo (con los niños y con su tutor), me resulta, por otra parte, un obstáculo importante para la necesaria continuidad en el trabajo cotidiano (aunque sólo falte un día, al volver ya he perdido cosas importantes), y, finalmente, no aporta nada positivo a la imagen que ofrezco al resto de compañeros. Tras descartar varios males y en búsqueda de otros, hoy he confirmado mi alergia a seres tan fantásticos como los ácaros o los olivos.

Parece que mi cuerpo, en un alarde de autonomía insólito, considera a estos dos organismos, entre otros, como importantes amenazas, y no considera mejor opción que enfermar. Qué vergüenza, cuando uno cree que no está ya para estos asuntos. Qué falta de modales para envejecer.

Así pues, en unas horas marcharé muy lejos, apagaré el sistema tan lleno de virus y agentes extraños y escucharé a la naturaleza en busca de serenidad.

Que tengan buenos días y sonrían con frecuencia.

miércoles, 1 de abril de 2009

LOS COMIENZOS DE LAS HISTORIAS.

Secano y estepa de Monegrillo. Inspirando profundamente aire azul y verde.

Una actividad que trabajé en la escuela, aprendida de otro maestro, tenía que ver con el comienzo de las historias y de los libros. Los niños solían apreciar los inicios geniales y famosos de grandes obras de la literatura adulta o infantil para realizar mil juegos y piruetas con sus propias narraciones. Hace poco hablé con un compañero de libros y de sus inicios y acordamos regalarnos algunos posibles comienzos de hipotéticas historias. Me ha enviado el suyo, que comparto con vosotros esperando que os resulte atractivo y sugerente:

Los libros habían ocupado su vida durante los últimos meses. Una escurridiza enfermedad le mantenía en la cama desde hacía mucho tiempo, así que se abandonaba a las páginas de las más diversas obras. Desde revistas mensuales sobre cultura o naturaleza hasta novelas que podían tratar asuntos dispares como la vida de los aborígenes australianos o los últimos intentos científicos de alcanzar la Teoría del Todo.

Las palabras fluían por su mente y acababan por enredarse con sus propias ilusiones, miedos, e incluso sueños más íntimos, y, finalmente, junto a la fiebre y el malestar conducían hacia unos límites de la conciencia aún más difusos y distorsionados, de modo que los días avanzaban de manera lenta, pastosa e irreal. A los pensamientos sobre el origen del Universo o sobre el sentido de la existencia le podía seguir la envidia hacia la vida absolutamente libre de los últimos pobladores salvajes del planeta, o el asombro ante los versos desesperados de Bécquer. A continuación tomaba su medicación y dormía durante horas agitado por extrañas ensoñaciones.

En los últimos años, algunos problemas le habían conducido a una difícil situación personal, y principios activos como el alprazolam, la paroxetina, o el escitalopram formaban parte de su dieta diaria. Su psiquiatra se los recomendaba para modificar las parcelas de su personalidad que una incipiente depresión estaba alterando. Y, aunque le mantenían en un agradable letargo, no dejaba de cuestionar cómo unas sustancias químicas podían configurar otra persona. No entendía cómo unas pastillas convertían los miedos en tranquilidad, los nervios en calma, …; sentía miedo de no ser él, de dejarse convertir en otro, y, además, sentía también miedo de no tener aún claro quién era cuando ya tenía cuarenta y ocho años.

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